"Sería un orgullo ver a Villa jugando en el Real Madrid"

Tuilla, el pueblo de profunda tradición minera que vio nacer a Villa, reposa sobre la ladera que termina en el río Candín. Después de dos graves accidentes (el padre del futbolista vivió uno de ellos) y un gran movimiento sindical, muchas minas cerraron y el pueblo pasó de tener 6.000 habitantes en los 80 a los 1.700 que ahora hay censados. Antes era la minería (aún quedan un par de pozos) y ahora el propio David Villa quienes sitúan a esta parroquia de Langreo (Oviedo) en el mapa.

Muchos de sus habitantes no quieren hacer declaraciones para no empeorar la difícil situación que atraviesa el jugador con el Valencia. Pero reconocemos a Vicente, el mejor amigo de Villa de la infancia. Nos conduce a un pequeño bar. Hay ocupadas varias mesas en las que las fichas de dominó se estrellan con ruido. La gente tiene pocas ganas de hablar, pero los más jóvenes animan la conversación. "Sería un orgullo para nosotros ver a Villa en el Real Madrid", comenta Vicente, que se jacta de haber enseñado al crack a hacer las chilenas.

Consenso.

La mayoría está de acuerdo, y hay menos que lo ven de azulgrana, como Luis Alberto, el presidente del Tuilla CD (de Tercera, del que Vicente es capitán). "Le pega más el estilo del Barça". Alberto, que ha dejado por un momento su puesto de trabajo en la caja de ahorros, discrepa: "Mira el equipo que está haciendo el Madrid. Con Cristiano, Ribéry, Kaká David se saldría". Por la puerta aparece un conocido sindicalista que prefiere mantener su anonimato: "¡Unos autobuses había que poner para ir a Valencia a manifestarnos. No se puede consentir lo que le están haciendo allí!". Nadie más habla mal abiertamente del equipo che, pero se escuchan varios comentarios en el mismo sentido, y también la certeza de que "Villa fue siempre, primero del Oviedo, y luego del Madrid". Jorge zanja el tema: "Para mí, simpatizante del Barça, también sería un orgullo ver a Villa en el Madrid. Pase lo que pase, nos alegraremos por él".

Fuera del bar, las calles están salpicadas de personas sentadas a las puertas de sus casas. También pasean hombres jubilados que se ganaron la vida arriesgándola a 800 metros de profundidad. Faustina, una anciana que por coquetería se niega a hablar de su edad, nos da algunas claves de la personalidad de Villa: "Más de mil veces le he regañado por jugar con el balón. No era capaz de hacer otra cosa. ¡Cuántas veces lo habrá tirado sobre mis trapos tendidos!".

Ya en el colegio, que aún conserva el patio donde Villa dio sus primeros pelotazos, encontramos a Amparo, su profesora de Educación Física: "Desde luego, le costaba más estar sentado en clase que estar corriendo en el patio. No fue muy buen estudiante, pero tenía otro don...".