Rusia no olvida a sus leyendas del ajedrez ni en pleno Mundial
El fútbol convive con el deporte rey ruso. Karpov, Kasparov, Smislov o Chigorin, mitos. “Desde los 3 años los niños dan clases".
En muy pocos países el fútbol tiene que competir con otro deporte para ser el rey cuando en él se disputa un Mundial. En Rusia sí. La relevancia del ajedrez la da una dimensión lo suficientemente importante como para situarlo a la altura del fútbol dentro de la historia del deporte ruso. Grandes campeones se formaron y salieron de las mejores academias locales. El ajedrez llegó a ser un deporte nacional y de Estado. Traspasó incluso los límites y se convirtió en un aparato político cuando Karpov y Kasparov compitieron por ser el mejor del mundo.
Lo saben bien los aficionados al ajedrez, además de al fútbol, que estos días están en Rusia. Para todos ellos es visita obligada el museo en el que se reúnen las mejores reliquias del pasado ajedrecista de Rusia. En un edificio señorial, precioso, de Gogolevskiy Boulevard, conviven, además del museo, la federación nacional y la escuela de maestros rusa. “Es una maravilla. Yo jugué en Argentina. Allá se juega bastante. Alcancé un buen nivel, pero lo de la escuela rusa son palabras mayores. Fíjense en esa foto: es Smislov dando clases a varios jóvenes. El fue el creador de esta corriente”, cuenta Diego Longoni, argentino, que visita el lugar junto a unos amigos. “Se fueron Messi y Argentina pero nos queda por ver esto”, cuenta. “Ah, ¿pero hubo fútbol?”, le responde otro con guasa.
Abajo, en una sala pequeña, se imparten las clases. Evelina se encuentra dando una a un alumno. “Somos cinco profesores. Hay también dos grandes maestros. Tenemos bastantes alumnos. Hay una clase para niños de 3 a 7 años, por ejemplo. Aquí el ajedrez es una pasión”, explica mientras ordena encima de la mesa varios papeles con cálculos y tácticas.
También existe la opción de jugar, generalmente cuando hay otro con ganas de hacerlo. Hay un salón grande con alrededor de 20 mesas preparadas para que haya partidas cuando dos visitantes quieran. Luis, llegado de Colombia, gran aficionado y jugador en su día, pasa el rato iniciando una partida mientras espera a su familia. “Venimos a ver a James, Quintero y la selección, pero el ajedrez es otra de nuestras grandes aficiones. Colombia llegó a ser la 32 del mundo”, cuenta.
La joya de la corona está en la muestra de exposiciones. Se conserva la mesa en la que jugaron Karpov y Kasparov la final del 84, con los detalles de las banderas y los cronómetros, bajo una serie de fotos que recuerdan aquel momento histórico del deporte en Rusia. Lo más impactante para cualquier aficionado es que pueden jugar allí donde lo hicieron los grandes maestros. “Asombroso”, dice Juan, mientras reta con sus primeros movimientos sobre el tablero a Sergio, su primo y venido como él desde Bucaramanga.
Un espacio dedicado a Karpov cierra la exposición. “Mirad esos sellos. Él fue un gran amante de la filatelia porque el régimen comunista no dejaba acceder con dinero al país, lo requisaba. Por eso Karpov decidía comprar sellos cuando volvía del extranjero. Los sellos nunca se los confiscaron”, concluye Diego Longoni. Un apasionado del fútbol, de Argentina y de Messi, pero también del ajedrez. Y como él muchos estos días en Rusia, el país cuna de varios de los mejores ajedrecistas de siempre.