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AS COLOR: Nº 7

Roberto Boninsegna: "Pelé pensó que los subestimábamos"

Dos veces máximo artillero del Calcio e icono del Inter, ganó dos Ligas con la Juventus. Su Italia no pudo frenar a la Brasil del 70, “el mejor equipo de la historia”.

Roberto Boninsegna no ha perdido ni un ápice de ese carácter ufano pero noble que le hizo ganar dos títulos de máximo goleador del Calcio. “En realidad fueron tres, pero en el 74 no me concedieron un gol que tocó en la barrera”, relata orgulloso a AS. Sin embargo, su llegada a la élite no fue fácil.

Nacido en Mántova en 1943, el pequeño Roberto pasó del equipo de su parroquia al vivero del Inter. “Crecí allí, pero tuve que hacer muchas veces la maleta para poder llegar al primer equipo, siempre con ella a cuestas”, recuerda.  Cesión tras cesión porque Helenio Herrera aún no le veía apto para el Inter campeón de Europa. Primero el Prato en la C, después el Potenza en la Serie B y por fin, el Cagliari en la Serie A. Allí se conformó una sociedad que después daría éxitos a la Nazionale. Boninsegna y Gigi Riva comenzaban a construir los cimientos de un equipo sardo que ganaría la Liga en 1970, aunque ya sin Boninsegna en sus filas. “El técnico me dijo que necesitaban hacer caja y sólo había dos opciones: Riva o yo. Y me dejó claro que Riva no iba a salir. Yo acepté, pero sólo para ir al Inter”, relata sin melancolía Boninsegna. Y lo hace porque volvía a casa y con el Inter se resarciría ganando la Liga del 71 y coronándose como máximo artillero esa campaña y la siguiente.

Pero el verdadero punto de inflexión llegó justo unos meses antes de ese primer título y a otra latitud. “El Mundial de México marca un antes y un después en mi carrera, me hice un sitio como uno de los mejores goleadores, y eso que asistí casi de casualidad”, confiesa. Anastasi, el ariete de la Juventus, se lesionó y Boninsegna fue elegido por Valcareggi para sustituirle. Italia se plantó en semifinales ante la Alemania de Beckenbauer y Müller. El ‘Partido del Siglo’ para algunos, no tanto para Boninsegna. “Si observa los 90 minutos se dará cuenta de que no fueron gran cosa, ahora bien, en la prórroga sucedió de todo, fue la locura, la máxima expresión de la emoción”, afirma uno que fue gran protagonista. Boninsegna hizo el primer gol a los ocho minutos y los italianos adormecieron el partido hasta el suspiro final. Entonces Schnellinger, un zaguero teutón con gran experiencia en Italia, marcó su primer y único gol con la selección alemana. Prórroga.

Lo que aconteció después ha quedado grabado en una placa en el mismísimo estadio Azteca. Müller adelantó a Alemania en el 94’. Burgnich igualó en el 98’ antes de que Riva diera ventaja a los italianos en el 104’. Pero el orgullo teutón no se diluyó y Müller volvía a marcar en el 110’. Un minuto después, Boninsegna entraba en la leyenda. Pero ahora se sacude parte del carácter mítico de aquel pase. “En realidad, lo mandé sin saber que allí estaba Rivera e incluso mi intención era tirar, pero tenía poco ángulo así que me la saqué de encima hacia el punto de penalti y Rivera siempre fue un tipo muy astuto…”, confiesa Boninsegna quitándose méritos.

Después esperaba Brasil. Y ahí nuestro protagonista sí coincide con la opinión general: “El mejor equipo de la historia”. Para Boninsegna ni el larguísimo partido en altitud contra Alemania es excusa para lo que sucedió aquella tarde. “Es el mejor ataque de todos los tiempos con Gerson, Jairzinho, Pelé, Tostao y Rivelino, pero llegamos a empatar y creíamos aún en la victoria; después pensamos en que lo mejor era que acabara el partido cuanto antes”, bromea el autor del gol que daba esperanzas a los azzurri. Boninsegna igualó el tanto de Pelé, pero después Brasil entró en trance y fue una apisonadora. “Creo que Pelé pensó que los subestimábamos y lo pagamos”, sentencia el ariete 42 años después. Todo por aquella extraña decisión del técnico de no hacer jugar juntos a Mazzola y Rivera. “Eran incompatibles, decía Valcareggi, y yo creo que fue el gran error del fútbol italiano”, explica sobre lo que por entonces se conocía por “La Staffetta”. Valcareggi hacía jugar una parte a Mazzola y otra a Rivera para dar equilibrio al equipo, aunque aquel día Rivera no salió hasta bien entrada la segunda parte.

El nombre de Boninsegna siempre estará ligado al Inter, donde marcó 171 goles en 281 par tidos, pero con 33 años se marchó a la Juve, con la que levantó más títulos. “El Inter es mi casa y la Juve fue como una venganza personal”, explica. Pocos jugadores de su época rindieron lo que él habiendo superado los 30, pero a Boninsegna le dio tiempo a ganar dos Ligas, una Copa de Italia y una UEFA con la ‘Vecchia Signora’. Lo dejó a los 37, pese a que la Juventus le ofrecía renovar. Una carrera larga, a pesar de su confesa afición al pitillo que él asocia a otra leyenda que siempre circuló sobre él: su relación con Gigi Riva. “Siempre fue y ha sido buena, lo que se escribió no es verdad. Somos como hermanos. ¡Si compartimos casa durante dos años! Lo que es cierto es que ambos éramos de carácter fuerte”, explica y puntualiza: “Y debo decir que él fumaba más, una caja mientras que yo sólo cuatro o cinco al día”.

Encontrar un parangón para el fútbol actual sobre la figura del delantero italiano es difícil. Aunque él mismo se empeña en elegir uno accesible a la afición española. “El más parecido ha sido Santillana. Impetuoso, con un gran juego de cabeza y que, ante todo, daba profundidad al equipo”.

Tras dejar el fútbol, Boninsegna se mantuvo cerca del balón, pero también experimentó como actor y político. Hizo de futbolista en Don Camilo, de Terence Hill, y antes participó en una producción de la RAI sobre la novela I Promessi Sposi (Los novios) de Alessandro Mazzoni. En 2005 se presentó al Consejo Comunal de Mántova, pero no fue elegido. Dentro del fútbol adoctrinó desde el banquillo a varias secciones inferiores de la selección italiana antes de pasar al Mántova como técnico. También fue reclutado por el Inter como ojeador para Europa.