Eurocopa 2004 | Rep. Checa - Dinamarca

Todos al ataque en Oporto

Nedved contra Tomasson en el duelo más ofensivo

Dice la Biblia que mirar hacia atrás en Sodoma y Gomorra fue convertirse en estatua de sal. Dos milenios después, girar el cuello y abrigarse ha vuelto a ser un pecado mortal para las grandes perdedoras de esta Eurocopa: la Francia de Santini y su 4-4-2, la Alemania de los cuatro centrales, la reservona España de Sáez, Raúl o Valerón... e Italia, la rácana Italia. De la azzurra, Chequia y Dinamarca han importado solamente la contundencia que el Calcio ha inculcado en sus principales estrellas: el juventino Pavel Nedved y el milanista John Dahl Tomasson. Ellos dos son a sus selecciones algo así como un toque de Dolce y Gabana y/o Armani, glamour definitivo para los dos equipos más seductores en Portugal, los que se juegan esta noche los cuartos.

Cierto que los checos han practicado un fútbol mercenario, irregular y rebelde inspirado en Baros, el trigoleador Baros, un tipo amante de la noche que no acaba de explotar en el Liverpool porque un día lo borda y otro no da pie con bola. Portugal le sienta bien a Baros, le está madurando. Al calor de su épica James Dean, Chequia ha remontado dos partidos y eliminado a Alemania en el tercero. Esta noche no habrá concesiones. Enfrente de los checos, el fútbol más racionalizado pero no menos atrevido de la Dinamita Roja. Receta única pero efectiva la de Olsen: balón al pie de extremos clásicos (Jorgensen, Rommedahl, Grönkjaer), que desbordan una y otra vez en busca de gol o de un remate de Tomasson o de Ebbe Sand.

Duda Sand.

Sand, por cierto, es la única duda del partido. Sí es seguro que a Olsen le faltará el lateral Niclas, uno de los cuatro Jensen (apellido danés tan excesivamente común como es el García español) que tiene. Los otros son Peter, Claus y Daniel, medio del Murcia a la sombra del gran Gravesen. El jugador del Everton tiene aspecto y actitudes de pit-bull, pero sus pases llevan el sello y el perfume de un danés con clase: Michael Laudrup.

Hablando de clase: Karel Brückner, el técnico checo. Tiene físico de Papa y mente de ajedrecista, ganó a Alemania plagado de suplentes y hoy vuelve a vestir a su equipo de gala. Con los Koller, Rosicky, Poborsky o Jankulovski, ese lateral-extremo. Todos descansados, al séptimo día de su último partido, qué bíblicos estamos hoy. Y sin mirar hacia atrás: 2.000 años después, Dinamarca y Chequia practican el fútbol orgiástico que se habría jugado en Sodoma y Gomorra de haber existido el deporte rey. Y no es ningún pecado.

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