El momento en el que la pandemia se volvió imparable
Gran parte de la comunidad científica coincide en que los primeros casos de coronavirus en el mundo requerían una atención mayor de la que se les dio.
El año 2019 finalizó con noticias sobre un nuevo virus que se había detectado por primera vez en Wuhan (China) y la sociedad observaba con asombro las formas llamativas con las que las instituciones del país oriental y sus ciudadanos trataban de evitar los contagios. Mientras tanto, el resto del mundo mantenía su ritmo de vida normal hasta que las infecciones y muertes a causa del SARS-CoV-2, el virus de la COVID-19, comenzaron a crecer de forma inmensa. Tanto es así que han padecido la enfermedad más de 80 millones de personas y casi 1,8 millones de pacientes han fallecido.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a finales de enero el brote de coronavirus en Wuhan como una emergencia de salud pública, aunque pidió que no se suspendieran las comunicaciones ni el tráfico de personas con el país chino. El propio Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) y la cabeza visible en la gestión de la pandemia en España, aseguraba el 16 de febrero que le “sorprendía” el exceso de preocupación en el país, mientras comparaba la nueva enfermedad con la gripe estacional.
La comunidad científica intenta investigar cuál fue el momento en el que la transmisión se volvió mundial y su control se convirtió en un imposible. Dentro de este grupo, hay expertos que señalan momentos clave, mientras que otros argumentan que es el propio virus quien guarda la respuesta debido a su gran capacidad de contagio.
“Hay que ser sincero con las personas”
El profesor asociado en la Escuela de Salud Pública Chan en Harvard (Massachusetts, Estados Unidos), William Hanage, ha explicado que desde el mismo 28 de enero comenzó a considerar la enfermedad como una pandemia. “Resulta esencial concienciar a la población para que actúe y se produjo un retraso vital en ese sentido”, ha subrayado.
El profesor ha contado cómo en reuniones de científicos se temía ya la evolución del virus desde principio del año. “Los compañeros hablaban de gente tosiendo en los aviones y rápido tuvimos evidencias de trasmisión fuera de China”.
“La primera regla para gestionar una pandemia es ser sincero con la población. No obstante, los ministros de Sanidad banalizaron la enfermedad hasta el mes de marzo”, ha añadido Hanage.
Brote en Italia
Para Hanage, uno de los puntos de “no retorno” fue la respuesta de los países frente al brote producido en el norte de Italia, que fue el desencadenante de la transmisión del virus por todo el continente europeo. “La mayoría de países no prestaron atención a lo que estaba ocurriendo en el país transalpino”, ha lamentado.
Además, el profesor achaca la ausencia de responsabilidad, no solo entre las instituciones políticas sino que también entre una sociedad que “elude las medidas si les afectan al desarrollo de su vida cotidiana”.
Rápida intervención en Alemania y Estados Unidos
Mientras tanto, un artículo publicado en la revista Science por Michael Worobey y otros científicos plantea que países como Alemania o Estados Unidos actuaron rápido y evitaron que los primeros contagios se manifestasen de forma masiva en todo el territorio. Sin embargo, fue la importación de nuevas infecciones las que supusieron el inicio de la transmisión en estos países.
Un ejemplo es la repatriación de 40.000 residentes estadounidenses en China que fueron repatriados a pesar de que Trump había prohibido la entrada de ciudadanos chinos al país en el mes de febrero. “Este hecho desencadenó los principales brotes en Estados Unidos”, asegura Worobey.
Diferencia entre fallecimientos y altas médicas
Por último, el investigador de la Universidad de Cambridge, Peter Forster, ha señalado que el momento en el que temió que la situación podía afectar a todo el mundo fue cuando, durante el mes de enero, analizó las cifras de decesos y recuperaciones en China.
“Ahora sabemos que se debe a que no se registraban ni se conocían muchos contagios asintomáticos, pero las cifras eran suficientes como para que sonase la voz de alarma”, ha concluido.