CELTA 2 - REAL MADRID 1

Cristiano Ronaldo alivió el baño

Marcó en el minuto 85 y salvó al Real Madrid de lo que estaba siendo un naufragio estrepitoso. El Celta dio una lección de fútbol hasta que se quedó sin fuerzas.
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El defensa argentino del Celta Gustavo Cabral discute con Cristiano.MIGUEL RIOPAAFP

El gol de Cristiano Ronaldo en el minuto 85 salvó al Real Madrid del naufragio y disimuló el desconcierto de Mourinho, que en el último cuarto de hora, y por haber agotado los cambios, buscó la remontada con Varane de delantero centro (lesionado) y Callejón de lateral derecho. Si atendemos a la historia y a los recursos, el Madrid sigue siendo claro favorito para pasar a cuartos, pero si nos atenemos a lo visto anoche habrá bastante que discutir todavía.

El resumen es que el Celta fue indiscutiblemente mejor y el Madrid pecó de la desidia copera que Mourinho presume de haber desterrado. No tuvo juego su equipo, y si se mantiene a flote, fue porque, después de varios intentos, saltó una chispa entre Xabi Alonso y Cristiano. Al margen de ese fogonazo, el Madrid perdió todas las batallas menos la física, la que nunca pierde. Dicho esto, las excusas se compensan con la falta de previsión: el técnico dejó a Morata en la grada y Benzema se lesionó a la media hora. A 26 minutos de la conclusión, Mourinho ya no tenía más cambios que hacer, sólo juegos de manos, chapuzas de autor.

El trayecto del Celta fue justo el contrario. Exhibió un gran fútbol, abierto y generoso, hasta que se quedó sin fuerzas. Entonces quedó a merced de un equipo más fuerte, pero alarmantemente plano, en el que sólo Xabi supo iluminar el pasillo que descubrió Cristiano en el último suspiro. Un gol que alivia el efecto casi mortal de los tantos de Bermejo y el Torpedo Bustos.

La primera parte no auguraba un final tan intenso. Dicen que los gallegos tienen más de 70 palabras para designar la lluvia, pero nos parecen pocas. Lo de ayer viró entre la chaparrada, la chuvascada y el ballón. Los primeros 45 minutos fueron de sopor bajo la ducha. Agua gruesa y constante. Los fabricantes de grifería denominan a este tipo de chorro champán spray y no hay nada que oponer a su desbordante imaginación. Sin embargo, anoche, en ese primer tramo, no había más burbujas que las de Iago Aspas, que por algo es de la zona y sabe nadar.

En bandeja. Mientras el Madrid dormitaba, el chico de Moaña se la puso a Park (muchacho de Daegu) de todos los modos y maneras: desde la zurda y desde la diestra, por bajo, a media altura y para que la empujara con el frontis. El coreano, que aún no domina el idioma, nunca acertó a impactar con el apéndice apropiado.

Adán llegó al descanso sin recibir ningún balonazo, sólo sustos. A las incursiones de Aspas, se sumaron tres saques de esquina casi consecutivos que fueron tres casi goles encadenados.

A falta de otros alicientes, durante muchos minutos la principal atracción fue la lluvia. La intriga del diluvio y el ahogamiento masivo superó a la vulgar incertidumbre del partido. La suerte es que Galicia drena con tanta eficacia que al poco tiempo riega Nueva Zelanda. De otro modo, el estadio hubiera acabado como un pecio.

El Madrid espabiló a la fuerza cuando marcó Bermejo y el partido sin filo comenzó a arañar en cada jugada. Özil mejoró lo hecho por Di María, que había sido poco o nada, y el Celta, al que ya se le habían caído las medias, se vio por primera vez agobiado y sufriente.

Cristiano no lo estaba menos. Su vergüenza torera sólo encontraba el desahogo de los disparos desde fuera del área, atajados por Sergio con una seguridad que pocos porteros tienen. El Madrid no tenía más plan que ese: Cristiano. Y Varane en busca del gol del cojo. Parece poco para un equipo tan exuberante y para un técnico tan sofisticado. No es injusto el resultado. Indica la superioridad que fue y la emoción que viene: el 9 de enero en el Bernabéu.

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