FINAL DE COPA | BARCELONA - VALENCIA
La pedrea del Barça o el Gordo del Valencia en el Villamarín
Messi, solo ante el peligro de un adversario optimista y crecido. Sin Suárez ni Dembélé y con Coutinho tocado, el Barça se queda sin gol.
Dentro y fuera del campo, el fútbol es un juego de instantes. Y este es el que hubiera elegido el Valencia y del que hubiera huido el Barça para la final de Copa, que es fiesta mayor o consuelo menor según desde donde se mire. Todo ha perdido color en el Barça desde Anfield. Allí cambió la conversación. Ya no volvió a hablarse del juego, sino del mercado, el taller de arreglos del fútbol. Mal indicio. Pregunten en el Madrid. Ayer mismo cosieron a preguntas sobre el desastre a Messi y Piqué. Así que la final llega envuelta en ruido y ni Valverde ni el club han hecho por enaltecerla. No hay concentración previa y el equipo viaja en el día. Ni una concesión solemne.
En el otro extremo anímico anda el Valencia, cuya temporada ha volado de palo a palo: una victoria en los primeros once partidos y nueve en los trece últimos. Un viaje desde los puestos de descenso en septiembre a la Champions en mayo. El suyo es un ejemplo de resistencia. De Parejo, su jugador clave, en otro tiempo muy golpeado por la afición. De Marcelino, que fue capaz de convencer arriba y abajo de lo reversible de la situación. De Mateo Alemany, capaz de contener la impaciencia de Peter Lim. Superado el vendaval, el club ha hecho de la final un acontecimiento. Concentró al equipo en Jerez tres días antes, cientos de aficionados acudieron a despedirle y miles le acompañarán en el Villamarín. Un ambiente bien distinto al de su último título de Copa, ante el Getafe en el Calderón, hace once años, con Koeman ya en el patíbulo.
Las circunstancias han ido igualando las fuerzas. Al Barça le faltarán dos de sus tres mejores goleadores (Luis Suárez, 25, y Dembélé, 14) y llega con alfileres el cuarto (Coutinho, 11). También anda tocado Semedo y Ter Stegen no estará ni en el banquillo, aunque en la hoja de ruta siempre ha estado que jugaría Cillessen. Será su partido de despedida en la única competición que le han dado regularmente Luis Enrique y Valverde. Sólo se ha perdido tres partidos en tres ediciones.
Las dos caras del Valencia
El Valencia, en cambio, se ha desbocado. Rodrigo ha metido 12 de sus 14 goles en lo que va de año. Gameiro, 9 de 11. Guedes, que sufrió dos lesiones en la primera parte de la temporada, ha hecho ocho tantos de marzo a aquí. Y el equipo, que sobrevivió a la crisis defendiendo (sólo el Atlético ha encajado menos goles en la Liga), ha salido de ella atacando. Marcelino, que siempre se vio como entrenador de ciclos cortos por su nivel de exigencia (“Las mismas caras, las mismas expresiones, los mismos gestos durante años hacen que te canses”), ha mantenido el vigor de su mensaje. Al partido llega sin Cheryshev, con Kondogbia tocado y el resto de jugadores nucleares impecables. Pinta que jugarán Wass y Santi Mina.
Los datos explican así el prepartido: si hay goles, serán más elaborados los del Barça (sus ataques con éxito pasan de 36 segundos y precisan 13 pases y no llegan a doce segundos los de su rival), que domina también el balón parado (el que más goles marca y el que menos encaja). En tiros la diferencia será más corta, habrá pocas interrupciones (el Barça es el que menos faltas comete y el Valencia el que menos recibe), se perderán pocos balones y también se recuperarán pocos y la posesión será culé. En el juego directo mandará el Valencia. “¿Me gusta la posesión? Claro. ¿Tenemos la capacidad para dar 25 pases y finalizar acciones de gol? La realidad de los equipos a los que me ha tocado entrenar es otra”, reflexiona Marcelino, que ha jugado 20 veces contra el Barça y no le ha ganado ninguna.
Y es cuenta aparte Messi, autor de 28 goles en 28 finales. Concluirá su décima temporada consecutiva con más de 40 tantos. Cincuenta registra en esta, la sexta mejor marca de su carrera. Por quinta vez saldrá a más de un gol por partido. “Sin él tendríamos más posibilidades”, reconoce Marcelino. Valverde, por su parte, mirará a Parejo, eje de rotación del Valencia, que ha jugado 55 partidos este año, con 10 goles, 17 asistencias y un liderazgo indiscutible.
El partido despedirá a Undiano, que el domingo pitó su partido número 348 y último en Primera. Ha dirigido 58 veces al Barça y 46 al Valencia, con porcentajes de victorias del 60% y el 45%, respectivamente. Ha sido ejemplo de precocidad (debutó con sólo 26 años en Primera) y también lo ha sido de longevidad (19 años en el frente).
Las apuestas están con el Barça y la historia también: 30 copas, incluidas las cuatro últimas (haría historia si gana hoy, porque nadie logró cinco consecutivas), por siete de su adversario; el Villamarín, dividido, y el entusiasmo lo pone el Valencia, que ha empatado los dos partidos del curso con los blaugrana. Para ellos esta es esa copa tan linda y deseada.