Fallece una chica de 22 años tras ser operada de un tumor cerebral y estar dos meses sin tratamiento
La mujer ha sufrido la escasez de medios durante la pandemia del coronavirus, ya que murió antes de tener los resultados de la biopsia.
La crisis sanitaria en España es real, y no solo por las cifras de fallecidos por coronavirus que salen cada día en los medios, sino también por aquellos que pierden la vida como consecuencia de recibir menos atención por parte del sistema sanitario. Es el sobrecogedor caso de Lidia González, una joven de 22 años que falleció en julio tras estar dos meses esperando a recibir un diagnóstico al haber sido operada de un repentino tumor cerebral.
Lidia García, la madre de la chica, ha relatado en una entrevista a El Norte de Castilla un ejemplo que puede ser perfectamente un reflejo del colapso en la sanidad española. “Había que poner nombre y apellidos al cáncer que padecía para que el oncólogo de Burgos pudiera ponerle un tratamiento cuanto antes”, explica, y los resultados de la biopsia llegaron demasiado tarde.
Lidia González era de Burgos, pero trabajaba como higienista dental en Palencia, y en pleno confinamiento empezó a notar mareos, náuseas y a ver mal. Rápidamente fue a Urgencias y después la mandaron al Cínico de Valladolid, donde fue operada de un tumor cerebral de grandes dimensiones. “Pasó allí diez días completamente sola hasta que la operaron por fin el 14 de mayo”, relata la madre, como comienzo del despropósito y el calvario sufrido.
Dos meses sin diagnóstico y sin poder hacer nada
Una vez operada, González fue dada de alta y mandada a casa “con un paracetamol” y la indicación de “ir reduciendo la cortisona”, quedándose "abandonada y sin tratamiento", realmente como algo provisional hasta saber el resultado de la biopsia del tumor extirpado, que la familia explica que “mandaron a León”.
“Los resultados tardarían solo unos días”, se lamenta la madre, recordando las palabras que recibieron. Sin embargo, pasó una semana sin noticias y decidieron pedir información. “A los diez días de llamar, llegaron a recriminarle que era muy pesada”, cuenta la prima de la fallecida.
Lidia González empezó a empeorar de manera grave y rápida. “El día 25 de junio volvimos a la consulta con la neurocirujana que la había operado en Valladolid porque mi hija tenía mucho temblor en las manos, se levantaba y apenas sabía caminar, y se le olvidaban mucho las cosas”, relata la madre, y denuncia el trato recibido: “La doctora no se levantó ni de la mesa y solo preguntó que cuándo teníamos cita con el oncólogo, que se lo explicásemos a él”.
El coronavirus pudo retrasar los trámites
“Nos llegaron a decir en el Clínico que si nos pensábamos que las pruebas tardaban poco, que había un montón de trabajo con el coronavirus. Mi hija no ha muerto de COVID, pero lo ha pagado igual”, sentencia la madre de la fallecida.
Lidia González falleció el pasado 12 de julio, sin diagnóstico, sin saber qué tipo de cáncer era, sin un tratamiento para poder recuperarse por el retraso y el lío de los médicos, y acompañada únicamente por su familia. Los informes finalmente llegaron cuando ya era demasiado tarde. “La dejaron morir sin decirnos qué estaba pasando”, denuncia Lidia García. Y concluye: “Quiero que se sepa la injusticia que se ha cometido con ella”.