MÁLAGA

El derbi certificó el rotundo fracaso del proyecto

Las decisiones de Arnau y las injerencias del jeque dejaron al Málaga con media estocada de salida. Míchel no fue capaz de dar con la tecla y Husillos ha liderado otra errática planificación que ha supuesto la puntilla a un equipo que se sabe condenado.

jesus rubioDIARIO AS

Descenso. Los rivales directos se han empeñado en mantener con vida al Málaga. Pero no basta con que el resto de equipos no ganen. Hace falta algo de mucha mayor dimensión que un milagro para que el Málaga sea capaz de sumar 24 de los últimos 36 puntos. El club y la afición ya han interiorizado que el descenso es una realidad ineludible. El vestuario apela a las matemáticas. Técnico y jugadores apuntan a la mala suerte o a errores arbitrales. Ni rastro de autocrítica en una plantilla cuyo rendimiento está siendo calamitoso desde que comenzó la pretemporada. Sólo Roberto, Iturra, En Nesyri y Miquel merecen alguna mención. El resto suspende y muchos bordean el ridículo.

Pésima planificación (I). El partido ante el Sevilla confirmó todo lo malo que se lleva viendo esta temporada en La Rosaleda. El proyecto ha fracasado rotundamente. Cuesta encontrar una sola decisión de los dirigentes que haya sido beneficiosa para el equipo. La planificación diseñada por Francesc Arnau en verano (en buena parte de ella tuvo voz y voto Míchel) fue una aberración. El club no tenía preparadas alternativas de garantías para suplir las salidas de Sandro y Camacho (ambas estaban cantadas) y tampoco para la de Fornals. El jeque decidió hacer la guerra por su cuenta, boicoteó varios fichajes (Javi García o Adrián López) e impuso, como siempre muy mal aconsejado, la llegada de Rolón a cambio de 3,2 millones. Arnau completó el puzle del disparate con apuestas como las de Kuzmanovic o Cecchini (¡4,6 millones!). El proyecto ya nació con más de media estocada.

Agarrados al cargo. A pesar de la intromisión de Al Thani y de sus pulsos en público al entrenador y al director deportivo, Arnau y Míchel se aferraron a sus contratos y se negaron a dar un paso al lado. Ambos acabaron siendo despedidos e indemnizados.

Míchel no acertó. La plantilla con la que Míchel empezó la temporada presentaba notables carencias. Aun así, el técnico en ningún momento encontró la forma de hacer competir a su equipo. Su Málaga no generaba en ataque ni se mostraba solvente en defensa. El jeque fulminó a Arnau a principios de octubre y secundó al técnico. En esa misma apuesta se situó desde su llegada Mario Husillos, que mantuvo contra viento y marea a Míchel. Mientras rivales directos como el Alavés buscaban revulsivos como Abelardo en busca de una reacción, el Málaga lo fiaba todo al mercado invernal. Pero llegó enero y cayó Míchel. Demasiado tarde...

Pésima planificación (II). La derrota ante el Espanyol y el masivo “¡Al Thani, vete ya!” coreado por La Rosaleda supuso la sentencia de Míchel. Husillos se vio en enero, con un buen número de refuerzos por hacer y sin entrenador. La apuesta, después de la negativa de varios técnicos, fue José González. Un entrenador de perfil bajo con un libreto simple y muy definido: juntar líneas, cerrar espacios y buscar los contragolpes y el juego directo. Pero al plan le faltaban los fichajes. Y ahí el Málaga volvió a estrellarse. No sólo no llegaron a principios de mercado como era de esperar (sólo vinieron en tiempo y forma Miquel e Iturra), sino que Husillos y su equipo esperaron hasta el final de enero para apostar por un puñado de jugadores fuera de forma, que apenas habían competido en los últimos meses (Bueno, Samu, Success y Lacen) y, en algunos casos, con un desconocimiento total de la Liga (Ideye y Lestienne). Mientras, jugadores como Guidetti, Orellana, Diop, Hernán Pérez o Krohn Dehli reforzaban a rivales directos. 

Condenado. La planificación de Arnau y las injerencias del jeque dejaron el proyecto a los pies de los caballos a principios de temporada. Pero el paupérrimo nivel de la competición concedió al Málaga una muy buena oportunidad de arreglar la situación en enero. Husillos y su equipo han tenido casi cuatro meses para tratar de enmendar algunos de los flagrantes errores del verano. Pero lejos de acertar le han dado la puntilla con sus decisiones a un proyecto que, a día de hoy y salvo milagro, está condenado.

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