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supercopa | barcelona 4 - sevilla 0

Dulce monólogo del supercampeón

Tarde feliz en el Camp Nou con monólogo, remontada y Supercopa para un Barcelona totalmente reconocible ya con sus campeones del mundo. Un Barça que volvió exactamente donde lo dejó al término de la temporada pasada y que sumó el octavo título de la era Guardiola. Un primer tiempo primoroso volteó el 3-1 de la ida con gol en propia puerta de Konko y doblete de Messi, que selló después el 'hat-trick'. Debutó Villa, brilló Xavi, lució Iniesta, avasalló Leo... superioridad total ante un Sevilla acogotado y con concesiones a la Champions en su alineación inicial.

<strong>MESSI RUBRICA LA EXHIBICIÓN DEL BARCELONA.</strong>
MESSI RUBRICA LA EXHIBICIÓN DEL BARCELONA.

La Supercopa seguirá, como hace doce meses, en el Camp Nou. Octavo título y enésimo ejercicio de estilo de la era Guardiola en un partido que prometía cuchillos largos y que dejó en realidad un dulce monólogo de un Barcelona cuya superioridad fue atronadora y en el que sonrieron todos. La directiva entrante por su feliz estreno, los campeones del mundo por su regreso con el duende incorruptible, la afición por el patentado fútbol de frac y hermosa energía... todos felices. Todos salvo el Sevilla, convidado de piedra... y quizá Ibrahimovic, relegado al banquillo y sin minutos tras una semana en la que todos hablaron de él menos el que más tenía que hacerlo.

Para el Sevilla fue primero un incordio y luego una tortura. En plena canícula de agosto resulta terrible comprimir en menos de diez días cuatro partidos en los que te juegas un título (la Supercopa) y media temporada (la previa de la Champions). Atribulado por el 1-0 de Braga y a tres días de la vuelta, Antonio Álvarez lo fió a un equipo de músculo y contención con una delantera improbable: Negredo y Alfaro. En el campo, el incordio se convirtió en suplicio por obra y gracia del vendaval de fútbol que propuso el Barcelona y ante el que el Sevilla fue un espectador cuando tuvo que achicar, totalmente desbordado, y un juguete roto cuando debió, ya contra las cuerdas, cambiar la inercia del partido. Devorado, apenas inquietó. Demasiado músculo y poca luz más allá de las contadas intenciones de Navas, desasistido y retrasado, y Perotti, que entró en la segunda parte junto a Luis Fabiano y Cigarini.

Xavi dirige, Messi ejecuta

El experimento de la ida, la alternativa total a la cantera, dio paso a un Barcelona reconocible y exquisito. Con los campeones del mundo, con su filosofía intacta y con, por fin, una remontada que llevarse a la boca. Lo único que le faltaba al equipo de Guardiola, que no suele necesitar esfuerzos heroicos por su propia infalibilidad y que no lo encontró cuando tanto la anheló ante el Inter. Como entonces había que levantar un 3-1 pero a diferencia de entonces el Barcelona ofreció su mejor versión y percutió de forma salvaje en un primer tiempo primoroso y brutal (3-0 al descanso). Con Valdés en la portería, Piqué en el eje de la defensa, Busquets como escoba y Xavi como varita mágica, Guardiola reafirmó sus reales con Ibra en el banquillo y, en el campo, el tridente que sacó las castañas del fuego en la recta final de la última Liga: Pedro, Bojan, Messi.

Todavía incompleto (Puyol descanso, Iniesta y Villa entraron en el segundo tiempo), el Barcelona se reencontró en toda su gloria. Tocó y tocó, acaparó el balón y propició un desequilibrio escandaloso en la posesión, se movió sin balón y fue rápido y vertical. Desde el eje Alves-Xavi-Messi y con la pujanza de Pedro, el juego llegó en cascada y los goles por inercia y siempre fruto del delicado pero salvaje encanto de este equipo. Konko remachó en su portería el primero tras jugada de Pedro y Messi marcó los dos que sellaban el vuelco con exquisitas definiciones ante Palop tras asistencias superlativas de Xavi (desde el centro del campo, atravesando dos líneas y cinco rivales) y Dani Alves.

En el segundo tiempo el Sevilla apenas lo intentó, sin convicción y a años luz del balón. El Barcelona combatió el pecado de la relajación con la entrada de Villa e Iniesta, que generaron un avispero de fútbol total que revolcionó la recta final del partido y que dejó, casi en el descuento y entre electricidad y fútbol de salón, otro gol para enmarcar con combinación del asturiano y el manchego y remate, esta vez a placer de un Leo Messi con el hambre intacta.

Ese postrero gol fue el broche de oro para el partido, pero fue más cosas. Un premio para un equipo fascinante y una demostración de que Villa encaja como un guante en el esquema de Guardiola y rodeado de Iniesta, Messi y Xavi. Y seguramente la prueba irrefutable, el carbono 14, de que el Barcelona sigue ahí, con el hambre y el estilo fuera de discusión y armado otra vez hasta los dientes para una temporada que ya está abierta y que promete otra vez emociones salvaje tras comenzar como comenzó y terminó la anterior: con lección de filosofía, exhibición de fútbol y título para el Barcelona.