“A Messi le acompañan todos. Maradona lo hacía todo él”
Es el dueño de una exitosa biografía musical. Comparte en ‘Las Estaciones de Juan’ curiosas historias de fútbol y música con dos devociones intactas: Maradona y el Madrid.
—Casi 40 años en Madrid, ¿qué le queda de argentino?
—Tenga en cuenta que probablemente viví la etapa donde uno más absorbe la vida, es decir hasta los 16 años en Argentina, por eso hay muchas cosas que, aunque ya llevo tantos años aquí, se han quedado marcadas para siempre: las costumbres del barrio en el que nací, la manera de hablar, la cultura que se respiraba en mi casa que era bastante artística y bohemia. Me imagino que hay códigos que se quedan para siempre. Como por ejemplo hacer las respuestas muy largas, ja, ja.
—No se preocupe. Siga, siga.
—De todas formas, cuando vine a Madrid lo hice con mucha rabia. Durante años odié Argentina y todo lo que allí pasaba: incluso el Mundial del 78 a pesar de lo ganáramos por primera vez en nuestra historia.
—¿Y por qué?
—Porque me parecía increíble que la gente saliera a festejar nada cuando estaban torturando a chavales de 16 años. Matando, desapareciendo y haciendo barbaridades. En cierto modo ese equipo que ganó representaba a todos aquellos canallas como Videla que estaban en el palco, felices y sonrientes, dando una imagen de Argentina que era falsa. Y si no que le pregunten a las treinta mil familias de los desaparecidos.
—Ustedes se habían tenido que marchar del país.
—Nos tuvimos que ir por patas, porque mi padre trabajaba en un periódico independiente y muy controvertido y mi madre era cantante, de izquierdas, y estaba en la lista de los censurados. La cosa se empezó a poner cada vez más calentita y aunque muchas veces uno desde dentro no se da cuenta, la gente empezó a advertirles a mis padres que debíamos irnos. Al final fue una decisión muy acertada porque evitamos males mayores. En principio íbamos a venir para dos años y ya llevamos cuarenta.
—¿Qué impresión le causó la llegada a España?
—Bueno, cuando yo llegué a Madrid descubrí los bares, lo que era vivir en la calle. Yo venía de un sitio donde se vivía de puertas para adentro y con miedo, donde sonreír ya era sospechoso. Donde ibas con mucho miedo por la calle, porque de pronto te paraba uno de aquellos coches de la secreta, se bajaban unos tipos siniestros y comprendías que ahí acababa todo. Entonces amé Madrid y tuve la suerte de participar de un momento maravilloso de esta ciudad, un momento que fue una gran fiesta para todos. Yo que venía de aquella dictadura bestial y aquí se renacía. Recuerdo aquellos bares bulliciosos donde todo era alegría, alcohol, ganas de vivir y libertad. Me enamoré de todo eso.
—Y además el triunfo inopinado de Tequila.
—Desde luego, fue algo inaudito. Cuando de repente tuve éxito con Tequila todavía no estaba armado emocionalmente. De repente con 17 años te meten en una película bestial que se acaba cuando tienes 22. Y todavía eres un niño que ha pasado por un túnel frenético de éxito y tienes que aprender a ser persona normal, a ser un anónimo que tiene que sacarse un billete de avión. Y luego ver cómo cambia el entorno de cuando estás arriba a cuando estás abajo. Fue un gran aprendizaje.
—Cuando en España estalla ‘la movida’, ustedes llevaban ya tiempo instalados.
—Si Tequila llega a triunfar dos años más tarde hubiésemos formado parte de ese mismo grupo porque, por edad, por la música y por la actitud, hubiésemos entrado en el mismo saco. Pero haber triunfado un par de años antes nos marcó una distancia. Además nosotros veníamos de una escuela donde la destreza instrumental era obligatoria y ‘la movida’ renegaba de todo eso. Éramos una banda muy engrasada con más dinero y un coche siempre en la puerta. Ligábamos más, claro. Y eso no se perdona, ja, ja.
—¿Tequila ganó un pastón?
—Tequila ganó dinero pero nosotros terminamos arruinados Teníamos mucho dinero en el bolsillo, pero no propiedades ni nada, porque era una época en la que el negocio de la música todavía no estaba bien articulado. La casa de discos ganó mucho dinero pero no nosotros. Hacían lo que querían.
—¿Y en qué momento se reconcilia con Argentina?
—En el año 1985 cuando aquí empezaron a registrarse “bajas” entre los amigos. El tema de la droga dejó de ser una fiesta para convertirse en un pequeño infierno. Ahí se había acabado Tequila y descubrí lo fugaz que podía ser el éxito y lo dura que podía ser la caída. Entonces publiqué el álbum “Debajo del puente” que me fue muy mal aquí, pero a una pequeña discográfica argentina le gustó, me editaron y me llevaron de promoción. Y cuando llegué me reconcilié con Buenos Aires, que ya no tenía nada que ver con la ciudad de la que me había ido y vivía con la misma euforia que había encontrado en España en el año 78. Tuve la suerte de poder disfrutar de toda una década de intensas emociones.
—Y a todo esto, ¿qué relación mantenía con un personaje como Maradona?
—En esa época yo no estaba tan interesado en el fútbol como ahora. Ha sido hace pocos años cuando he empezado a entender a un personaje como Maradona, a verle y estudiarle en vídeos. Es verdad que todos alucinamos con él en el Mundial 86 cuando marcó aquel maravilloso gol a Inglaterra, pero he tardado mucho en comprender la auténtica dimensión de un futbolista como Maradona. Magia pura. No voy a dar lecciones de fútbol a nadie. Pero me parece alucinante lo que hacía Maradona. Por una razón, porque Messi no necesita hacer tanto. Va como una flecha y le acompaña todo el equipo. Diego tenía que parar y hacerlo él todo. Quizá su carrera no fuera tan regular pero cuando tenía un día mágico, llegaba al cielo. Por cierto, les voy a contar un secreto: tuve una novia cuyo primer novio fue Dieguito.
—¡Qué nos está diciendo¡
—Como lo oyen. Era una chica de Barcelona. Un día me lo confesó. Él estaba entonces casado, por lo que no les voy a dar muchos más detalles. Pero ella me contó que Diego le mandaba a su casa un coche para que la recogiera y fue el primer chico con el que se acostó. Así que Maradona y Ariel Rot compartieron una novia catalana.
—¿Messi llegará algún día a ser para Argentina lo que ha sido Maradona?
—No, porque además tengo la sensación de que a Messi lo maltratan bastante. A Diego no se le cuestionaba nada a pesar de sus inmensas contradicciones porque le dio mucha alegría a un país muy maltratado.
—¿Es una cuestión de carisma, de carga literaria?
—No, porque Messi no busca nada de eso. No tiene una obsesión especial por trascender. No lo pretende. Él es feliz jugando al fútbol y no se quiere meter en otro tipo de cosas. Maradona es una figura que trasciende mucho más allá del deporte.
—¿Qué le parece su compatriota Simeone?
—Un gran trabajador. Les contaré otro secreto. Nunca me lo han presentado pero voy al mismo gimnasio que él. Lo veo entrenar. Yo hago cuatro cositas y él se machaca. Me da mucho respeto y nunca me acerco ni hablamos. Está concentrado con sus cosas y le veo trabajar muy duro. No tengo muy claro que él me reconozca, porque yo en pantalón corto y vestido de deporte pierdo mucho.
—¿Hay mucho fanático del fútbol en la música?
—Muchísimo. Recuerdo que nuestro batería Germán, era un madrileño que era un furibundo seguidor del Barça hasta el punto de que llevaba un banderín que colocaba siempre en la batería durante los conciertos. A Julián Infante no le hacía ninguna gracia porque era fan del Real Madrid hasta la médula.
—Luego precisamente con Julián y Calamaro en ‘Los Rodríguez’ tuvieron un acercamiento muy fuerte con el madridismo.
—Sí, es la época de Valdano, Cappa y Redondo que venía siempre a nuestros conciertos. En el año 95, ahí fue cuando realmente me empecé a volver loco con el fútbol. Aquel Real Madrid alucinante con jugadores como Laudrup, Raúl, Zamorano. Ahí nos hacemos muy, muy madridistas. Todos los viernes con Cappa a la cabeza, había una tertulia madridista a la que acudía mucho Andrés Calamaro. Se hablaba del fútbol con pasión y empezamos también a acudir al Bernabéu a ver al equipo. Me fascinaba cómo jugaba al fútbol el Madrid y sobre todo aquella liturgia que había en torno a ese equipo. Un equipo con historia, con épica, con una trayectoria tan atractiva. Me hice muy madridista entonces y descubrí todo lo que puede significar el fútbol. Veía hacer cosas a futbolistas que luego no vería hasta la aparición de Zidane. Luego, años más tarde y por culpa de mi hijo, el tema del fútbol y del madridismo se convirtió en una ceremonia familiar.
—¿Recuerda algún concierto especial en el Bernabéu?
—Hace un año con Leiva, fuimos teloneros de los Rolling Stones. Fue muy emocionante. Tocar en el Bernabéu es una experiencia maravillosa. Con ese olor a césped y las gradas repletas de gente. Ver ese estadio desde abajo es casi una experiencia mística. Y luego por la compañía, claro.
—¿Qué tal la experiencia de compartir escenario con los Rolling?
—Le diré que sólo les vimos de lejos. Hasta el punto que cuando ellos probaron sonido nos echaron, nos mandaron salir. No te dejan coincidir con ellos. Juegan en otra liga. Cuando salieron a ensayar nos mandaron que nos encerráramos en los camerinos. Les vimos llegar en furgonetas, cada uno en la suya y subían uno a uno al escenario. Los Rolling Stones se mueven por el mundo como si fueran un cuerpo diplomático. Muy potente.
—Argentina nos ha traído muy buenos futbolistas y músicos.
—Argentina tiene muy buen fútbol y lo exporta. Tenemos grandes futbolistas y músicos de talento. Aunque el rock hoy es mucho más minoritario.
—¿Por qué? ¿Qué le falta?
—Falta originalidad. Hoy en día la originalidad es el arte de saber qué imitar y cómo combinarlo. Antes era realmente único. Falta magia, carisma y emoción. Mucho de lo que hay en el fútbol.