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BARCELONA

Puyal: “El fútbol es una opción para entendernos mejor”

Joaquim Maria Puyal, el doctor Puyal, como le denominaba José María García, acaba de cumplir 40 años retransmitiendo el fútbol en catalán.

Joaquim María Puyal.
Fernando Zueras

¿Cómo se puede explicar a un aficionado de España que no la escuchado nunca, qué es el ‘Futbol en Català’ que acaba de cumplir 40 años?

—La pregunta tiene trampa. Hay una concepción de lo español que es uniforme, que es la que nos equivoca y nos lleva al desencuentro y es fácil porque España es una pluralidad de culturas, de sensibilidades y de historias. En la medida que entendamos eso, entenderemos que la lenguas y sus hablantes merecen la misma consideración, independientemente del número de hablantes o del impacto comercial.

—¿Es consciente de que durante 40 años su transmisión ha trascendido el deporte para convertirse en muchos casos en el primer contacto de muchas personas con el catalán, que lo han aprendido escuchándole?

—El fútbol y el deporte es una oportunidad fantástica. Recuerdo como en el Mundial 78’ el general Videla torturaba personas y se apropiaba de bebés mientras los periodistas éramos agasajados para hablar bien de la dictadura. Esa realidad me ha acompañado el resto de mi vida y con ella la convicción de que el deporte no puede disociarse del entorno social en el que se desarrolla. Aunque fuéramos periodistas deportivos no podemos alejarnos de la realidad. El fútbol es un elemento de comunicación general y de un gran impacto popular y a través de él podemos emitir buenos mensajes, ideas interesantes o podemos empobrecer el mensaje excitando la visceralidad.

—Antes, la transmisión era de un solo locutor y ahora son corales ¿Cómo vivió eso?

—Yo era heredero de Matías Prats en TVE, de Pepe Bermejo en la SER, de Miguel Angel Valdivieso en RNE o de José Félix Pons o Fernández Abajo. Pero con el impacto del fútbol cada vez más sólido y potente, con la idea de comercializar eventos, nos dimos cuenta de que el interés del deporte invitaba a ampliar el horario y que las audiencias exigían mejorar la ecuación para las empresas. La clave de nuestro oficio es vincular el impacto con la calidad de los mensajes.

—¿Cómo se imagina una transmisión radiofónica dentro de 40 años?

—Pues no soy capaz de hacerlo, por suerte, no creo que lo vea, pero la nostalgia no sirve de nada. No hay que vivir de los recuerdos. En esto soy muy darwinista. Sobrevive el que se adapta al medio y a la época que le toca vivir. Y la radio lo ha hecho aprovechando mejoras tecnológicas impensables hace sólo unos pocos años.

—¿El narrador debe de alejarse de las circunstancias del día a día de lo que va a narrar para ser más objetivo?

—Es un dilema. En aquella época yo era amigo de un jugador y sabía que estaba lesionado, pero que lo ocultaba porque tenía ciertas necesidades económicas y quería renovar. Yo lo sabía y veía que en el estadio no tenía una buena actuación. Entonces me tuve que plantear si revelaba el secreto o no.

—¿Y qué pasó?

—Decidí que lo mejor era mantenerse alejado de lo que se explica, aunque en mi equipo sí que hay gente más capaz de contextualizar.

—Usted narraba en castellano. ¿Fue complicado pasar al catalán?

—Transmití unos 500 partidos en castellano para la SER. Por ejemplo, transmití para Madrid y Barcelona simultaneamente el famoso penalti de Guruceta. Cuando me propuse hacer transmisiones en catalán todos los recursos que tenía automatizados no me servían, pero tenía la lengua de origen en el catalán. Yo dominaba el castellano porque me había licenciado en filología española, pero mi lengua era el catalán.

—Pero sin referentes de léxico deportivo...

—Busqué en las crónicas de la República, de cuando había prensa deportiva en catalán, para ver cómo resolvían ciertos problemas y luego escuché mucho a la grada porque ahí se hablaba en catalán. Franco prohibió la lengua en los medios de comunicación, pero no podía prohibirlo en la grada o en la calle. Rescaté muchas expresiones que sonaban en la calle.

—¿Por ejemplo?

Gardela para referirse a un chut fuerte y muchos anglicismos de los primeros años del fútbol: refli para dirigirse al árbitro o el flequic para los lanzamientos de falta que disponen los equipos.