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¿Por qué el 2020 no acabó con las campanadas?

Los expertos recuerdan que el sistema que se emplea actualmente para establecer el inicio de un nuevo año es una construcción social que no se sustenta en la ciencia.

¿Por qué el 2020 no acabó con las campanadas?
CHEMA MOYA EFE

La tradición de comer las uvas en la medianoche del 31 de diciembre al ritmo de las campanadas tiene su origen en los inicios del siglo XX y está plenamente arraigada en España. Se trata de una costumbre con la que recibimos al nuevo año y que siempre viene acompañada de una gran celebración.

No obstante, este paso de un año a otro no se produce automáticamente de esta manera ni siempre se ha estipulado de esta forma. Así lo recuerdan los científicos, quienes señalan el origen social de la celebración de Nochevieja para justificar la actual costumbre.

Construcción social

"Lo que entendemos tradicionalmente por año, tanto en astronomía como en muchas culturas, es ese lapso que tarda nuestro planeta en darle la vuelta al Sol. Asumir que el año termina a la medianoche del 31 de diciembre y empieza el 1 de enero es una construcción social, una definición que se hizo en un momento de la historia. Algo inventado", aclara en BBC News el astrónomo y académico Eduard Larrañaga, del Observatorio Astronómico Nacional de la Universidad Nacional de Colombia.

“Desde el punto de vista astronómico, no ocurre nada especial el 31 de diciembre para decir que es ahí donde termina el año ni ocurre nada especial el 1 de enero para decir que ahí es cuando comienza”, añade el experto. "En realidad, a lo largo de la órbita de la Tierra no hay nada especial ni fuera de lo común que ocurra para marcar el cambio de un año”, concluye.

"Hay que tener en cuenta que la duración de los años nunca es igual debido a que en el Sistema Solar todo cambia", explica Larrañaga, quien relata que por ello los astrónomos han fracasado durante siglos a la hora de calcular con precisión el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol.

El origen del sistema actual

Larrañaga subraya que la duración de 365 días que se otorga a un año (366 en el caso de los bisiestos es igualmente una construcción social, ya que, en realidad, hay muchas otras maneras de medir esta duración. En este sentido, los expertos recuerdan que la manera de calcularlo ha sufrido modificaciones a lo largo de la historia.

El emperador romano Julio César introdujo en el año 46 a. C. el calendario juliano, método que fue utilizado para contar el paso de los años en Europa hasta finales del siglo XVI. En 1582, después de que diversos astrónomos se percatasen de que con este sistema se producía un error acumulado de aproximadamente 11 minutos y 14 segundos cada año, el Papa Gregorio promovió la reforma del calendario que usamos actualmente, introduciendo los bisiestos para corregir los errores de cálculo del calendario juliano, como relata BBC News.