Fernando Torres y Andrés Iniesta se van, pero su magia queda
Emocionantes despedidas en el Wanda Metropolitano y el Camp Nou. El futuro de Torres e Iniesta apunta hacia Estados Unidos y Asia.
El balón echó a rodar a las seis y media de la tarde y dejó de hacerlo a las once menos veinticinco de la noche. Fue el tiempo que duró la despedida, la fiesta grande de nuestro fútbol, el homenaje en puente aéreo a dos de los mejores futbolistas españoles de toda la historia: Fernando Torres y Andrés Iniesta. Un adiós con silenciador, pues llevábamos ya varias semanas hechos a la idea, aunque cuando de verdad llegó el momento, en plena tarde de domingo, se nos hizo raro. Torres ya no marcará más goles para el Atleti ni Iniesta mecerá el juego del Barça como si fuera una nana. No. Ya no jugarán más en LaLiga. A partir de ahora habrá que verlos por la tele, en Asia o en Estados Unidos, donde ellos quieran, donde verdaderamente sean felices. Seguirán jugando igual de bien, eso seguro. El buen fútbol quedará en ellos como un tic.
A las 17:30 llegaba la confirmación: Torres era titular en el Atlético-Eibar. Lo había adelantado Simeone, rendido a la despedida que preparaba la grada, para la que Fernando siempre ha sido su ojito derecho. Los aficionados escribían sus dedicatorias en una camiseta gigante (que se desplegó sobre el césped ya en la fiesta posterior), se fotografiaban a las puertas del estadio en la polaroid creada para la ocasión, junto a la exposición de 50 imágenes que daba acceso a las gradas... “Fernando Torres, siempre uno de nosotros”, rezaba una pancarta. La gente se acercaba al Wanda Metropolitano vestida de Torres, unos con la camiseta amarilla y el número 9, otros con la rojiblanca y el 19 con la que inició su segunda etapa en el club, incluso alguno subía las escaleras del Metro con aquella con el dorsal 35 con el que el de Fuenlabrada debutó en Segunda en la 2000-01. A unos la camiseta les quedaba grande (niños llevando la de sus padres), a otros pequeña (padres a los que el tiempo y las pizzas les pasa factura).
Tomamos el AVE a Barcelona. Coincidiendo con el anuncio de ese once inicial ante el Eibar, a 600 kilómetros de allí, Iniesta agotaba la cuenta atrás para el Barça-Real Sociedad a golpe de tuit: “Mi último partido con mi gente. Muchas emociones pero orgulloso de vivir un momento así. Siempre Barça!”. Aún quedaban algo más de tres horas para que saltara por última vez al césped del Camp Nou, para pisar esa alfombra con unas botas de estreno y mensaje en sus suelas: “El éxito es la suma de pequeños esfuerzos repetidos día tras día”. Lo pequeño es grande en Andrés. Siempre.
En el once. Dos horas después la fiesta colgaba sus guirnaldas: se anunciaba la alineación del Barça-Real Sociedad e Iniesta formaba de inicio. Rakitic y Busquets serían sus socios en el centro del campo azulgrana, el eje desde donde hiló sus pases desde que en la 2002-03 debutara con el primer equipo de la mano de Van Gaal. “Siempre negatifffo, nunca positifffo”, decía el holandés. Lo verdaderamente positifffo, Louis, fue dar la alternativa a Iniesta. Nunca te estaremos lo suficientemente agradecidos.
AVE de vuelta a Madrid. Torres saltaba al césped del Wanda al frente de los dos equipos, acompañado por sus tres hijos, Nora, Leo y Elsa, los tres con camisetas en las que se leía la palabra ‘Papi’. Frente a él, un enorme mosaico en la grada que formaba el lema ‘De Niño a Leyenda’. Fernando lucía el brazalete de capitán aunque Gabi también estaba en ese once titular. Formaba en ataque y junto a él, Correa, aunque junto a él estábamos todos: los que le agradecemos sus goles, como aquel de la Eurocopa 2008, los que admiramos aquellos que le convirtieron en leyenda, los que nos sentimos orgullosos de que triunfara en el Liverpool... y, en definitiva, los que admiramos su manera de competir cuando ya no es titular, sin hacer ruido, haciendo piña y remando como el que más.
Eran tantas las emociones que el primer balón que le llegó le sorprendió en fuera de juego. Es lo menos que podía pasar en una tarde así, en la que costaba tragar saliva. Todos buscaban al Niño, con balones al hueco en lo que no es sino el ADN de ese jugador. En el minuto 9 disfrutó de su primera ocasión, superando a Lombán pero cruzando en exceso ante Dmitrovic. Y en el 31 otro ‘uy’ en la grada, tras internada de Filipe y cesión a Torres, cuyo remate rozó el poste. Todos le buscaban. Y por fin le encontraron. En el 42. Con la generosidad de Correa, que le regaló el gol. Repetiría en el 60, a pase de Costa. La tarde ya era redonda, parecía sobrar la última media hora.
Pero el partido de ayer de Torres no se acababa con el pitido final, sino que empezó en el 95. Porque fue a partir de ahí cuando sintió de verdad todo lo que le quiere el Atlético. Con regalos como el de su primera ficha de alevín de la mano de quienes fueron sus descubridores en el club, Manuel Briñas (delegado) y Manolo Rangel (entrenador). O el de la placa que con su nombre luce en el Paseo de las Leyendas, que recibió de manos de José Eulogio Gárate, quien calificó a Fernando como “sencillo y humilde” y que se despidió de él con una frase que desarma: “Te queremos”. El último de los regalos fue imposible de envolver: su familia junto a él, en la intimidad de ese flamante estadio en el que todo el mundo guardaba silencio. Una fiesta que acabó con todos dando la vuelta al campo y con la afición cantando el himno del Atleti (“la canción más bonita del mundo”, dijo Torres).
Fue un homenaje sencillo, precioso, emotivo, en el que Fernando estuvo a la altura con un discurso templado y sentido. De diez, aunque él sea el nueve. No hubo fuegos artificiales... ni falta que hacía.
Y AVE de vuelta a Barcelona. Tan sólo nos quedaba escribir el cuento completo, ese que debía llevar el gol de Iniesta como guinda. ¿Sería posible? Sólo era cuestión de empujar, todos, los que estaban en el Camp Nou y los que seguían el partido por la tele. Andrés calcó el guion de Fernando: sus compañeros le buscaban, trenzaban pases para que él se quedara cara a cara con Rulli. El gol no llegó, pero eso no restó un ápice de brillo a una fiesta cuya traca se abrió en el 80’ al ser sustituido por Alcácer. Las lágrimas llegarían tras el partido. Iniesta saltó al césped junto a su familia, con esa timidez que sólo pierde cuando tiene un balón en los pies. “Han sido 22 años maravillosos”, dijo. 675 partidos después, dejaba el Barça y el Camp Nou se entregaba a él. Con ese 8 que girado al horizontal forma el símbolo del infinito. Así es el juego de Iniesta.
Su sombra será alargada como lo será la de Torres. Dos grandes eternos por dos diestras de oro. Una, forzada y sutil, con Lehmann vencido hacia la izquierda y el balón superándole por la derecha. La firmó Fernando, en Viena, año 2008. Y otra, tensa y de arriba abajo, cruzando el balón ante Stekelenburg. Llevó el sello de Andrés, en Johannesburgo, año 2010. No habrá tiempo que borre esos recuerdos. Como el de la tarde de ayer, con Fernando y Andrés haciéndonos felices. Que no se acabe el domingo, pensaría alguno.