Pablo García y aquel sueño enterrado...

La mayor obsesión de Sacchi desde que llegó al Madrid es la falta de un eje en el medio campo, un jugador con quite y distribución, que mande, que sea seguro y que le dé criterio a la salida del balón. Esto lo hizo Guti con García Remón, por cierto, pero algunos le siguieron reprochando falta de quite. Luego vino Gravesen, que no es exactamente ese modelo de jugador, sino más bien un luchador potente, de ida y vuelta, al estilo de nuestro Baraja. Se ha disciplinado, por necesidades del guión, a cuidar el sitio y no hacer excursiones. Con eso ha garantizado cierre, pero no es jugador con claridad para el inicio del fútbol del equipo.

Así que eso es lo que se busca. O se buscaba, porque la solución está muy a mano: Pablo García, el hombre que lleva la manija en Osasuna. Un clásico cacique uruguayo, buen jugador, con talento para distribuir y mala uva para cortar. La quita sin miramientos, la distribuye con criterio. Mezcla juego corto y largo, nunca le pierde la cara al partido, es lo que Sacchi llama jugador "para todo el partido, para todos los compañeros, para todo el campo, para todos los campos". Ha sido la piedra angular de este Osasuna que se ha plantado en la final de Copa y también luce los galones de mariscal de campo en la selección de Uruguay, La Celeste.

Claro, que hay reparos estéticos y hasta éticos que oponerle. "Beckham se parece a nuestro proyecto", dijo un día Valdano. Bueno, pues Pablo García no. Es recordman de tarjetas en la temporada que acaba de terminar. Pero es que el Madrid entró en dudas hace un año y ya introdujo (precisamente por insistencia de Valdano) un navajero en el Bolshoi con la contratación de Samuel, que a su dureza innecesaria añade una torpeza entre siniestra e hilarante. Pablo García es duro, pero juega realmente bien. Su llegada sí entierra definitivamente aquel sueño de Zidanes y Pavones, pero es que en aquello ya no creemos casi nadie.

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