GRUPO G | VIKTORIA PLZEN - REAL MADRID
Plzen decide si hay efecto Solari
Sin mejoría en el juego, el equipo ha metido seis goles y no ha encajado ninguno. Al Viktoria Plzen le falta Krmencik, su pichichi. Isco o Asensio, la gran duda.
No hace demasiado, aunque sí lo suficiente como para creer que no estaba aún en su cabeza sentarse en el banquillo del Bernabéu, escribió Solari que "la diferencia del Madrid con el resto está en la historia: es capaz de ganar la Champions tartamudeando". Trataba de explicar cómo un equipo, a lo largo del tiempo, ha sido capaz de conquistar títulos espasmódicamente, en esfuerzos cortos e intensísimos, capaces de disimular la calidad o la dedicación de su plantilla. Ahora le toca a él apelar al tartamudeo desde su primera estación, Plzen, donde parece más complicado el momento del equipo que el rival (sigue el partido en directo en As.com).
La Champions ha dejado hasta ahora un buen retrato-robot de este Madrid: segundo en pases y posesión, primero en acierto en la entrega, en córners lanzados (más de once por partido) y en tiros (25 de promedio) y, sin embargo, duodécimo en tantos y décimo en diferencia de goles. Siete equipos presentan, además, mejor balance defensivo. Ninguno de sus futbolistas formaba parte de los 27 que habían anotado más de un gol antes del comienzo de la cuarta jornada y ninguno figuraba entre los 20 que más disparaban a puerta. En las seis ediciones anteriores Cristiano Ronaldo había acabado pichichi de la competición y en todas marcó al menos diez goles. Ahora el Madrid necesita quince disparos para hacer uno. Ante el Viktoria, en el Bernabéu, tiró 21 veces para dos dianas. Una catarata de datos que hablan de mucho ruido y pocas nueces.
"Un problema distinto, una vez dominado el juego de posesión, es caer en el toque sin sustancia. Eso sucede porque no hay nada en el fútbol que requiera más esfuerzo y más recursos que ser claro y profundo al mismo tiempo". También es una reflexión que dejó por escrito Solari en otros tiempos y que hoy debe acometer como trabajo de campo. Necesita verticalidad y goleadores. Lo primero forma parte de sus tareas, lo segundo no está en su mano.
Vistas las bajas, sólo tres asuntos quedan sobre su mesa para el partido: romper o no el reparto de partidos de sus porteros, en favor de Courtois; decidir entre Isco y Asensio, que es desvestir a un santo para vestir a otro, y atreverse o no de salida con Vinicius. Lo reclama el público, al que en situaciones de crisis siempre le parece mejor el que llega que el que está. Pero la previsión es que repita con Bale, que ha metido los mismos goles que Ramos (4) y uno más que Marcelo y que no ha marcado en sus últimos ocho partidos.
Un Viktoria Plzen mermado
El Viktoria Plzen ya mostró sus cartas en el Bernabéu. No le entusiasma la pelota, pero procura hacerse el resistente. Especialmente en su estadio. En esta década ya le han visitado tres equipos españoles y sólo le ganó uno, el Barça. Perdió el Atlético y empató el Villarreal.
Ahora es colíder de su Liga con cifras moderadas. Marca poco, encaja poco y con ello va tirando. Esta noche le faltará Krmencik, su goleador, autor de siete tantos en esta Liga y pichichi de la campaña anterior. Una rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda le ha dejado fuera seis meses. Entre el partido del Bernabéu y este ha sumado dos victorias en la Liga y una derrota en la Copa con una alineación plagada de suplentes. Tiene la clasificación casi imposible, pero peleará con el CSKA acabar en la Europa League.
El Madrid de Solari sólo ha ofrecido síntomas de mejoría en el marcador. El Melilla fue un rival de poco tamaño y ante el Valladolid le llegó la fortuna que le faltó a Lopetegui, pero aritméticamente es impecable: seis goles a favor y ninguno en contra en dos partidos. Espera, como ocurrió con Lopetegui, que los resultados acaben arrastrando al juego, aunque en sentido contrario a lo sucedido con el técnico guipuzcoano.
Pitará Aytekin, juez de aquel Barça-PSG que dio para un libro, y se llenará el Doosan Arena, con capacidad para 11.000 personas. "Cuando yo llegué, apenas iban 1.500 y ni se les veía", ha recordado Pavel Vrba, el técnico que sacó al equipo del anonimato. La ciudad ha quedado empapelada con carteles de 'El partido del siglo'. Del Madrid depende no entrar en la historia de los checos.
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