LA ENTREVISTA

Coque Malla: "Zidane lo tiene todo, cae bien y es discreto"

Coque Malla ha descubierto la felicidad de ser un gran músico antes que estrella musical. Despliega serenidad en Las Estaciones de Juan.

Su último disco “El último hombre en la tierra”, ¿habla de Zidane?

Le diré que estoy muy despistado con los asuntos internos madridistas. A mí Zidane me encanta, me fascina. Me parece que tiene todo: cae bien, me parece elegante, discreto y sobre todo recuerdo algunos goles suyos que quedarán para la historia. El fútbol da mucho arte y mucha vida. Y Zidane ha sido de los que más ha dado.

Creo que tiene una relación extraña con el fútbol.

Soy de familia de cómicos cuya postura frente al fútbol era de distancia. Eso lo mamé de pequeño. Entonces era una postura casi estética, la de estar en contra del fútbol. Pero en el Mundial del 94 disfruté tanto del espectáculo del fútbol, del juego, de la emoción por nuestra selección, que entonces pensé que no podía esperar otros cuatro años para vivir algo así y que tenía que sentirlo de una manera más habitual. Pero resultó que no tenía equipo y necesitaba uno.

¡Pues vaya dilema!

Empecé a mirar. El Barça no, de ninguna manera. ¿El Atleti? No sé, no sé. Tenía un grupo cercano de amigos absolutamente apasionados con el Madrid y ellos me convencieron. El caso es que empecé a ver partidos, me llevaron al Bernabéu y comencé a enamorarme del Madrid y del fútbol en general.

Es una manera un tanto original de llegar al fútbol.

Pues fue así. Y la verdad es que viví unos años de gran romance con el fútbol. Me compraba todos los diarios deportivos, iba al estadio, estaba realmente interesado. Lo que pasa es que creo que la afición auténtica tiene que nacer cuando uno es pequeño. Porque en mi caso la afición se ha ido diluyendo. De vez en cuando me emociona ver al Madrid y por supuesto que gane la Selección, pero me he ido alejando.

¿Cómo vivió el Mundial de Sudáfrica?

Estaba de gira promocionando “La hora de los gigantes”, hace tres discos. Recuerdo que fue un verano, desde el punto de vista personal, espectacular. Por circunstancias de la vida era absolutamente feliz, todos los potenciómetros de la máquina estaban a tope. Y encima va España y gana el Mundial. Recuerdo especialmente las semifinales España-Alemania. Tocaba en Alicante y estábamos todo el grupo en una terraza mientas atardecía. Es uno de los recuerdos más hermosos, más felices de mi vida. España ganando y nosotros por el tejado celebrando la victoria española. Fue una cosa muy mágica. La final la vi en mi piso de Madrid con mi mujer, mi hermano y unos amigos. Fue fantástico.

Usted participó en un curso que se llamaba “Fútbol y creatividad”.

Es cierto. Se celebró en un teatro: estaba David Trueba y había un exjugador de la Real Sociedad llamado Gurrutxaga que era músico. Fíjese que curioso: contaba que cuando era futbolista sentía que ese no era su mundo porque lo que le gustaba era cantar y componer. Y acabó dejando el fútbol. Ahora tiene un grupo y toca por los garitos. Es absolutamente feliz.

¿Sacó alguna conclusión?

El otro día un amigo cocinero me decía que todo eso de que la cocina es arte es una estupidez. La gastronomía es maravillosa pero es alimento y el arte es otra cosa. Más que arte es creatividad. ¿Y el fútbol es arte? Pienso que en el fútbol sí se pueden dar momentos que recuerden al arte.

¿Las giras las organizan también pendientes del fútbol?

Es evidente. Hay una cosa que nos decimos siempre los músicos: estos cabrones llenan todos los domingos los estadios y nosotros nos tiramos toda una vida para intentar conseguir llenar una sala. Siempre visualizo una imagen: coges una retransmisión cualquiera y si parasen con un click un cachito del estadio y me lo adjudicaran, yo llenaría una gira entera. Y estos lo hacen todos los domingos y en todos los estadios, es muy heavy.

Para un artista que vive del público es un contraste tremendo.

Mire mi padre que, como le decía, es un converso tardío del fútbol que vive fascinado con el Barça. Es un artista y como director de escena es un estratega. El caso es que ahora ve elementos comunes, lo aprecia y lo entiende, cosa que yo no he conseguido. No he conseguido ver el tablero del fútbol con lucidez. Yo oigo una canción y sé lo que está pasando, pero veo un partido y no acabo de entenderlo. Por eso mi afición no ha ido más allá. Mi padre de repente se empezó a enganchar, empezó a disfrutar y me dice unas cosas que yo alucino.

¿Qué personajes del fútbol le han seducido?

Laudrup y Zidane sin duda. Laudrup nos enseñó que se podía jugar al fútbol mirando para otro lado. Raúl era otro futbolista que me fascinaba. Messi también, claro. Desde otro punto de vista Valdano en su momento me atraía mucho. Simplemente oírle a hablar de fútbol. Escuchar a gente inteligente en el fútbol es interesante.

¿Qué música le va al fútbol?

El vals le va maravillosamente a determinados movimientos futbolísticos. La canción ‘El último hombre en la tierra’ es un vals y podría utilizarse para situaciones especiales como las de los futbolistas que son personajes siempre en el punto de mira.

¿Usted de pequeño a qué jugaba?

Al fútbol, pero me escogían el último siempre. Me gustaba correr. Pedía entrar en el fútbol pero no lo lograba. Me dejaban jugar de portero y no lo hacía mal. Ahí empecé a subir puestos.

A los malos les ponían de portero.

Ya ve usted.

Háblenos de su último trabajo ¿qué ha cambiado?

El reto era explorar terrenos armónicos nuevos, desde la composición. Buscaba otros tonos. Es interesante investigarlo. Eres músico y debes intentar moverte, cambiar. Creo que es así. Como un marino que, de pronto, descubre que el mar es infinito y puede ir a cualquier sitio. Y si ejerces esa libertad, si te permites a ti mismo ejercerla y no volver al mismo puerto de hace veinte años, y te decides a soltar la vela y ver qué hay ahí, pronto descubres nuevas islas maravillosas.

¿Cuáles son sus principales referencias en la música?

Hay muchos. Quizá en la cumbre está Bowie, Cliff Richard, Sinatra y en referencias más cercanas está un grande bastante desconocido y que debería ser presentado al mundo que es Neil Hannon el creador y artífice de Divine Comedy, un grupo que ha tenido mucho que ver con la sonoridad de este disco.

¿Y en la música española?

Hay muchos también. Gente que he escuchado siempre. Kiko Veneno y Pata Negra fueron dos influencias muy esenciales al principio de todo. Ese rock sevillano canalla que es como un veneno que se te mete ahí dentro. Nos marcó mucho.

Hablando de Bowie, ¿se están extinguiendo las estrellas de rock?

Quedan unos cuantos. No puedo evitar no tener esa visión pesimista, las cosas cambian. Los sesenta y los setenta fueron una época muy determinada con unas circunstancias sociales, políticas, lisérgicas si me permite, muy especiales que dieron unos personajes irrepetibles. Pero de ahí a que se haya muerto el rock yo no lo veo. Ha cambiado y la manera de entenderlo es distinta.

Y dentro de ese cambio ¿cómo observa el fenómeno de la resurrección de las grandes bandas?

Es algo muy personal de cada grupo. Por qué se reúnen otra vez los Who sólo lo saben ellos. Las interpretaciones que se puedan hacer son sólo eso. ¿está bien o mal? Allá ellos.

¿Cómo ve a los Stones con setenta tacos?

Primero que tienen todo el derecho del mundo. Los veo increíbles. Parece de brujería. Yo me veo también tocando de mayor porque es mi profesión y porque no sé ni quiero hacer otra cosa. Que yo siga con setenta años no tendrá tanta importancia como que los Stones sigan. Eso un futbolista no puede hacerlo. Un músico sí puede.

Un futbolista se debe sentir un privilegiado, ¿un músico como Coque Malla también?

Yo me gano la vida con mi trabajo y eso es una suerte. Trabajo mucho también. Es una mezcla de todo. La clave es tener claro que es tu oficio y que no vas a hacer otra cosa.

¿Y por eso el rock se impuso a su carrera de actor?

La música requiere mucha energía, mucho trabajo, obsesión. Son horas que no le puedes dedicar a otra cosa. La música se ha convertido en mi apasionada profesión y quiero subir al escenario doscientas veces y entender mejor la música. La dedicación absoluta te aleja de cualquier otra actividad. Es una cuestión de volumen.

¿Hay que tocar donde sea y como sea?

Sí. Es algo que estoy aprendiendo ahora. Yo era más caprichoso cuando era más joven, porque pesaba más la figura de estrella del rock que el músico. Era un músico que quería ser estrella del rock y ahora he entendido que es al revés. Lo que yo quiero ser es un buen músico y soy más consciente de que lo que tengo que hacer es tocar y no solo tocar en un escenario sino en mi casa, donde sea. Tú te lees la biografía de Keith Richards y es agotadora de tantas movidas. Pero lo que a mí me quedó es que estaban todo el puto día, 24 horas, 365 días al año tocando. Y sólo pensaban en tocar. Mucho sexo, drogas y rock and roll pero la esencia de lo que hacían era tocar, tocar y tocar.

¿Qué sensaciones provoca tocar en un estadio de fútbol?

Es una sensación tan grande que no acabas de procesar bien. Recuerdo que toqué hace unos años en el Calderón y que de repente me subí al escenario y pensé: qué pequeñito. Al verlo como auditorio se me hizo más acogedor, me parecía un teatro. Eso es para ligas mayores.

¿Estará dispuesto a tocar en el Bernabéu en la celebración de la undécima Champions?

Si me llaman y yo le veo el sentido pues iré. Quiero decir, si tiene sentido que esté yo, si tiene sentido para la gente. Me sentiría como “el último hombre en el césped”.

Si se quedara solo en la tierra, ¿con qué personaje le gustaría encontrarse?

Con Chaplin. Estaría bien. Tú y Chaplin solos en el mundo.

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