Mi estrella | Ballack

Elegante hasta mal vestido

Ladislao J. Moñino

Ni la camiseta por fuera resta un ápice de elegancia a los movimientos de Ballack en el campo. El tipo va siempre erguido, tirando de una zancada majestuosa para acercarse al área contraria o para ir al quite de balón. Desprende ese aire que distingue a los grandes jugadores en todo lo que hacen. Proyecta una imagen imperial tanto cuando organiza el juego como cuando quiere culminarlo. Está en esa línea de los centrocampistas alemanes de toda la vida: Schuster, Möller, Matthäus. Representa la fiabilidad alemana con toda la lógica del mundo: es difícil verle hacer algo mal y muy factible apreciarle ejecutar muchas acciones bien.

Puesto en el disparadero por la Prensa de su país antes del inicio del campeonato, una vez más ha emergido como la referencia. Ya lo hizo en el Mundial, en el que debutaba, y lo volvió a hacer el martes ante Holanda. Ya no importa que haya nacido en la antigua RDA para otorgarle el liderazgo de la selección. Hubo quien le hizo ese reproche xenófobo: pero su fútbol le inmuniza para esas majaderías.

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