RACING

Santander es una fiesta

Miles de cántabros se echaron a las calles para celebrar el ascenso.

Nacho Cubero

Cuatro temporadas en Segunda B era para el racinguismo mucho más que una mala racha. Era ya una humillación que se había tornado insoportable para la afición de uno de los padres fundadores de (ahora) LaLiga, con una hoja de servicios de 44 temporadas en Primera y 33 en Segunda. La obsesión por ascender hacía que nada valiera, ni ser campeón de grupo con un mes de antelación, ni acumular los mejores números de la categoría ni mover miles de seguidores por los campos del norte. Nada hubiera consolado de un nuevo fracaso en la aspiración de ascender. Pero se ascendió y Santander, Cantabria en general, se echo a las calles ya desde el mediodía del domingo. Y ahí sigue.

Nada más conseguirse el ascenso en Palma de Mallorca, en torno a las 14:00, las calles de la ciudad se convirtieron en un concierto de cláxones, las fuentes cercanas a los Campos de Sport acabaron siendo el punto de encuentro hasta que, pasada la medianoche, llegó el equipo desde Mallorca. Ahí se desató la locura.

Fiesta. Unos siete mil racinguistas esperaron a su equipo y hasta casi las dos de la madrugada celebraron el adiós ala odiada Segunda B.

Ya el lunes, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, felicitó en un acto íntimo a los componentes del equipo, “soy racinguista de toda la vida”, dijo Revilla, y más tarde miles de niños acudieron a una fiesta con los jugadores en la Plaza del Ayuntamiento, ya que se suponía que pocos de ellos estuvieron de ‘after hour’ la madrugada del domingo.

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