Victorio Casa: no volvería a jugar al fútbol, volvió y marcó
Extremo de San Lorenzo, en los 60, tenía un futuro prometedor, pero una bala le destrozó el brazo derecho. Le dijeron que no volvería a jugar y en 25 días lo hizo
Victorio Casa (Mar de Plata, 28 de octubre de 1943) era una joven promesa del fútbol argentino en 1965. Extremo izquierdo en San Lorenzo, pertenecía al grupo de ‘Los Carasucias’, aquellos alegres y atrevidos jóvenes que hicieron las delicias de los aficionados a ‘Los Cuervos’ en los primeros años 60. Todo le sonría en la vida y tenía un excepcional futuro ante sí. Pero la vida tenía preparado otro destino para él.
La noche del 11 de abril de 1965 salió a disfrutar de la noche bonaerense. El coche en el que iba con unos amigos paró delante de la Escuela de Mecánica de la Armada (tristemente conocida después, durante la dictadura de Videla, como centro de detención y tortura). Los ocupantes no oyeron a un joven oficial de la Armada que desde la azotea del edificio les dijo que no podían estar parados. Los jóvenes no le escucharon y el militar se puso nervioso y disparó, con tanta mala suerte que una bala perdida fue a dar al brazo derecho de Victorio. Cuando llegaron al hospital, los peores presagios se confirmaron: su extremidad estaba destrozada y tendrían que amputar.
El médico quiso ser sincero desde el principio y le dijo a Casa que no podría volver a jugar al fútbol. Abandonar no estaba en los planes del jugador y él lo dejó claro, incluso con tono desafiante: “Volveré pronto”. Cumplió con su palabra. Sólo 25 días después del accidente, reapareció en los campos de fútbol e incluso marcó un gol, ante Banfield. Tras el encuentro, el futbolista, emocionado, declaró: “Es el mejor tanto que he logrado en toda mi vida profesional”. A pesar del entusiasmo inicial, las cosas no fueron nada fáciles para Victorio. “Los rivales decían que no se querían aprovechar de mí, que no me pegarían, pero después me daban hasta en la nuca, Además, iba corriendo y me insultaban: '¡Eh, tú, manco hijo de p…!". Y lo cierto es que, pese a que sus facultades futbolísticas salieron del incidente prácticamente intactas y que no perdió su habilidad con los pies, su rendimiento bajó. Los dirigentes de San Lorenzo le dieron de plazo hasta 1967 para ver si poco a poco se iba recuperando, pero a Victorio, pese a su esfuerzo, le fue imposible volver al nivel anterior al accidente.
Así, tuvo que abandonar su club de toda la vida y poner rumbo al Platense. Durante esa época, intentó acostumbrarse a jugar con un brazo ortopédico, a causa de las molestias que sufría y de las pesadas bromas, aunque dada la incomprensión de muchos de sus compañeros, finalmente se vio obligado a abandonar el fútbol argentino.
Victorio seguía siendo aquel muchacho obstinado que retó a su médico. Y no iba a abandonar tan pronto. Por ello decidió probar suerte en un nuevo destino, un destino con una exigencia futbolística menor, Estados Unidos. Jugó en la incipiente liga norteamericana hasta 1971, año en el que decidió retirarse. Volvió a Argentina primero para trabajar, pero después regresó a Estados Unidos.
Durante años, Casa llevó a honra haber sido el único futbolista que había jugado con un solo brazo, pero despues compartió hazaña con Julio González Ferreira (Asunción, 26 de agosto de 1981). El jugador del Vicenza sufrió el 22 de diciembre de 2005 un accidente de tráfico tras el que tuvieron que amputarle su brazo izquierdo. Un mal menor habida cuenta de que los médicos al principio le daban muy pocas esperanzas de vida.
González Ferreira, como Casa, lo tuvo claro desde el principio: volvería a jugar al fútbol. Y lo logró, pese a que muchos le tomaron por loco cuando declaró tras recibir el alta hospitalaria: “No quiero que me tomen por un chalado, pero en un rincón de mi cerebro guardo todavía la idea de volver a jugar algún día”. Lo intentó. Semanas después, comenzó a entrenarse con su equipo, el Vicenza de la Serie B italiana, y empezó a ver cada vez más cerca el ansiado regreso. Sin embargo, otro muro se interpuso en el camino del paraguayo. En esta ocasión, la federación transalpina, que le negó la autorización para jugar con prótesis y que sólo le daba posibilidad de jugar en la categoría de aficionados. Pero eso era demasiado poco para el joven delantero.
Por ello, se marchó a su país natal a buscar mejor suerte. En 2007 regresó al que había sido su club allí, el Tacuary, de la primera división paraguaya. Tenía 26 años y quería volver a la élite y retornar a su selección. Pero pronto quiso darle un nuevo giro a su vida. Al no alcanzar las expectativas marcadas, Ferreira decidió retirarse, pero no desvincularse del fútbol. Así, comenzó a colaborar con el Inter de Milán en sus escuelas en Paraguay que ayudan a los niños más desfavorecidos del país.
Y ahí estaba dirigida su carrera profesional hasta que le ofrecieron entrenar al Sportivo San Lorenzo, de Paraguay. Y aceptó el envite. Los malos resultados del equipo le condujeron a la dimisión y dio sus primeros pasos en el mundo de la política.
Dos vidas con un desdichado incidente, pero dos personas que supieron luchar, superarse e intentaron volver a la élite. Y que pese a que no siempre lo consiguieron, nunca dejaron de luchar.
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