Francia vence en el Mundial con el modelo que privilegia el VAR
El VAR es un elemento perturbador que no beneficia al juego, sino lo que ocurre en las áreas o cerca, es decir, penaltis y faltas.
EI Mundial de Rusia clausuró con la victoria de Francia el ciclo de pase, posesión y técnica que difundieron los dos anteriores campeones, España y Alemania, dos equipos que dieron brillo al fútbol después de la victoria de Italia en el Mundial de 2006. Como ahora, se dijo entonces que el futuro estaba en el tacticismo defensivo, la especulación y los saques de falta y córner. Aquella final la ganó Italia inmerecidamente, en la tanda de penaltis, después de soportar durante una hora la ofensiva francesa, encabezada por Zidane, brillante en el último partido de su vida. Venció el peor, perdió el mejor y todo el mundo acudió en auxilio del vencedor, como ocurrirá ahora.
El resultado lo preside todo. Cuatro años después, Italia fue eliminada en la primera ronda del Mundial de Sudáfrica. En 2014, volvió a estrellarse en la primera fase. A este Mundial no ha acudido. Lejos de marcar tendencia, el fútbol se desmarcó del Mundial 2006 a través de España y Alemania. Ahora se habla de la nueva influencia de Francia, equipo que desborda talento en varios jugadores, pero los administra con cuentagotas, en detrimento de un supuesto rigor defensivo que ni tan siquiera es real. Cada vez que Francia se ha acantonado en su área, y eso ha ocurrido en periodos extremadamente largos del Mundial, ha sufrido un calvario: frente a Australia, la peor Argentina que se recuerda, Bélgica y hasta Croacia en la final, durante todo el primer tiempo y después del 4-2, a pesar de la fatiga y el desánimo.
Francia ha ganado sin explorar el enorme potencial de sus jugadores. Mbappé, Griezmann, Pogba, Umtiti, Varane y compañía merecían una liberación que no se les ha concedido. Deschamps, un entrenador sobrevalorado que ahora recibe elogios universales, juega desde hace tiempo el papel de técnico represor, pero ha ganado y ese salvoconducto resulta fascinante.
Su éxito se ha producido en un Mundial a su medida, favorecido por el VAR, principal impulsor de un modelo que no beneficia el juego, sino lo que ocurre en las áreas o cerca, es decir, penaltis (más que nunca en un Mundial) y faltas (cerca del 50% de los goles se han generado en saques con el balón parado).
El VAR es un elemento perturbador por discriminatorio para el fútbol. Considera que el juego merece una atención especial en el último tercio del campo. Ahí pretende administrar una justicia indiscutible, pretensión que ni tan siquiera se cumple. La mano de Perisic en el penalti que significó el segundo gol francés fue la misma que la de Chicharito Hernández en el México-Suecia. El argentino Néstor Pitana, árbitro de la final, dirigió aquel encuentro y requirió del VAR para examinar la jugada. Dos situaciones idénticas con decisiones opuestas. No señaló la mano de Chicharito y sí la del jugador croata, nada menos que en una final.
Buena parte de la mediocridad del Mundial se ha debido al pésimo criterio de los árbitros y a la desconsideración que significa el VAR con la fluidez del juego. El fútbol es mágico por su continuidad, porque todo es importante, aunque parece intrascendente. El medio campo es un territorio esencial para el juego y su belleza. Sin embargo, este Mundial ha castigado a los equipos que utilizan el medio campo para crear y no para destruir, para jugar y no para interrumpir. Una de las muchas injusticias del VAR es confundir un partido con el breve resumen televisivo de un partido, es decir, las jugadas de gol, de peligro o conflictivas. El VAR y los árbitros han devaluado de tal manera la edificación del juego que muchos equipos se han sentido impunes. El número de faltas cometidas en el medio campo ha sido abrumador, sin ningún peaje importante para los facinerosos, consentidos por los árbitros y un sistema que, por ejemplo, permitió a los jugadores de Irán patear los tobillos de los jugadores con una frecuencia alevosa.
Partidos de 50 minutos. El partido real apenas pasó de los 50 minutos. Con todos sus defectos, numerosos por otra parte, el nuevo modelo VARbitral castigó con dureza a equipos como España y Alemania.
Más que un modelo —Deschamps no ha aportado ni medio gramo de novedad futbolística—, Francia ha entendido el tiempo del VAR y lo que privilegia. De hecho, marcó sus dos primeros goles sin lanzar un miserable remate —el penalti había que tirarlo a la fuerza— contra Croacia en la primera parte. Francia, un equipo joven con toda clase de recursos técnicos y atléticos, dispone de una generación maravillosa, con el imponente Mbappé a la cabeza. Merece aprovecharla y el mundo merece disfrutarla, salvo que los gobernantes del fútbol, liderados por el abogado Infantino, decidan desnaturalizar el fútbol para trocearlo y convertirlo en píldoras para resúmenes televisivos y youtuberos.