Nada más conseguirse el ascenso en Palma de Mallorca, en torno a las 14:00, las calles de la ciudad se convirtieron en un concierto de cláxones, las fuentes cercanas a los Campos de Sport acabaron siendo el punto de encuentro hasta que, pasada la medianoche, llegó el equipo desde Mallorca. Ahí se desató la locura.
Fiesta. Unos siete mil racinguistas esperaron a su equipo y hasta casi las dos de la madrugada celebraron el adiós ala odiada Segunda B.
Ya el lunes, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, felicitó en un acto íntimo a los componentes del equipo, “soy racinguista de toda la vida”, dijo Revilla, y más tarde miles de niños acudieron a una fiesta con los jugadores en la Plaza del Ayuntamiento, ya que se suponía que pocos de ellos estuvieron de ‘after hour’ la madrugada del domingo.