Pedja Mijatovic: "La Séptima fue especial por ser tan esperada"
Raúl dice que cuando ve el gol repetido siempre piensa que no va a entrar. Para Pedja fue un gesto natural. Ese tanto dio la Séptima, que As premia en su 50 Aniversario.
¿Qué supone para usted este reconocimiento de AS?
Es un detallazo. Hace ilusión. Recibo el premio pero es para una generación entera, y cuando lo recoja pensaré en mis compañeros. Ni nosotros nos creíamos poder ganar esa Champions 32 años después.
¿Qué tenía aquel equipo de especial?
Muchas cosas positivas. Aparte de la calidad futbolística, todos tenían muchas cualidades humanas. Éramos buenos amigos. Hicimos un grupo y éramos conscientes de que podíamos sacar el pasaporte para estar en la historia del fútbol. Teníamos hambre y lo conseguimos.
¿Le sigue haciendo ilusión hablar de aquel gol?
No me canso, no me canso… Y es curioso, fue el único que marqué en toda la competición. ¡Jugando todos los partidos!
¿Es cierto que jugó lesionado?
Fuimos a Ámsterdam un par de días antes o tres. Y en el primer entrenamiento tras el viaje, uno muy light que nos preparó Heynckes, sentí dolor en un gemelo. ¡No me lo podía creer!
¿Qué hizo?
No decir nada a nadie. Sólo a Pedro Chueca: “Mira Pedro, pasa esto, y me tienes que recuperar porque si no te tendría que matar” (risas). Y me recuperó.
¿Él no se lo dijo a nadie?
Lo sabían un par de compañeros y el médico, pero no el entrenador. De saberlo, no me habría puesto en el once.
¿Qué le pasaba al equipo con Heynckes?
Ha sido y sigue siendo un gran entrenador. Todos aprendimos mucho de él. Pero éramos jugadores todos con mucho carácter. Por tanto, a veces hacíamos reuniones, muchos opinaban… Por otro lado, independientemente de la final, Jupp sabía que no iba a continuar.
¿Era él consciente de que ustedes se reunían?
Él sabía que éramos un grupo fuerte, con mucha personalidad y con ganas de ganar. Yo creo que pensó que no estaba mal que nos juntásemos un poquito a ver qué pasaba. Para él, ganar esa Champions también fue muy especial.
¿Dónde se quedaron?
En un hotel modesto, en Zeist, donde se solía alojar la selección holandesa. No diré que llegamos con miedo, pero a más de uno se le pasó por la cabeza que, después de la Liga tan horrorosa que habíamos hecho, si perdíamos casi que era mejor no volver a España.
¿Con quién dormía usted?
Con Suker, siempre con él.
¿Allí hicieron esa famosa reunión?
Pero fue algo casual. Era normal que estando concentrados se juntaran grupitos de cinco o seis, y que hablaran.
¿Cómo se juntaron esa noche?
Yo creo que esa noche era la típica que hacías de todo menos dormir, por los nervios. Buscas el apoyo de otros, un consejo, y así surgió. Estábamos todo el día hablando de los detalles del partido, en realidad. Hablábamos de nombres propios, de tácticas… También recibimos mucha información de Heynckes.
¿Quién había en esa habitación?
Pues nos juntamos tres o cuatro, luego vinieron dos más, y luego llegaron casi todos. Pero fue una cosa muy natural. Nos reímos, nos preocupamos, y comentamos que era una oportunidad para hacer historia.
¿Quién habló más?
No sé… Hierro siempre era como el líder. Manolo Sanchís, Raúl, Davor, yo mismo… ¡Todos! No era una reunión de esas en la que uno habla y los demás escuchan.
¿Cómo recuerda la llegada al estadio?
Estábamos lejos. Fue una horita de camino y se hizo largo. Y lo primero que me impactó era el autobús de la Juve. Enorme, tuneado con el escudo y una leyenda… Entonces eso era una novedad. ¡Madre mía!
Vaya…
Y no le cuento cuando les vimos bajar del autocar, perfectamente trajeados, elegantes, parecían césares (risas). Pero mire, luego fueron generosos, porque llevaban hasta champagne para celebrar la victoria y nosotros no habíamos caído en eso. Y nos lo cedieron.
¿Hubo buen rollo?
Se portaron como señores. Había por allí en el vestuario un amigo de Davor y mío y hasta Peruzzi se ofreció para hacernos una foto después del partido. No sé si alguno de nosotros habría hecho lo mismo de perder.
¿Le dio tiempo a pensar en algo mientras marcaba?
La pelota venía de un rechace. Se me quedó delante del portero e hice algo sin pensar demasiado. Fue algo natural, un gesto. Lo primero que me salió. Y sí me dio tiempo a pensar que debía levantar un poquito la pelota en el remate porque había un jugador que la podía rebañar.
Fue con su pierna mala.
A mí me pareció una jugada muy normal, no lo vi tan difícil. Pero en el vestuario todos me decían que qué golazo, que fue difícil. Muchos años después Raúl me dijo: “Madre mía, he visto el gol decenas de veces y siempre tengo la sensación de que no va a entrar. ¡Tan milimétrico…!”.
¿Qué sensación tuvo al ver que el balón entraba?
Es como si en ese momento termina tu carrera. No puedes hacer nada mejor. No sabes para dónde tirar. Me acordé de Fernando Sanz, que me dijo que iba a marcar, y me fui para él. Fue alucinante.
¿Le molesta que se hable de fuera de juego?
En aquel momento ninguno de la Juve protestó. Fue legal.
¿Habló en el campo con alguien de la Juve?
No era yo de hablar jugando. Pero me acuerdo que Di Livio llevaba una muñequera y algo pintado en ella: “1.0”. Luego coincidí con él en la Fiorentina y le pregunté. Me llamó de todo (risas). “Me quitaste un millón de liras”. Era la prima que tenían acordada por ganar.
¿Por qué fue tan importante esa Champions?
No quiero decir que haya sido la más importante pero sí una de las que más. Y es por el hecho de que fuera tan esperada, porque supusiera el cambio del blanco y negro al color. Hubo muchas buenas generaciones que no pudieron ganarla, como la Quinta del Buitre. La Séptima tiene el sabor especial de esos 32 años que eran muchos.