“La Quiniela sigue siendo la fantasía de los españoles”
Entre un puñado de ‘grises’ emerge la figura desaliñada de Fernando Guillén Cuervo con un viejo balón de fútbol. Se rueda la serie ‘El Caso. Crónica de sucesos’.
—Los martes la serie ‘El Caso’ suele competir con la Champions, ¿ve ese día el fútbol con otros ojos?
—Sí, ja, ja, lo veo con los ojos del mal. El fútbol es un competidor feroz. Nosotros también lo somos, es un combate noble entre caballeros duros. Un buen partido contra una buena serie de televisión. En fin, así es la vida y así es la tele.
—¿A la hora de negociar con la cadena no tienen mano para evitar que un producto como ‘El Caso’ compita cuerpo a cuerpo con un gran partido de fútbol?
—Uff, complicado. Fíjate que el estreno de la serie coincidió con el partido de Champions entre el Atlético de Madrid y el PSV Eindhoven. Hubo empate, prórroga, penaltis, joder… estuvieron más de dos horas ahí dale que te pego. La negociación siempre está abierta pero, por ejemplo, para TVE no sólo está nuestra serie, hay otros programas e intereses. A veces se acierta y otras, no.
—El fútbol, tradicionalmente, ha sido el enemigo público número 1 del teatro.
—El gran enemigo, qué le vamos a hacer, pero yo creo que pueden convivir.
—El próximo martes vuelven los octavos de la Champions y se cruzan en horario con la serie, ¿en su casa qué vera?
—Yo veré la serie, seguro, aunque no suelo verme en televisión, muchas veces he pasado de verme, hay que cuidar el ego, amigo. Pero bueno, existe la posibilidad de grabar la serie y verla después del partido, así de fácil.
—Hablando de egos, ¿en una familia tan nutrida de actores como la suya cómo se lo sacuden?
—Teniendo muy poquito y cuidándolo, como se cuida cualquier enfermedad. En una profesión llena de evanescencia y espejismo el ego te puede llevar al infierno. No me afecta mucho la vanidad. El ego me ataca más en asuntos personales y emocionales, cuando tengo algún desencuentro amoroso o con un amigo, por ejemplo. En mi profesión me considero un luchador que hace las cosas lo mejor que puede.
—Llega el Clásico, Barcelona-Real Madrid, ¿tiene clara la apuesta?
—Hombre, yo nací en Barcelona y soy más del Barça, nadie es perfecto, ¿no? Me tira más el Barça y el Atleti que el Madrid, pero no soy capaz de dar un resultado, entre otras cosas porque entiendo muy poco de fútbol. No sé si veré el partido, pero prefiero que gane el Barça.
—Y eso que su bautismo de fútbol fue en el Bernabéu.
—Pues sí, ya ves qué cosas. Estuve en el Bernabéu con mi padre viendo la final del Mundial 82 entre Italia y Alemania, aquella de los saltos en el palco de Sandro Pertini. Gran día, fue la única vez que he ido a ese estadio. Luego fui otra vez para rodar por la noche con Emilio Aragón con el estadio totalmente vacío, todo para nosotros. La verdad, hay pocos escenarios que impresionen tanto como el Bernabéu.
—Con Enrique Cerezo se llevará bien, ¿no?
—Fenomenal, además, vamos al mismo gimnasio y le saludo con la toalla en la cintura. Es un gentleman. Y debo decir que es un hombre de una disciplina increíble. A las nueve y poco de la mañana ya se está duchando para irse a trabajar, pero bueno, no vamos a contar aquí intimidades de don Enrique.
—En la época que se sitúa la serie ‘El Caso’ mediados de los sesenta, ¿por qué futbolista habría suspirado su personaje, Jesús Expósito?
—No sé. Expósito es un poco como yo, poco futbolero, pero seguro que se habría fijado en Gento o Di Stéfano. Era una época en la que el fútbol estaba muy presente en la sociedad, a falta de otras cosas.
—Sucesos, fútbol y toros, ¿ese era el relato de aquella época?
—Eran tiempos difíciles, grises, sombríos y el régimen entretenía al personal a su manera. Por ejemplo, la Quiniela era muy importante, con la miseria que había ese boleto se convertía en algo mágico, un ideal, una quimera. Y sigue siendo la fantasía de los españoles. Eso lo refleja de forma magistral Fernando Fernán Gómez en ‘El mundo sigue’, donde mi madre, Gemma Cuervo, tenía un papel estelar. Era una historia de anhelos, frustración y desesperación.
—¿Qué le engancha al proyecto de ‘El Caso’?
—Esto es una idea mía y desarrollada por mí, y llevo diez años luchando por ponerla en marcha. Todo surge durante un paseo por la Cuesta de Moyano cuando me cruzo con la colección encuadernada de El Caso y enseguida vi que ahí había un pedazo de serie de género, de thriller español. Me reuní con un antiguo redactor del semanario y me transmitió todo el espíritu que contenía El Caso e inmediatamente me puse a escribir y a desarrollar la idea. A los dos años se unió David Calle y Juan Moya y perfilamos el asunto. Luego, la dirección de guión de Plano a Plano se encargó del desarrollo de la historia, bajo la dirección de Olga Salvador y de Mauricio Romero.
—¿‘El Caso’ es la portada en la que nadie querría aparecer?
—Lo has clavado, es un buen eslogan que puede que te lo robe. Y, mira por donde, yo fui noticia de El Caso cuando, siendo un niño de cuatro años, fui atropellado por un taxi que casi me mata y se había llevado por delante a otras quince personas. Salí vivo de milagro gracias a que un funambulista me rescató debajo del coche. El Caso era una publicación de gran éxito en aquellos tiempos. Había rincones de España en donde sólo se leía El Caso.
—Ahora que está grabando los capítulos de la serie es mal momento para dejar de fumar, ¿no?
—Sí, se fuma mucho, estoy tomando acetilcisteína porque fumo por los codos, como era habitual en el mundo del periodismo de aquellos años. Yo no suelo fumar mucho, pero aquí interpreto a un personaje perdedor, expolicía metido a periodista de sucesos, bebedor y poco atento a su salud. En cada secuencia me fumo medio paquete, por lo menos.
—La figura del perdedor siempre tiene más carga literaria.
—Estamos jugando a ese perfil, al del loser, descuidado, poco planchado, desastre y noble a la vez, cínico, curtido en mil batallas y de vuelta de todo. Y, sobre todo, un tipo que no juzga. Fue policía y que arrastra un buen marrón que ya se desvelará a lo largo de la historia. Utilizamos algunas de las claves del género negro adaptadas a nuestro planeta doméstico español.
—El periodista de ‘El Caso’ casi se convierte en un detective privado, ¿se les fue algo la mano a los guionistas a la hora de forzar estas situaciones?
—Hombre, a ver, choca algo menos si tenemos en cuenta que Expósito es un expolicía. Desde luego, este no es el perfil común de un periodista actual, pero sí se acerca a lo que pudiera ser un redactor de El Caso de los años sesenta como el gran Enrique Rubio, por ejemplo. La serie está inspirada en esta publicación pero tampoco pretende ser un biopic extremadamente fiel. El aroma de ese primer periodismo de investigación con tinte metropolitano es lo que hemos querido reflejar. Todos los capítulos están inspirados en hechos reales y, lógicamente, hemos cambiado los nombres. El clásico director Eugenio Suárez y la periodista Margarita Landi están ahí, pero reinterpretados con una fórmula dramática y más contemporánea. Teniendo en cuenta el lenguaje de entretenimiento para televisión.
—También se empapa del perfil romántico que siempre tuvo el periodismo y que ya ha desaparecido.
—En nuestra historia se mezcla el deseo de un buen titular con el deseo de hacer justicia. De alguna forma es el espíritu del periodismo de investigación. Una manera de entender el ocio que ahora mismo sería muy útil. Existe un ambiente de generosidad en la redacción de El Caso que ya no se estila, un fondo social y una actitud clara para afrontar riesgos y jugársela. Jesús Expósito, mi personaje, se la juega y lleva una cámara en la mano, pero podría empuñar un arma. Tengo algunos amigos periodistas de guerra y ese mismo espíritu lo llevan dentro y el de saber sobrevivir. Y encarar la vida con cierta filosofía después de haberlas pasado canutas.
—Momentos de sexo se ven pocos.
—Sí, pero yo soy más de sugerirlo, que no sea explícito. En alguna escena mi mano se va a la entrepierna de alguna mujer, pero ahí se queda el plano.
—Su personaje, Jesús Expósito, tiene pinta de ser del Real Madrid, ¿me equivoco?
—Hombre, yo le veo más del Atleti. Tan outsider y desastrado es más de Carabanchel que de Chamartín. En aquellos tiempos daba la sensación de que el Real Madrid estaba más próximo al régimen que otros equipos, como el Atlético. Y Jesús, en la serie, no es que sea muy amigo del Régimen.
—Parece que la Selección española de fútbol suscita serias dudas de cara a la Eurocopa, ¿se acabó el tiempo dorado de La Roja?
—Yo creo que esto va por rachas, y lo dice un profano en la materia. Esta el trabajo, el equipo, la pasión y luego están las circunstancias de las que hablaba Ortega. Todo se puede torcer por muchos factores. Yo siempre veo con mucha ilusión a la Selección española, cuando juega me convierto en un ser patriótico.
—¿Sería recuperable ahora el género de sucesos?
—No sé, hay que pensar que en aquella época la Prensa no contaba nada y lo que publicaba El Caso destacaba, eran hechos sensacionales y el efecto era tremendo. La proliferación de medios escritos y el bombardeo de imágenes ha restado sensibilidad a la gente. Ya no se impresiona tanto el personal. De alguna forma la gente se ha ido acostumbrando a la tragedia y el dolor. Pero creo que los sucesos siempre han interesado y continúan teniendo su hueco en un montón de programas. Y considero que es necesario que no muera el periodismo y que vuelva a ser independiente. Estamos viviendo unos años de periodismo sometido a determinados intereses. Creo que debe haber espacio, y la sociedad lo demanda, para un periodismo más libre y combativo.