La intrahistoria
Río adopta a Holanda como un equipo más de su gran ciudad
Los brasileños tienen dos equipos en este Mundial. Uno es Brasil. El otro, Holanda. Los de Van Gaal pasean por Ipanema como un carioca más. Se ganan el cariño de los hinchas.
Río de Janeiro tiene a cuatro grandes clubes de fútbol: Flamengo, Botafogo, Vasco y Fluminense. Pero en el Mundial ha llegado un nuevo equipo que amenaza con arrebatarles el cariño de sus hinchadas: Holanda. Desde que la selección de Van Gaal desembarcó aquí, día a día, se ha ido ganando el cariño carioca, por la cercanía y simpatía de sus jugadores con la gente y la cultura local. Nadie se podía esperar que estrellas como Robben, Van Persie y Kuyt pasearan tranquilamente por la playa. O que jugaran al futvoley o las palas sin guardias ni blindajes, como uno más.
Y esa sorpresa se ha transformado en admiración. Se vio ayer por la mañana, cuando los holandeses vivieron un ambiente de fiesta cuando salían del hotel para dirigirse al campo de entrenamiento del Flamengo, tras la goleada ante España (5-1). Unas cien personas, todas brasileñas, les jalearon delante del hotel. “¡Ya son cariocas! Van a la playa, beben agua de coco, juegan a las palas y hasta se van de cañas. El segundo equipo de Río es Holanda, hasta que juegue contra Brasil, claro”. Así lo explicaba Marisa Monteiro, una jubilada que caminaba en el paseo de Ipanema y se paró a aplaudir a los jugadores holandeses.
“El secreto para ganarle a España fue que se entrenaron en el campo del Flamengo. ¡El espíritu de Zico poseyó a Robben, sólo le faltó la camisa rojinegra!”, bromeaba Otavio Padilha, un abogado de 35 años y nuevo hincha del Flalanda.
En un Mundial donde selecciones como Brasil, España, Argentina o Alemania se refugiaron y se blindaron en modernos centros de entrenamientos, lejos del asedio del público y del contacto con la afición, la decisión de Holanda de quedarse en un hotel a pie de calle, en plena playa de Ipanema, fue muy cuestionada al principio. Además, el seleccionador Louis Van Gaal apostó por una concentración relajada, en la que los futbolistas tuvieran tiempo y libertad para estar con sus parejas y familias.
“Yo pienso en la persona completa y creo que el lado psicológico del jugador está muy influenciado por el ambiente de su alrededor. El jueves y viernes dejé que sus mujeres e hijos estuvieran con ellos en el hotel. Aunque eso no signifique que ganáramos por ello, estos detalles hacen que los jugadores estén más felices”, explicó ayer Van Gaal, antes de ponerse sus chanclas y dar un paseo por el paseo de Ipanema. Como un carioca más.