Rafael Salgado, el ‘mecenas’ de la construcción del Bernabéu

Desde su llegada al Real Madrid en 1943, Santiago Bernabéu concibió la idea de construir un estadio de gran capacidad que albergara a más de 70.000 personas. El presidente estaba convencido de que la mejor manera de hacer crecer al club era generando el suficiente dinero en las taquillas como para fichar a los mejores jugadores. Las 25.000 localidades de las que disponía el viejo Chamartín eran insuficientes para una población en crecimiento como era la madrileña. Ya en su primera reunión de la junta directiva Bernabéu había declarado: “Señores, necesitamos un campo mayor y vamos a hacerlo”.

El dirigente blanco presentó públicamente su plan para el nuevo estadio, generando un debate nacional. Muchos tacharon el proyecto de quimérico y desproporcionado. Las entidades bancarias desconfiaban de la propuesta del club, así como del fútbol como forma de negocio. Ante tal panorama, y ajeno al desaliento, Bernabéu se dirigió a las oficinas del Banco Mercantil e Industrial con un plan hipotecario bajo el brazo que le había sido encargado a Luis Corrales Ferras, tesorero del Real Madrid y directivo clave en la operación.

Rafael Salgado Cuesta, el presidente del banco, fue receptivo con Bernabéu y su junta. Valoró la situación financiera y deportiva del club y comprendió que su proyecto ofrecía viabilidad económica. Tras adquirir los terrenos colindantes al viejo estadio, se emitieron obligaciones hasta treinta millones, que fueron cubiertas por socios y simpatizantes del club. El nuevo estadio de Chamartín, inaugurado en 1947, constituyó un hito arquitectónico, convirtiéndose en uno de los mejores campos del mundo y ayudando a la entidad blanca a consolidándose para siempre. Hoy en día, la calle Rafael Salgado perfila el fondo Norte del estadio en homenaje a aquel empresario que ayudó a Bernabéu a culminar su importante objetivo.