"Ya se nos ha quitado el miedo a competir"

Esto hay que disfrutarlo a tope mientras que dure". El "esto" al que alude Jaime Lissavetzky es el dominio de España en prácticamente todas las disciplinas, lo que el secretario de Estado viene bautizando como "la Edad de Oro del Deporte Español". Se refiere, por supuesto, al Mundial de Sudáfrica, la joya de la corona. Pero también a la conquista de ese mismo título, en lo que va de siglo XXI, en baloncesto, balonmano, waterpolo, Fórmula 1, motociclismo, natación sincronizada, hockey patines, ciclismo, tenis, gimnasia, piragüismo...

"¿Por qué somos los mejores en tantos deportes?", le preguntamos a Lissavetzky en su visita a AS, tres días después de que Iker Casillas levantara la Copa del Mundo en Johannesburgo y España cazara la última pieza de la colección, la pieza mayor.

Lissavetzky comienza la explicación con una anécdota: "Cuando la Selección jugó en marzo en Saint Denis contra Francia (España ganó 2-0), un señor se me acercó y me dijo: 'Usted es español, ¿no? Pues quiero felicitarle. Estoy harto de que en mi país jueguen los altos y negros, y en el suyo lo hacen con los bajitos y nos dan una lección". El secretario de Estado intenta demostrar con este ejemplo que las condiciones atléticas que muchas veces derivan de la raza no siempre son determinantes. "Mover el balón tan rápido es una cuestión neuronal. Al hilo de esto, en un periódico de Sudáfrica leí dos cosas que me hicieron gracia. Una decía: 'Los jugadores españoles son como los niños, que cogen la pelota y no se la dejan a nadie'. Y la otra: 'Pedrito es como una avispa encerrada en un Mercedes".

Barcelona 92.

Hay más razones, claro. "En la encuesta que encarga el CSD sobre práctica deportiva, la gente opina en un 95% que los éxitos deportivos no son fruto de la casualidad. Yo creo que nacen de las actuaciones que se llevaron en los Juegos de Barcelona 1992. Se dijo: '¿Qué se necesita para obtener medallas?'. Y se puso. El modelo se ha mantenido en parte hasta hoy y, aunque hubo un freno hasta el 2000, nos ha traído a lo que somos ahora".

España ha evolucionado notablemente en infraestructuras. Para los deportistas de élite: "Tenemos unos cuarenta centros de alto rendimiento y tecnificación. Hay muchos países que nos quieren copiar. Siete u ocho dependen directamente del Consejo Superior de Deportes; luego hay otros que gestionan las comunidades autónomas, aunque siempre con la autorización del CSD". Y para el deportista de a pie: "Cuando la Democracia avanzó, ya tenía todo asfaltado y las necesidades más básicas cubiertas, entonces se pensó en la práctica del deporte. Eso empieza en las instalaciones municipales, que acercan el deporte a los ciudadanos, y continúa con las comunidades".

Nada de esto se podría hacer sin dinero. "La financiación, tanto la pública como la privada, también está siendo óptima, y más ahora con la nueva fiscalidad. Ahora la pública va a bajar algo por la crisis, pero lo bueno es que podemos vivir de lo mucho que hemos hecho antes".

El deporte profesional ha colaborado igualmente en la mejora de los resultados. "Ahí hablamos fundamentalmente de los clubes y de su trabajo con las canteras. El ejemplo del Barcelona es evidente, lo hemos visto en este Mundial. Pero el Real Madrid, aunque luego no tenga reflejo en su plantilla, también ha distribuido a muchos de sus jugadores por los equipos de Primera División".

El deportista.

También ha cambiado "la percepción que se tiene del deportista, al que ahora se respeta más. Voy a poner el ejemplo de José Luis Abajo, Pirri, que con un bronce olímpico en esgrima es una persona muy respetada socialmente y por las instituciones, y vive de su beca libre de impuestos".

Una vez que al deportista se le ha dotado de todos los medios posibles, ya sólo queda él. Solo ante el vértigo y la responsabilidad de ganar. "Ahí entra ya el aspecto psicológico: ya se nos ha quitado el miedo a competir. Y eso también se trabaja. Por ejemplo, si en judo perdíamos antes con los asiáticos, pues ahora los llevamos a competir a los campeonatos de Asia. Irse a jugar fuera de España también ha ayudado muchísimo. Arbeloa, Cesc, Xabi Alonso o el mismo Fernando Torres seguramente son ahora mejores porque han tenido que buscarse la vida y madurar fuera de aquí...".

"¡Ah! Y luego existe una cosa que yo llamo el '¿y por qué no?' ¿Y por qué no vamos a ganar en la hierba de Wimbledon si lo hacemos en la tierra de Roland Garros? ¿Y por qué no en el Mundial de baloncesto? Ahí lo tenemos... ¿Por qué no?".

La borrachera de éxito no hace perder la perspectiva a Lissavetzky, al que le consta que todavía quedan asignaturas pendientes. El atletismo: "Este deporte hay que medirlo con la realidad europea, y lo veremos este año los Campeonatos de Barcelona. Porque en el mundo, en velocidad son superiores norteamericanos y caribeños, y en fondo, los africanos". La natación: "En sincronizada y waterpolo estamos bien, y en la tradicional se va mejorando". El rugby: "En la disciplina a siete, que ahora es olímpica, sí somos buenos, las chicas ganaron el Europeo el pasado domingo. Pero a quince no progresamos, no sé por qué... ¿Los campos duros? Quizá sea eso".

Ellas.

A propósito de chicas, los resultados femeninos parecen llevar un ritmo más lento. "Es el tema de la igualdad de género, una batalla en la seguimos luchando en este país. Pese a eso, la mujer ha progresado mucho, tanto en resultados como en la práctica deportiva".

El próximo reto del deporte español es organizativo: la candidatura conjunta con Portugal para la Copa del Mundo de fútbol de 2018 o de 2022. "En condiciones normales, haber ganado el Mundial de Sudáfrica debería influir para bien. Pero nunca se sabe...". Lo sabremos, el 2 de diciembre. ¿Otro triunfo español?