NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Liga Adelante | Tenerife 1 - Las Palmas 1

Quiroga se carga a Mandiá

El técnico, cesado a última hora de la tarde. Melli adelantó a los locales en el 52?. Los amarillos igualaron en el 87?. El Tenerife sigue colista

Manoj Daswani
<b>ESTRATEGIA. </b>Casi todo el peligro creado por ambos conjuntos llegó por medio de faltas cerca del área y de saques de esquina, donde los metas tuvieron demasiado trabajo.
ESTRATEGIA. Casi todo el peligro creado por ambos conjuntos llegó por medio de faltas cerca del área y de saques de esquina, donde los metas tuvieron demasiado trabajo.

El empate ante Las Palmas le ha costado la cabeza a su técnico, Juan Carlos Mandiá, quien no supo sacar al equipo blanquiazul del último puesto, y que ya no se sentará en el banquillo pasado mañana, contra el Granada.

El derbi de la desesperación y la agonía resultó ser un partido de más colmillos que melodías. Ayer hubo disputa donde faltó fútbol y pasión donde no hubo talento. Dos de las versiones más raquíticas de los equipos representativos de Canarias cruzaron sus fuerzas en un envite que respondió a las expectativas sólo por lo vibrante, nunca por lo estético.

El marcador final (empate a un gol) fue una esclavitud al pánico para el Tenerife, aquel de los equipos con más urgencias en la clasificación. El gol postrero del argentino Quiroga, héroe amarillo, tuvo efecto triple: dejó agotado el crédito ya diminuto de Juan Carlos Mandiá, enmudeció al Heliodoro y consiguió levitar a Las Palmas. Y todo en un segundo.

Es curioso que el mismo botín, un punto, traiga honores para los unos y pena infinita para los otros. Es así no sólo por el desarrollo de los acontecimientos -el cuadro blanquiazul fue aquél que vio cómo le empataban a un suspiro del final, a tres minutos del cielo- pero también porque la igualada vale a la Unión Deportiva para poner pies en polvorosa (provisionalmente) mientras hunde todavía más a los que aún ayer dirigió Mandiá.

El encuentro fue trepidante. Bajo los acordes de la banda sonora del Heliodoro, envuelto de nuevo en sus mejores galas, salió el Tenerife a morder, acuciado por las circunstancias. En la grada a las once no hubo atisbo de drama y el partido, a todas luces, fue una fiesta. Enorme estuvo la grada chicharrera, infatigable al desaliento, y como una de las mejores de España derrochó creatividad, ingenio y arte con mosaicos y pancartas gigantes.

El duelo de aficiones sí fue de Primera. Respecto al fútbol, da la impresión de que le pudo el miedo al entrenador anfitrión, tal vez el gran perdedor de la mañana, pues respondió con contención (Sicilia fue el vigilante de Jonathan Viera) a la baja por lesión de Mikel Alonso y a su particular prueba de fuego.

El derbi iba a calibrar si realmente valía este técnico para reorientar al Tenerife. Visto el resultado, quedó claro que no. Aun así, enseñó el partido una versión aseada de los blanquiazules, que empezaron adueñándose del balón sin crear peligro ni grandes ocasiones.

Así, fueron de Aragoneses las intervenciones más providenciales en la primera media hora. A Quero, le salvó dos remates seguidos.

Al ecuador del clásico, eso sí, se llegó sin goles. Así, fue en la segunda parte cuando los fuegos de artificio dieron paso a los disparos de verdad. Que se lo pregunten al meta Barbosa, incapaz de atajar el cabezazo certero de Melli (51') en la jugada del gol blanquiazul, consecuencia de un córner bien ejecutado por Omar y de una mala actuación de la zaga amarilla. Parecieron las dos defensas como hilos de plastilina, así que no fue novedad que la pifiaran (otra vez) los jugadores de atrás.

El 1-0 parecía definitivo. De hecho, era lo más parecido a una gigantesca zancada del Tenerife hacia el objetivo de los puntos relucientes del clásico por antonomasia. Estaba Las Palmas casi en la lona y los blanquiazules viajaban a una victoria que podría ser el inicio de la resurrección.

Los cambios. Pero conseguido lo más difícil, anotar, iba a asistir la grada a otra atrofia inextricable de Mandiá (cambió a tres futbolistas de banda, relevó a un Kome aún con gasolina en el depósito y así desabasteció de balón a los suyos) antes de que el figurín Quiroga se hiciera con el gobierno de la mañana en el mejor día de su vida.

A estas alturas sobra decir que ganó Paco Jémez la partida de los cambios y que el argentino salió a hombros. Primero avisó, y luego ya no. Recibió un centro, contempló el cuero, armó el gatillo y disparó. Así feneció el conjunto blanquiazul. El gol supo a hiel en Tenerife. En Las Palmas significó la gloria, tanto para el equipo como para la afición amarilla.

Las aficiones, lo mejor del clásico

Las hinchadas del Tenerife y Las Palmas dieron toda una lección. Los blanquiazules, con su equipo colista y sufriendo las penurias de su peor temporada en mucho tiempo, casi llenaron el Heliodoro. Los aficionados amarillos "obligaron" a sus jugadores a salir de nuevo al campo para ovacionarles.