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VETUSTA MORLA

“Si hay un estadio de fútbol rockero ése es el Calderón”

Vetusta Morla, la banda que arrasa son seis, pero aparecen dos: Pucho, el cantante, y Guillermo, el corazón de las letras. En Las Estaciones de Juan ambos aceptan el juego.

“Si hay un estadio de fútbol rockero ése es el Calderón”
AStv

Atlético - Málaga en directo

—Pucho, se confiesa poco futbolero, ¿podría ser para usted una experiencia religiosa?

—No, ni el fútbol ni nada es para mí una experiencia relacionada con la religión.

—¿Y para Guillermo Galván?

—Para mí, más que con lo religioso tiene que ver con la memoria de la infancia, con el relato vivido con mi familia y mis amigos. Además, he jugado mucho al fútbol y hay lances que no se olvidan.

—Pucho, ¿ha echado de menos ser de algún equipo alguna vez?

—No, bueno, por las cosas de mi familia siempre he estado más cerca del Real Madrid, pero nunca he sentido esa pasión del aficionado común.

—Guillermo, madridista confeso, ¿cómo le podría explicar a su amigo Pucho qué significa ser del Real Madrid?

—El otro día leí un texto que lo definía muy bien: ser del Madrid es como estar enganchado a la heroína. Sabes que te va a matar, pero no puedes dejarla. Yo soy del Madrid porque de pequeño te haces de un equipo para siempre y es más fácil cambiar de religión que de equipo. Pero voy a decir una cosa, si me tuviera que hacer hoy de un equipo el Madrid estaría el último de mi lista.

—Pucho: Tengo que intervenir porque Guillermo no tiene que explicarme qué significa ser del Real Madrid porque yo tuve un tío, que se llamaba Fernando y que en gloria esté, que era el paradigma de lo que significaba ser madridista.

—¿En qué consistía eso?

—P: ¡Ufff!, estaba más allá de la religión, bueno, o más acá, tenía mucho que ver con lo sobrenatural. De hecho, lo primero que me regaló mi tío al nacer fue un uniforme del Real Madrid con unos maravillosos patucos blancos con el escudo (y enseña la fotografía de bebé vestido con el traje del Madrid).

—Sin duda, apuntaba maneras, ¿qué quebró su trayectoria madridista?

—P: No sé, no se puede explicar. La vida me llevó por otros caminos. Además, nunca fui muy habilidoso en el asunto de los deportes.

—¿Le resulta insufrible el momento en que sus compañeros dan la vara con el fútbol?

—P: No, si les mola está muy bien. En mi familia hay mucha afición, hay socios del Madrid, van a los partidos y yo disfruto con ellos en la distancia.

—Usted, Guillermo, no tiene esas sensaciones porque ha jugado y sigue jugando al fútbol.

—Siempre que podido he jugado al fútbol y en cuanto a la parte madridista me ha llegado de todos lados menos de mi familia, porque yo soy el único madridista. Mi padre es del Atleti y mi abuelo era del Athletic de Bilbao y tengo otros familiares que son del Barça. A mí me pilló la Quinta del Buitre y en mi colegio todos queríamos ser Hugo Sánchez, Míchel o Butragueño.

—La noche de la Décima que logró el Real Madrid estaban tocando en Granada, ¿en qué momento desafinaron?

—G: Bueno, vimos el partido hasta el minuto 93, el fatídico minuto para los atléticos en que Ramos mete ese gol de cabeza. Ya no podíamos retrasar más el concierto. Empezamos el lío y la prórroga nos la iban chivando desde detrás del escenario. Te puedes imaginar que cuando acabó el partido nuestro remate fue sensacional. Y desafinamos lo justo, por la emoción.

—¿Qué sensación les produce tocar en un campo de fútbol?

—P: A mí nada especial, al final es un recinto como otro cualquiera, pero hay un festival de rock que es el Gigante, que se celebra en el campo del Guadalajara, y nuestro técnico de sonido siempre decía que tenía una acústica extraordinaria.

—G: En mi caso, cuando vas a tocar a un estadio sientes parte de esa liturgia con la que has fantaseado de pequeño, estar en los vestuarios, pisar el césped, no sé, escuchas el eco de sonidos pasados. Compartes las emociones de las que están llenas los estadios.

—¿Cuál es el sitio más sensacional en el que han actuado?

—G: Hemos estado en lugares sagrados que te sobrecogen como el Palau de la Música, El Liceu, el Kursal de Donosti, el Metropolitan de México o el Troubadour de Los Ángeles, por donde han pasado grandes míticos como The Doors, Tom Waits, Guns and Roses y muchos más. Hace poco estuvimos en un festival en Colombia donde había 130.000 personas. Y también está muy bien la Plaza de toros de Las Ventas, un sitio muy bonito y curioso, con la enfermería, la capilla, uff, y con una buena acústica.

—Y ese aroma a toro bravo y a bosta fresca.

—G: Sí, en la plaza de toros de Inca teníamos el camerino junto a los corrales de los toros preparados para la corrida del día siguiente. El DJ estaba poniendo música electrónica y el mayoral de la plaza estaba muy alterado porque decía, haciendo aspavientos, que íbamos a matar de estrés a los toros. Pues bien, al día siguiente uno de los toros se volvió loco, saltó al callejón y se puso a embestir a todo el mundo.

—Este libro es la memoria de un viaje, de una gira, ¿a quién se le ocurre?

—G: Siempre que viajamos solemos escribir una especie de diario. Solíamos publicar todos en un blog y la revista Rolling Stone nos llamó para hacer un blog en su web. Durante la gira, Temas de hoy nos propuso la idea del libro y entre todos hablamos sobre la manera de sacar eso adelante. Contar cosas que no suelen hacerse públicas, las largas esperas, la soledad de los camerinos, los aeropuertos….

—Uno de los capítulos del libro es una parodia de entrevista en la que se vengan de ciertos periodistas y de los tópicos insufribles.

—G: Ese capítulo está dando mucho de sí, pero tengo que decir que está escrito desde el cariño. Lo escribió Juanma, que es periodista, y nada es ficticio. Todas las preguntas que aparecen en esa entrevista imaginaria, por muy absurdas que parezcan, nos las han hecho en diferentes momentos. Queríamos mostrar cómo vivimos las rutinas de las entrevistas. Por ejemplo, llevamos más de ocho años como grupo y te siguen preguntando de dónde viene el nombre Vetusta Morla.

—¿Y de dónde viene?

—P: Pues verás…..

—No siga, no siga. En fin, Vetusta Morla está en lo más alto, ¿asisten con estupor a ese estado de gracia?

—G: Lo primero que sentimos es el privilegio de poder vivir de lo que te gusta y ser capaces de desarrollar una carrera de una manera independiente. Esto es el motor para seguir trabajando. Es importante tener claro de dónde vienes y haber logrado compartir este momento con amigos que nos conocemos del instituto. Esto ayuda a tener los pies en la tierra. Por eso es importante que nos siga empujando el asombro y la capacidad de seguir ilusionándonos.

—Las cosas van bien, pero ¿cuáles fueron los peores momentos?

—P: Supongo que al principio, antes de sacar el primer disco nos invadió la inseguridad pero nos salvó ser un equipo, somos seis personas en el grupo y siempre hemos tirado unos de otros, como en el ciclismo.

—¿Cómo perfilan su estilo, el camino por donde quieren ir?

—G: El estilo es más bien un punto de llegada que de partida. Después del trabajo descubres a dónde has llegado.

—P: El estilo lo hemos ido construyendo. Nunca hemos ido de nada en concreto. Los seis venimos de diferentes culturas musicales, de escuchar muchas cosas y al final la manera de entender la música de todo el grupo ha desembocado en esta identidad.

—Da la sensación de que son un grupo sólido pero siempre surgen grietas y fisuras, ¿después de 10 años se han planteado parar?

—G: Las grietas son positivas cuando sirven para que entre el aire y en una banda viene bien que las cosas se aireen, evolucionen y cambien. De momento vamos bien. Vamos a tocar con The Who dentro de mes y medio y eso anima mucho.

—¿Mano a mano?

—G: Son unos conciertos que se van a celebrar en la Caja Mágica, de Madrid. También va a actuar Neil Young, ya ves.

—En el relato de viaje de este libro ¿qué queda de la mítica del músico de carretera?

—P: Yo creo que hay todavía mucha gente que no ha tenido el éxito que hayamos podido tener nosotros. La gran mayoría aún van con su guitarra a cuestas buscándose la vida por los caminos. Nosotros hemos triunfado, pero seguimos en la carretera y entendemos lo que eso significa, que es lo importante.

—¿Les haría ilusión que les llamaran para tocar en la gran fiesta de la Champions?

—G: A mí siempre que me llaman para tocar me hace ilusión. Y mira, a pesar de que soy madridista, tengo que reconocer que si hay un estadio rockero ese es el Vicente Calderón.

—¿Compondría un himno para el Real Madrid?

—G: Todo es posible, pero ahora que hablas de esto tengo que decir que un compañero nuestro compuso un himno para el Alcobendas… de balonmano. Lo ponen siempre antes de los partidos y el pabellón se viene abajo.

—¿En las bandas de música actuales dónde quedó aquél triángulo Sex and drugs and rock and roll?

—G: En el triángulo de las Bermudas, supongo.

—P: Todo eso se ha ido diluyendo por diferentes razones, pero creo que siempre subyace una contracultura en el rock.

—G: David Bowie concedió una entrevista a Radio 3 en 1999, creo, y le preguntaron qué quedaba de todo el movimiento contracultural del rock and roll de los 60. Y Bowie respondía, ¡en 1999!: “Hombre, sí, ha desaparecido bastante, pero creo que ese espíritu contracultural reside en Internet”. ¡Y el tío dijo eso hace 17 años!, que no existía ni emule ni spotify. La contracultura no sólo había que asociarla al malditismo de las drogas y el alcohol.

—¿Quién es el número uno de la música?

—P: Hombre, Bob Dylan, es lo único que nos queda.

—Pucho, cuando su tío Fernando le vea desde el cielo en el AS, ¿qué cree que le pasará por el cuerpo?

—P: Con los disgustos que le di, pues no sé, gritará ¡Hala Madrid! y nos bendecirá a todos. Estará orgullosísimo de verme en el AS y leer esta entrevista. Y yo le doy las gracias por esos maravillosos patucos blancos.