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Historia de una ruptura anunciada

Gregorio Manzano fue el gran perdedor en aquel pulso que mantuvo con José María Movilla durante su etapa con el Atlético de Madrid. ¿Por qué? ¿Cabezonería típica de entrenador? El caso es que las críticas, muchas veces durísimas y crueles, se cebaron con el técnico jiennense. No había tertulia donde no se defendiera a Movi y se zumbase sin piedad a don Goyo. Y sin embargo, nadie profundizó. ¿De verdad piensan ustedes que un entrenador va a tirar piedras contra su propio tejado?

Manzano no veía a Movilla en su esquema e idea de juego. Es más. Su deseo era traerse a Gonzalo Colsa. Pero no pudo ser. Y desde entonces, el desencuentro. Movilla, un futbolista muy querido en Málaga no encaja en el perfil de bad boy y Manzano, persona cordial y correcta donde las haya, no es ni mucho menos McEnroe montando follones. ¿Tema personal? Puede que algo haya. De todas formas, pienso que el Atlético decidió que Manzano no seguiría en su banquillo el día que el Zaragoza ganó la Copa del Rey, con exhibición impresionante del medio madrileño, que parecía Matthaus. Y bien, ahora, se van a encontrar. Y claro. Ni que decir tiene que no faltarán foros, ámbitos, o ruedas de prensa donde a nuestros dos protagonistas se les interrogue sobre sus malas relaciones. Pero tienen una cosa en común. Son dos grandes profesionales, quieren Málaga y al Málaga y son dos ganadores, pero lo que es la vida. Lo que empezó como un desencuentro deportivo ha terminado con la salida de ambos del Atlético de Madrid, para regocijo de Málaga y Zaragoza que ahora cuentan en su nómina con dos sensacionales profesionales. ¡País!