Una noche más, Carlos Sobera y su equipo abrieron el restaurante más famoso de la televisión para que varios de sus comensales pudieran encontrar el amor en ‘First Dates’. Este espacio de Cuatro suele destacar por seleccionar a personajes de lo más peculiares para que se sienten en sus mesas con el fin de que Cupido haga bien su trabajo. En esta ocasión, llamó (y mucho) la atención la cita que tuvieron Raquel y Carlos.

La madrileña llegaba al programa definiéndose como “espontánea y natural” y que, muchas veces, pecaba de no tener filtro. “Antes de pensar, hablo. Así que a veces meto al pata pero no me importa pedir perdón”, decía Raquel mientras Carlos Sobera la esperaba en el hall del restaurante para acompañarla hasta su mesa. “¿Qué es lo que más te gusta en el mundo?”, preguntaba el presentador. “Hacer el tonto”, respondía muy rápido la concursante. “Te vas acercando bastante a mi personalidad”, replicaba entre risas Sobera.

Minutos más tarde, llegaba su cita: Carlos. Un segoviano que reconocía que “al principio soy una persona distante porque la gente mesetera no suele expresas sus emociones, lo llevan por dentro”. “Creo que ella, nada más verme, ha pensado que soy un poco raro y no le ha faltado razón”, confesaba el concursante.

Uno de los momentos esterales de la noche llegó cuando Raquel definía cómo debe ser su hombre ideal. “No me gustan los hombres que son como el Ken de la Barbie o los metrosexuales de ‘Mujeres y hombres y viceversa’. Alguien que sea limpio, normal”, explicaba la joven de 31 años.

A lo largo de la cena, la cita fue transcurriendo mucha naturalidad y sobretodo, mucho humor. “¿El rugby es lo mismo que el fútbol americano?”, preguntaba la madrileña. “Así resumiendo: tú tienes que coger el balón y llevarlo a la otra punta del campo. Tienes que llevarlo hasta la línea”, explicaba Carlos. “¡Ah sí! Ya me suena”, añadía Raquel tras la explicación de su date.

Finalmente, ambos decidieron tener una segunda cita fuera de las cámaras de ‘First Dates’ ya que tanto Raquel como Carlos coincidían en que una hora no era suficiente para conocer a nadie. “En el rato que hemos estado, me he reído”, decía la joven.