Maldini recibe la 'honesta missio'

Tengo leído que Mario dispuso que los legionarios que cumplían veinte años de servicio honorable en las tropas fueran premiados con lo que entonces se llamó 'honesta missio'. Un reconocimiento que les otorgaba, además del honor de una placa de piedra en la que estaban tallados su nombre y sus méritos, una buena granja en alguna provincia. Allí el veterano creaba su familia, disfrutaba de una tranquila vejez y de paso romanizaba el mundo. Caray, pensé, se lo habían ganado. Veinte años en las legiones, de aquí para allá a golpe de calígula, son muchos años. En realidad, la mitad de la vida útil de cualquiera.

Veinte años ha cumplido ahora Maldini, uno de mis jugadores favoritos de siempre. Un defensa diferente de esos abruptos pateadores de cuero y piel, tipos de rompe y rasga que ensucian y envenenan este deporte, todo el deporte. Maldini es un ladrón de guante blanco, un Arsenio Lupin que se lleva la pelota por colocación, por adivinación, por astucia y por habilidad. Y que luego lo juega como los ángeles. Lo traía en la sangre. Ya su padre fue así. Un tipo alto, imponente, uno de los primeros líberos, corrector detrás de la defensa, jugador de facilidad y elegancia. Fue el primero que prestigió aquel puesto, entonces de nueva creación.

Veinte años en un solo club. Los ingleses llaman a esa figura one club man y la valoran como algo que contribuye a la esencia sentimental del fútbol. En estos años en los que los futbolistas cumplen la doble misión de jugar al fútbol y producir comisiones para desahogados comerciantes que los llevan de aquí para allá repartiendo dinero negro con sus cómplices en los clubes, resulta especialmente feliz este suceso. Es bueno que duren los jugadores en sus equipos. Y tiene el mayor mérito cuando se trata de un equipo como el Milán, de exigencia máxima. Y es muy de agradecer cuando se ha estado siempre en el fútbol con esa elegancia. Gracias, Paolo.

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