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UN REALITY POR DENTRO

Gracias a First Dates ahora ligo más por Grindr

Me presenté al programa de citas a ciegas de Cuatro y me dieron calabazas delante de toda España. Pero salió bien
Alfred y Amaia a Eurovisión

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Experiencia de concursar en First Date

Salir en un programa con más de 1.639.000 espectadores no te cambia la vida. O al menos no en los aspectos fundamentales. Al día siguiente de mi aparición estelar en uno de los programas más vistos de la televisión nacional, volví a mi trabajo como si no hubiera pasado nada. Así viví el antes y el después de ejercer la democratización mediática.

Lo que no se vio en First Dates

Para tener una cita a ciegas 'delante de toda España' hay que tener valor o ser muy inconsciente. Me presenté a First Dates con un poco de cada, dispuesto a formar parte de un milagro televisivo. No voy a decir a posteriori que fui para echarme unas risas, porque realmente esperaba encontrar algo similar a lo que había pedido, pero ni la guionista del programa es Mary Shelley ni cuando lo grabé era Navidad.

Hay dos maneras de participar en el programa: o les gustas porque te han localizado a través de las redes sociales o te presentas al casting. Yo rellené dos veces el formulario de la página web hasta que me llamaron. De primeras, me pidieron un vídeo describiéndome -el que sale nada más empezar el programa-.También me enviaron un cuestionario bastante extenso con preguntas sobre ideología política, religión, relaciones familiares, preferencias sexuales y situaciones hipotéticas digno de asignatura de subir nota de la ya muerta Selectividad.

El cuestionario, además de ser la mejor carta de presentación, es también el punto más débil para el participante. Sospecho que hasta el conductor que me recogió para llevarme al set de rodaje intentaba sacar algún total para el programa con sus preguntas y sus insistentes comentarios políticos muy contrarios a mis respuestas en el cuestionario.

Aún así, curado de espanto de las entrañas de la televisión, sabía -a medias- a lo que me exponía al presentarme al programa. Como seguidor de First Dates desde sus inicios, tengo la teoría de que hay dos tipos de citas: las de afinidad y las de confrontación. Por eso hay veces que algunas acaban muy bien, otras muy mal y otras que dan la sorpresa. Preparado para lo peor, he de confesar que tenía un plan B que no salió mal del todo.

Lo que se grabó

En mi caso o alguien traspapeló los cuestionarios como si de una película de sobremesa de Antena 3 se tratara o realmente buscaban un encuentro más tenso que una sesión de investidura en 2016. El chico con el que me emparejaron era todo lo contrario a lo que buscaba, incluso en lo físico.

Después de haber visto previamente dos temporadas de Unreal -una serie que trata sobre el corazón de estos formatos- sabía perfectamente que el programa ya había elegido un estereotipo para cada uno, aunque no sabía cuáles. Tras ver la emisión completa, para mí eligieron la etiqueta de homoflexible, que -atención, spoiler- luego me trajo algún que otro dolor de cabeza en Twitter. Casualidad o no, fue mi respuesta al "secreto inconfesable" que pedían en el cuestionario.

Hay varios turnos de rodaje, yo asistí al de por la mañana pero mi cita fue de las últimas, así que solo tuve que fingir que estaba cenando cuando realmente estaba comiendo. No puedo quejarme: hay participantes que desayunan langostino o gazpacho, en el mejor de los casos.

Eso sí, como cada cita tiene una duración de hora y media, la espera -con otros dates que van a promocionarse o a probar suerte- me pasó factura. Como plataforma, First Dates entra dentro del circuito de participantes de otros programas o realities como 'Cámbiame' o 'Got Talent España', más acostumbrados a dar espectáculo o a controlar los nervios ante una cámara.

El comienzo de la cita en sí sirve para aturdir al participante: de repente abren las puertas del set y eres lanzado a la arena, como un toro o un gladiador. Antes de que pudiera recuperarme del shock o salir corriendo, Carlos Sobera me recibió con una calurosa bienvenida en la que pude leer entre líneas que estaba bien jodido. Estaba tan nervioso que ni siquiera le pregunté por lo de la ceja. En realidad ver a Sobera en persona es como reencontrarte con un tío lejano que hace diez años que no ves pero en esos momentos hubiera utilizado el comodín de la llamada para que me rescataran desde el 112.

Dramatización de mi entrada al restaurante de First Dates

Después de saludar a mi cita y pedir un chupitazo de buena mañana, el anfitrión nos acompañó hasta la mesa y nos trajeron la carta del menú. Sí, hay que pagar 15 euros por la cena, pero a cambio te dan 100 para ti y para tus cosas. El ejercicio de naming del menú es bastante picantón y el personal te obliga a recitarlo en voz alta si quieres comer algo durante tu cita. Creo que la macedonia se llama orgasmo de algo. Los nombres los podían haber sacado perfectamente del one-hit-wonder de Antonio y Carmen:

Una vez acomodado en la mesa, ni siquiera te das cuenta de que hay cámaras en el restaurante. Como aclaración: sí, en las demás mesas también hay personas teniendo una cita, aunque no siempre se emiten todas el mismo día. Las malas lenguas apuntan a que son figurantes. Al menos no fue así durante mi grabación.

Durante la hora y media que duró mi cita estuve pendiente del WhastApp, ya que desde el programa pueden enviarte pistas y consejos para que fluya la conversación. Como mi cita fue declarada batalla perdida desde el minuto 1, ni se esforzaron en hacer de Celestina. Tan solo el camarero, Matías, que nos traía alcohol todo el tiempo. El clásico truco del alcohol funcionó, al menos por mi parte, y potenció mi sinceridad, que no pareció gustarle mucho a mi cita. También fui al baño a contarle a mis amigos mi último fracaso emocional y, si algo que me decepcionó de verdad, es que el baño que sale en la tele es de pega. El de verdad se asemeja un poco más a un baño de bar: pequeño, viejuno pero muy limpio, eso sí.

El show continuó y tras una larga espera grabamos los totales que se intercalan entre las escenas del restaurante. Antes de la decisión final pedí a mi redactor que le preguntase a él primero para que me diera el "no", tal y como tenía previsto en el plan B, que se me fue un poco de las manos.

Lo que se vio, el plan B y otras cuestiones

Casi dos meses después, ya me había olvidado de la grabación de First Dates. Supuse que la cinta de mi encuentro quedaría bajo llave en los sótanos de Cuatro bajo la advertencia de contenido altamente aburrido. Al menos para mí -y para más gente como pude comprobar más tarde a través de Twitter- la cita lo fue. Pero no. El pasado siempre vuelve, y el mio volvió en prime time provocando una avalancha de mensajes por todas las redes sociales que en ese momento me arrepentí de tener. Ah, y lo de que la tele engorda es verdad.

La primera impresión de verme en el programa me incomodó, aunque luego supe reírme de mí mismo, igual que de las reacciones que suscitó mi aparición televisiva. Al principio me resultó divertido, luego molesto -muchos mensajes pidiendo explicaciones o sorprendiéndose de que a la televisión pueda acceder cualquiera en el siglo XXI- y finalmente asumí que es algo que va en el precio. Muchas preguntas, muchos 'qué fuerte', mucho hater y sobre todo -y aquí es donde entra el plan B- mucho ligoteo. Las proposiciones duraron días, y necesité un par de ellos para leerlas y contestar a -casi- todas. 

Tal y como fue mi cita, sin química, física o cualquier ciencia medianamente interesante y aplicable a los cuerpos, sumado a las calabazas que me dieron delante de toda España, utilicé First Dates como plataforma para ligar, pero no con mi cita. Como un Grindr, un Tinder o cualquier red social de contactos multiplicada por cien.

Lo que la gente opinó

Y mi conclusión particular

 

 

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