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El estudio que compara 14 dietas y no se casa con ninguna (ni siquiera con la mediterránea)

Una investigación publicada en la revista BMJ concluye que, aunque se logra perder peso y mejorar marcadores relacionados con la salud cardiovascular, como la presión arterial o el colesterol, los beneficios son efímeros.

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¿Y si la mejor dieta es la que no se hace? Puede que resulte pretencioso a la par que contradictorio afirmar que todas las dietas funcionan en su objetivo primigenio pero ninguna sirve mejor que otra a la hora de adelgazar o mejorar determinados marcadores relacionados con la salud cardiovascular, como la presión arterial o el colesterol, en personas con soprepeso u obesas.

Pero es ni más ni menos lo que concluye un reciente estudio internacional encargado de comparar los efectos de 14 dietas, unas más populares que otras, en un intento de arrojar algo de luz a un mundo caracterizado por un concepto muy publicitario: overpromise. Es decir, prometer algo difícil o directamente imposible de cumplir, venderlo, y generar la consiguiente insatisfaccion en el esperanzado consumidor.

Y sí, entre las dietas analizadas también está la mediterránea. Y la dieta Paleolítica, la dieta Atkins, la dieta Portfolio, la dieta South Beach, la dieta Ornish o la dieta DASH por nombrar algunas de las que integran la comparativa y que son las más extendidas y recurrentes.

El resultado de la misma, publicado en la revista BMJ, concluye que todos los patrones alimentarios estudiados tienen un efecto similar con fecha de caducidad tras analizar los datos de 22.000 pacientes que seguían una de las dietas: tras seis meses las personas, en relación con su dieta habitual, habían perdido de media entre 4 y 5 kilos independientemente de su elección y hubo mejoras en la presión sanguínea y el colesterol.

Comparativa de las 14 dietas seleccionadas tras 6 meses.

El problema es que falló la adherencia -la capacidad de mantener en el tiempo la dieta- y los beneficios se esfumaron al cabo de 12 meses porque en muchos casos mantener las restricciones es inasumible. La reducción de peso tras un año de seguimiento disminuyó, y aparte de la dieta mediterránea en lo referente al colesterol, las mejoras en los factores de riesgo cardiovascular desaparecieron en gran medida en todas.

Corto plazo vs largo plazo

Llegados a este punto, parece claro que todas las dietas seleccionadas cumplen en cierta medida el objetivo pretendido: asegurar una pérdida de peso y mejorar la salud cardiovascular y eso, en sí mismo, no es una mala noticia. Lo que ocurre es que los resultados están demasiado ligados al corto plazo y ahí radica la principal crítica que podemos hacer a las dietas, tengan el ‘apellido’ que tengan: no sirven para adelgazar con éxito.

Quien se abraza a ellas con la esperanza de que logrará resultados puede que vea cumplidas sus expectativas al principio, pero en lo que a la alimentación se refiere el planteamiento debería ser más el de una carrera de fondo: se necesita tiempo para perder grasa pero no masa muscular, y mantener la pérdida a largo plazo. Es la única manera de asegurar que mejorará la salud y se reducirá el riesgo de sufrir determinadas patologías crónicas.

¿Cuál es la receta ahora que parece que la mejor dieta es la que no se hace? Pues básicamente dejar de comer peor (adiós alimentos ultraprocesados), aprender a comer bien (hola frutas y verduras) y hacer al menos 30 minutos de ejercicio al día. Como hemos comentado la clave está en la adherencia y tanto en la alimentación como en la actividad física debemos escoger aquellas opciones que seamos capaces de mantener en el tiempo. Se trata de que se covierta en la norma y no en la excepción.