Rusia cree que puede eliminar a España en los octavos de final
En las calles, el pueblo habla de la posible proeza contra los españoles. Paulino Guerrero es el preparador físico de Rusia.
El Mundial 2018 se ha convertido en una montaña rusa con curvas imposibles y piruetas arriesgadas. España, tras jugar con fuego en la fase de grupos, se verá las caras con la anfitriona, que afrontará el partido de octavos con el corazón abierto, como reza el lema del campeonato.
El conjunto local, La Máquina Roja, bien podría elegir uno de los eslóganes que se quedó en el camino: “Todo un país unido por un sueño”. Porque Rusia cree que puede ganar a España. A favor, un Luzhniki repleto querrá vengarse de la eliminación a manos de La Roja de Luis Aragonés en la Eurocopa 2008, cuando cayeron por 3-0 en un partido para enmarcar.
Pero Cherchesov ha inculcado un espíritu competitivo a Smolov, Dzagoev y compañía. Cuando nadie daba un rublo por este equipo, el 5-0 a Arabia Saudí y el 3-0 a Egipto catapultaron los ánimos de la hinchada a la altura de un Sputnik. ¡Ni con Gagarin se voló tan alto!
Sobre el papel, España debe ganar, pero en este Mundial todo puede pasar. Además, esta selección rusa tiene mucho de española y eso dificultará la tarea. Su preparador físico es Paulino Granero, quien acumuló una gran experiencia en el CSKA de Moscú hasta que Capello, que de tonto tiene poco, requirió sus servicios en el equipo nacional. La fuerza que hoy muestran jóvenes talentos como Golovín debe mucho al buen hacer de este español.
Además, Rusia sabe qué es jugar de tú a tú a España, con la que empató 3-3 en un amistoso el pasado 14 de noviembre.
También, en nuestra querida España ha crecido y madurado Cheryshev, quien hoy es el jugador de moda en Rusia y elogia a Isco siempre que tiene ocasión. Su velocidad puede ser un dolor para la zaga de Hierro que, según el veterano Ignashévich, “deja huecos” porque defiende muy arriba.
El optimismo es el ingrediente que no falta en la mesa de cada familia rusa, que almuerza con declaraciones como esta entre platos de ensaladilla y sopa borsh. En las calles ya se habla de la posible proeza. Incluso, mi vecino me ha confesado que ve posible mandarnos a casa, algo impensable antes del torneo.
Así son aquí: todos viven como en una montaña rusa y, lo que sube y provoca una euforia total, se puede convertir en un descenso sin fin. España deberá mantener la calma en esta peligrosa atracción a la que se montará el próximo 1 de julio.