Vacuna de la gripe: ¿por qué no siempre es eficaz?
La efectividad de la vacuna de la gripe queda en entredicho tras un estudio de la Universidad Washington en plena carrera por la vacuna de la COVID-19.
En plena pandemia por el coronavirus estamos viendo las dificultades que tienen los expertos de todo el mundo para patentar una vacuna que sea eficaz, así como los pormenorizados procesos por los que el medicamento ha de pasar antes de ser mundialmente reconocido y homologado para la prevención de una enfermedad. De hecho, muchas veces ni siquiera estos medicamentos son 100% eficaces y tienen que estar en constante revisión por parte de los investigadores.
Pues bien, esto es lo que ocurre con la vacuna de la gripe según un estudio de la Universidad Washington, que asegura que protege menos a las personas que hayan tenido más contacto con otras cepas de la enfermedad. El sistema inmunitario se estimula frente a infecciones anteriores en vez de hacerlo ante las inyectadas en la vacuna, por lo que la continua exposición al virus haría que el medicamento no fuera útil.
El caso es que la vacuna de la gripe siempre ha tenido la fama de funcionar regular, hecho que también confirma el estudio al decir que la capacidad de la vacuna como protector es de entre el 40% y el 60% en un año típico. En un año malo, como fue 2018, únicamente protegió a un 25% de los vacunados.
Por ello, en el trabajo recogido en la revista Nature, afirman que la inmunidad parcial desarrollada repetidas veces podría influir con la respuesta de la vacuna, que reconocería las cepas antiguas e ignoraría las nuevas. La solución es sencilla para Ali Ellebedy, autor principal de la investigación: “vacunar cada año a la población es necesario para la salud pública pero muy costoso e ineficiente”, por lo que habría que desarrollar una vacuna única en vez de una nueva anual.
La inmunidad duradera
La clave para poder obtener una inmunidad duradera reside en los ganglios linfáticos, donde las células inmunes transportan al agente infeccioso la primera vez que una persona se expone a un virus. Allí, las células B vírgenes comienzan a producir anticuerpos para combatir la infección. Cuando esta última es derrotada, alguno de los anticuerpos se queda en el cuerpo como células B de memoria de larga duración. Cuando el paciente vuelve a exponerse al virus se generan anticuerpos mucho más rápido siempre y cuando se trate de la misma cepa, no funcionando así si se tratase de otra cepa diferente.
Por ello, el objetivo hacia el futuro ha de ser “actualizar el sistema inmunológico con las nuevas cepas y promover estrategias para impulsar los centros germinales como un paso hacia una vacuna universal”.