Jugaban el Zaragoza y el Barcelona en La Romareda. El partido está animado, va 3-2 a favor de los locales. En el ataque del Barça juega Ronaldo, el tremendo Ronaldo de aquella su única temporada en el Barça, quizá la mejor de su vida. En eso, a la salida de un córner a favor del Barça, cuando el balón ha salido fuera de banda y los jugadores corren para ocupar sus nuevas posiciones, el linier del ataque del Barça, llamado Rafael Guerrero, avisa al árbitro, Enrique Mejuto, uno de los mejores de nuestro fútbol. Mejuto acude. Canal+, que televisa el partido, recoge el diálogo:

Guerrero: «¡Penalti y expulsión!». Mejuto: «¡Vaya, joder, Rafa! ¡Me cago en mi madre! ¿Expulsión de quién?». Guerrero: «Del número seis». Mejuto se da la vuelta para irse, pero Guerrero le reclama otra vez. «¡Ven, Quique! Le da un golpe en la cabeza por detrás claramente a Couto. Claramente le da un golpe por detrás en la cabeza con la mano». Mejuto: «¿Qué número?». Guerrero: «El número seis. Pregunta. Para mí, el seis». Mejuto: «¿Es expulsión y penalti?». Guerrero: «¡Sí, sí!». Mejuto se va hacia el área, pero regresa junto al linier: «Vamos a ver, ¿el balón estaba en juego cuando…? ». Guerrero: «El balón estaba en juego claramente». Mejuto: «Pero vamos a ver, ¿cuando te consulto, el balón está fuera ya?». Guerrero: «¿Cuándo me consultas?». Mejuto: «Claro. ¿Dónde estaba el balón?». Guerrero: «¡Ah! Cuando tú me consultas el balón está fuera ya. Entonces, expulsión sin penalti, pero si el balón está en juego, ¿eh? ¡Es penalti!». Mejuto: «Vamos a ver…». Guerrero: «Cuando se produce la agresión está en juego el balón, o sea, el balón está en juego en una agresión, por tanto…». Y Mejuto se resigna y concluye: «Penalti y expulsión».

Entonces regresa, expulsa al número seis, Aguado, y señala penalti. Follón en La Romareda. Popescu toma el balón, lanza y empata a 3-3. Más follón. El Zaragoza se descentra y el Barça marca el 3-4. Más follón. Y el 3-5. Más follón. El Barça tiene que salir protegido del campo, lo mismo que el trío arbitral.

Luego aparecen las imágenes. Al rechace del córner, mientras los jugadores salen del área, Solana (no Aguado) le da una colleja con la mano abierta a Couto, lo que este aprovecha para tirarse al suelo. De ahí extrajo Guerrero fuerza para avisar al árbitro y montar el lío. El Zaragoza impugna la decisión y pide que se repitan los doce minutos, cosa que se rechaza. La jugada alcanza celebridad y lo de «Penalti y expulsión» y «Rafa, no me jodas» adquieren dimensión de latiguillo nacional. El Colegio de Árbitros defiende a Rafa Guerrero, que empieza a ir con Díaz Vega, el árbitro principal de la época, y luego con Iturralde, otro de los notables. Se crece y mete la pata más veces, hasta alcanzar una celebridad nunca conocida por linier alguno en la historia del fútbol. Le ofrecen meterse en política, rueda un anuncio, se convierte en figura mediática. Con los años rentabiliza muy bien su condición de linier entrometido y liante.

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