Diego Costa con la Roja

Al acabar el partido de Granada, un amigo me mandó un SMS:

-Y ahora que ya le adoran, ¿no podría sosegarse?

Porque su partido había estado salpicado de broncas. No más ni menos que otros, pero quizá ahora se mire más. Ya es ‘uno de los nuestros’, no sólo del Atlético, sino de todos, como de todos son Casillas, Iniesta, Xavi, Torres, Villa y demás. Quizá por eso el telediario de La 1, en la misma línea que mi amigo, le dedicó, junto a la información del partido, un reportaje específico en el que aparecieron todos sus roces, culminado con la imagen de su salida al campo, en pura bronca.

Bueno, Diego Costa es así, ya lo sabíamos. Ojalá se corrija, pero hay cosas que van con el temperamento. Los delanteros tienden a ser víctima de artes feas de los defensas y muchos se resignan a ello, piensan que eso va en el sueldo, por así decir. Un día hablé con Gárate largamente de esto. Pero no todos se resignan. Pelé metía unos planchazos de aúpa. En España recuerdo el caso de Beci, que se las tenía con Benito. El ‘Tronquito’ Magdaleno también fue muy bravo, lo mismo que Rincón.

Pero no estamos acostumbrados, al delantero le queda mal ser bronquista, se espera más de ellos la resignación seráfica de Gárate y Diego Costa no es así. Entre los que no se imaginaban verle con la Selección había dos corrientes, a veces mezcladas: la de los que prefieren, en todo caso, que todos los jugadores de la Selección sean españoles ‘del todo’, por decirlo así, y la de los que piensan que sus maneras mezclan muy mal con el estilo, tan modoso y ejemplar, de la Roja.

Pero jugará con España, ya hay que darlo por seguro. Del Bosque ha obtenido de él un compromiso difícil, él ha elegido contra el país en el que nació, cuyo seleccionador ha tratado de evitarlo. Su familia aún vive en Brasil, él mismo piensa volver algún día allí, pero Scolari no le tenía entre sus preferencias, diga ahora lo que diga. Le probó en algún amistoso, no le hizo ni caso (él mismo se lo contó así a sus próximos) y sólo ha vuelto a acordarse de él por miedo a que triunfe con España en el Mundial, perspectiva terrible para el seleccionador brasileño.

Así que jugará, como jugó Kubala, el primer nacionalizado de todos, o Senna, el último, brasileño también y eje del grupo en la Eurocopa de Viena y otros tantos entre uno y otro. Guste mucho o poco, no crea un precedente. Respecto a lo de borde, los hemos tenido, y no es cuestión de señalar.

Y lo del borde, dicho sea de paso, sienta peor cuando lo tienes enfrente que cuando está de tu lado. Recuerdo a Stielike, gran ídolo del Madrid durante temporadas. Lo fichó el Madrid por indicación estricta de Bernabéu. Le habían llevado a ver la final de Copa de Europa de 1977, Liverpool-Borussia de Moenchengladbach, para que diera su aprobación al fichaje de Wimmer, que estaba en cartera. Pero a la media hora sentenció:

-No, no me convence. Fichemos mejor a ese del bigote que tiene tan mala leche.

Fue ídolo en el Bernabéu hasta que volvió, una temporada después de recibir la baja, con el Neuchâtel. Corrió como siempre, pegó como siempre, pero no hizo ninguna gracia. El Bernabéu le repudió y Juanito le escupió, dando lugar a una foto célebre.

Con todo, estoy con mi amigo: mejor si Diego Costa moderase su conducta. Cuando hablas con la gente que está sobre él, (Gil, Cerezo, Simeone…) sobre el caso, tienden a defenderle. “Es así”, te dicen, y es verdad. “Se exagera con él”, te dicen, y eso ya no es tan verdad. Es así pero le iría mejor ser un poco menos así. Está en edad de cambiar. Hemos visto a jugadores cambiar de actitud de forma inteligente (el muy reciente caso de Cristiano es paradigmático) y mejorar con eso su imagen. Diego Costa juega muy bien, marca muchos goles, es sin duda un buen chico (el detalle de cederle el penalti a Villa fue magnífico, al fin y al cabo, él va a luchar el Pichichi con Cristiano y Messi), pero tiene una puesta en escena demasiado desagradable. Y cuanto más tiempo pasa y más en primer plano está, más se nota eso.

Ayer, una encuesta en O Globo revelaba que un 53 % de la torcida brasileña la considera una pérdida notable, un 43 % respetaba su derecho a decidir. Ha hecho algo difícil y valiente al tomar esa decisión. Ahora podría hacer otra cosa, también difícil y en cierto modo valiente: moderarse un poco.

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