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BARCELONA

Recuerdos de un año del desastre de Roma

Bartomeu dijo el sábado que "todos aprendimos de Roma", pero aquella noche del 10 de abril la reflexión no era posible: todo pudo saltar por los aires. Fue el final de Iniesta.

El central griego del Roma, Kostas Manolas, durante un partido.
Filippo MonteforteAFP

A la una de la madrugada del ya 11 de abril de 2018, en la Taverna I Torquiati, un reducto romanista por el que pasan hace años estrellas como Francesco Totti, el champán seguía corriendo por las mesas. Algún cliente, entre efluvios de alcohol, recordaba la noche mágica de 1984 en la que el Roma remontó el 2-0 que traía el Dundee United de Escocia y, con un 3-0, se metió en aquella trágica final que perdió en los penaltis ante el Liverpool. La noche merecía la pena para cualquier romanista y había que alargarla entre canciones de Antonello Vendetti: el Roma había ganado 3-0 al todopoderoso Barça contra todo pronóstico, había remontado el 4-1 de la ida y se había metido en las semifinales. No había cláxones para tanta euforia en la final. Tanta que el dueño y presidente del Roma, James Pallotta, se plantó en la fuente de la Piazza del Popolo y se bañó. "Pagaré mi multa", dijo luego. Pero es que la noche estaba para cualquier cosa.

El desastre del Barça se consumó pasadas las 22:30 horas del 10 de abril, pero se veía venir mucho antes. El equipo había llegado con pocas piernas a Roma, aunque suponía que suficientes para mantener el 4-1 ante un equipo que también iba ya con lo justo. El ambiente de relajación se transmitía incluso a los periodistas enviados especiales de la Ciudad Condal. Un día antes, se hacían bromas entre ellos. "¿Viniste de vacaciones, no?", le preguntaba un enviado especial a otro que había adelantado el viaje para seguir el Roma-Fiorentina (0-2) que había dejado a los giallorossi en una situación delicadísima.

El Barça se alojó en el hotel Roma Cavalieri, un Waldorf Astoria de máximo lujo desde donde casi se veía el estadio Olímpico. Nadie podía imaginar lo que iba a pasar al día siguiente ahí abajo en ese escenario. En la previa no había ningún ambiente de remontada entre los romanistas. Aficionados, taxistas y expertos decían conformarse con un 1-1 que no hiciese más daño a un equipo tocado. Todo cambió en cierto modo cuando Di Francesco y Nainggolan se sentaron a hablar en la rueda prensa previa al partido el lunes. Di Francesco soltó una sentencia sorprendente: "No entiendo a quien dice que no tenemos nada que perder, tenemos mucho que perder. Saldremos ahí e intentaremos remontar". Y Nainggolan pidió apoyo a su gente: "Roma merece algo imporante". Sus declaraciones, esperanzadoras, contrastaron con las de Valverde: "Nos interesa que pasen pocas cosas en el partido". Seguramente, el Txingurri sabía algo sobre el estado de su equipo que otros no.

"El Roma no remonta un 3-0 ni aunque expulsen a Piqué en el minuto cinco", se escuchó de un coro de periodistas el lunes por la noche. Y lo que pasó en el minuto cinco del partido fue que Dzeko hizo el 1-0. Así se llegó al descanso, pero por entonces ya hablaban menos los osados. De Rossi marcó el 2-0 de penalti y el Barça, paralizado, entró en pánico. Superado físicamente, Valverde también se colapsó en el banquillo. Llamó a Dembélé para meterlo en el campo pero cuando el francés se ataba las botas se arrepintió y lo mandó e vuelta a la banda a seguir calentando. Algo no iba bien. A Busquets, Rakitic e Iniesta le pasó por encima el centro del campo del Roma. Entonces sucedió lo inevitable. Apareció la cabeza de Manolas anticipándose a Semedo. El desastre se había consumado para el Barça mientras 70.000 personas se echaban las manos a la cabeza y se abrazaban absolutamente incrédulas.

Desde los marcadores del Olímpico se vieron las lágrimas contenidas de Iniesta como se habían visto las miradas de Messi al banquillo de Valverde media hora antes pidiendo un movimiento que cambiase un curso del partido que se intuía dramático. Pero Messi tampoco había hecho nada por evitar la catástrofe. Mientras los periodistas afilaban los cuchillos para laminar a Messi, Valverde y al Barça en general, Bartomeu resumió lo que pasó en el vestuario como "un momento en el que quieres romperlo todo". El presidente regresó de la capital italiana filtrando que Valverde había quedado muy tocado y que el título de Liga que estaba a punto de alcanzar el Barça podía no ser suficiente si no le ganaba la Copa al Sevilla. Tal vez Valverde, por más que haya renovado su contrato, no olvide nunca aquello.

El regreso de Roma fue terrible para la plantilla del Barça, pero especialmente para Iniesta, que esa noche le dijo a algunos compañeros que había jugado su último partido en la vieja Copa de Europa. El 27 de abril, dijo adiós en la Ciutat Esportiva sin la opción de ganar una última Champions.

"Aprendimos mucho de aquella noche de Roma y lo hicimos todos. Socios, empleados, jugadores,técnicos, directivos..., hasta periodistas", dijo el sábado Josep Maria Bartomeu para advertir que esta vez el Barça estará advertido en Old Trafford.

El Roma ya no sobrevive en la Champions pero seguro que en la Taverna I Torcuati mañana se celebra un aniversario. El desastre de Roma todavía está muy presente.