Liga BBVA | Getafe 2 - Real Madrid 4

Entre Higuaín y Cristiano

Los delanteros del Madrid marcaron a pares y fulminaron al Getafe. Parejo y Pedro León maquillaron un partido con más goles que historia

PROFESOR, TOME NOTA. Cristiano exhibió su depurada técnica controlando el balón bajo la atenta mirada de Pellegrini.

Se esperaba un partido reñido y el Madrid marcó tres goles en los primeros 22 minutos que fueron cuatro a los 36. Si dijera que no quedó nada después de aquello mentiría. Quedó una ausencia de tensión que alternó errores y bostezos, en la proporción aproximada de una cabezada por cada cinco pases malos. Es decir, una siesta completa. Y no excluyo a los jugadores del sueño reparador.

Conviene, no obstante, empezar por lo bueno, que también lo hubo. A los once minutos, Higuaín provocó una falta en la frontal, clara. Cristiano colocó la pelota como suele y la atacó como acostumbra, con la concentración mística de los toreros cuando entran a matar. Acto seguido, la pegó como él sabe y nadie copia. Resumen: gol por la escuadra que defendía Ustari. Guardaremos nuestros reproches al portero para más adelante.

Higuaín marcó el segundo por incomparecencia de la defensa del Getafe. Repasado el vídeo, se desconoce su paradero. Van der Vaart dio el penúltimo toque y el argentino marcó a placer. Apenas cuatro minutos después, repitió. Gago le asistió con un pase primoroso y don Gonzalo lo coronó con un preciso regate al portero y un impasible remate a la red. Veintidós.

Dije Gago y lo mantengo. Entre lo poco que se pudo distinguir, se vio que encaja con Xabi y que el equipo gana en circulación con su presencia. No hay que afligirse mucho, siempre pasa otro tren.

El cuarto gol fue cruel. Después de varios acercamientos (Granero, Ramos en plancha), Cristiano partió desde la banda derecha en dirección al ojo de las agujas. Nadie le dio el alto. Mario salió a su paso con tan escaso convencimiento que fue ignorado. Cristiano bailó sobre el balón y lo lanzó como quien dispara una ballesta. Nunca sabremos cómo habrían quedado los guantes de Ustari si los hubiera puesto como corresponde.

Contagio. Los errores se multiplicaron a partir de esa frontera. Sin tensión alguna, los futbolistas se humanizaron tanto que el partido se aproximó pavorosamente a nuestros domingos pachangueros. En ese ambiente de picnic marcó el Getafe. Casillas se dejó robar un balón que había perseguido hasta la frontal y Parejo, antes ladrón, anotó a portería vacía. Iker pidió falta, increpó al chico y hasta se descubrió el tobillo lastimado clamando justicia. Lo que le dolía, evidentemente, era el amor propio. No sé quién dijo que no habría poesía sin corazones rotos y tampoco sé por qué lo repito yo ahora. Lo cierto es que la felicidad es poco intrépida y es muy posible que ya me esté desviando de la cuestión.

En la segunda mitad el Madrid quiso ahorrar tantas fuerzas que acabó hibernando. Fruto de esa congelación marcó el Getafe. Pedro León, toda la noche lejos de sí mismo, aprovechó un rebote para acortar distancias. En esa mínima intriga se pasaron los minutos finales, tan cerca del gol los unos como los otros. Pudo hacerlo Cristiano al contragolpe y pudo conseguirlo de nuevo Pedro León, pero tropezó con Casillas, esta vez motivado por las críticas de hoy.

Lo más hermoso, no cabe duda, fue el marcador final, generoso y orondo, con dígitos de partido vibrante, el muy mentiroso.

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