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El ayuno intermitente, ¿alarga la vida?

Un neurocientífico de la Johns Hopkins Medicine sostiene que los ciclos sin ingerir alimentos serán incorporados pronto junto a otros consejos sobre dietas.

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Mesas vacías a la hora del desayuno.
Alex Holyoake Unsplash

El ayuno intermitente se ha convertido en una dieta popular a pesar del debate entre los expertos. Un estudio de 2018 de la Universidad de la Pompeu Fabra (UPF) determinó que «con el análisis de las evidencias disponibles, se ha concluido que, hoy por hoy, la práctica del ayuno esporádico o intermitente por motivos de salud no tiene justificación científica». En cambio, la Sociedad Española de Nutrición y Medicinia Ortomolecular sostiene que «es una herramienta eficaz para abordar numerosas enfermedades crónicas». Desde Estados Unidos llega un nuevo argumento con un estudio de más de 25 años de duración.

El neurocientífico de la Johns Hopkins Medicine, Mark Mattson, ha publicado en la Revista de Medicina de Nueva Inglaterra un informe en que incluye su propia experiencia durante los últimos 20 años sobre el ayuno intermitente. El profesor quiso aclarar si los ayunos cíclicos pueden ayudar a los pacientes y acabó una conclusión prudente pero avanzada: «el ayuno intermitente podría ser parte de un estilo de vida saludable» pero algunos investigadores «no entienden completamente los mecanismos específicos del cambio metabólico».

Dos tipos de ayuno intermitente

Según el experto, hay dos tipos de dietas de ayuno intermitente. En el primer caso, se reduce el horario de alimentación a menos de ocho horas diarias. «Comer en un intervalo de sólo seis horas durante la mañana y ayunar las 18 horas restantes, mejora la función pancreática, la sensibilidad a la insulina, la tensión arterial y el estrés oxidativo», según la Sociedad Española de Nutrición y Medicinia Ortomolecular. En el segundo, se escogen dos días de la semana en que se moderará la ingestión de comida. Un estudio de la Universidad del Sur de Mánchester con este segundo ritmo comprobó en mujeres que perdían el mismo número de calorías que con una dieta normal pero que mejoraba su sensibilidad a la insulina (un factor de prevención de diabetes) y que reducía su abdomen (para adelgazar). Además, una investigación de la Universidad de Toronto también ha relacionado el ayuno intermitente con una mejora en la retención de la memoria, aunque la comunidad científica prefiere recoger más evidencias antes de apuntalar la teoría de una relación directa.

En su informe, Mattson recuerda que algunos estudios con animales y humanos han demostrado que esta alternancia «favorece la salud celular, probablemente al desencadenar una antigua adaptación a los períodos de escasez de alimentos». En momentos de ayuno es cuando las células recurren a sus reservas de energía de acceso rápido a base de azúcar de acceso rápido y comienzan a convertir la grasa en el combustible que necesitan en un proceso metabólico más lento. Según el profesor de la Johns Hopkins Medicine, se ha confirmado que este cambio «mejora la regulación del azúcar en la sangre, aumenta la resistencia al estrés, suprime la inflamación, disminuye la presión arterial, se reducen los niveles de lípidos en la sangre y baja la frecuencia cardíaca en reposo». En definitiva, argumenta que el ayuno intermitente es más saludable y alarga la vida.

Problemas de adaptación

El autor principal del estudio quiere trasladar sus descubrimientos a la vida diaria para reducir los riesgos de obesidad y diabetes, aunque reconoce las dificultades. «Algunas personas no pueden o no quieren adherirse al ayuno intermitente», reconoce Mattson. Se trata de un paso difícil puesto que durante la adaptación al cambio hay que superar la sensación de hambre o el mal humor. Según su propia experiencia, las condiciones de malestar se superan después de dos semanas o un mes, cuando «el cuerpo y el cerebro se acostumbran al nuevo hábito» con períodos de adaptación progresivos.

El defensor del ayuno intermitente es optimista y quiere difundir su teoría más allá de los libros. Antes tendrá que convencer a sus compañeros de profesión. «Estamos en un punto de transición en el que pronto podríamos considerar incorporar la información sobre el ayuno intermitente al plan de estudios de la Escuela de Medicina junto con consejos estándar sobre dietas saludables y ejercicio», avanza.

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La falta de evidencias científicas sobre el ayuno intermitente

Mattson se enfrenta a rivales muy seguros que apuntan contraindicaciones. «Las personas que practican el ayuno lo hacen buscando diversos efectos sobre la salud, principalmente la pérdida de peso y la reducción del riesgo de enfermedades crónicas, como la diabetes y la enfermedad coronaria; incluso, hay quien lo hace con el fin de mejorar su estado de ánimo o de alargar la vida. Aunque hay estudios en humanos que sugieren dichos efectos, todavía es temprano para confirmarlos o descartarlos, pues las investigaciones realizadas son pocas y su calidad es insuficiente. Cualquier recomendación que promueva el ayuno para reducir peso, prevenir enfermedades crónicas o mejorar el estado de ánimo carece de fundamento científico», plantea un informe del año 2018 del proyecto Nutrimedia del Observatorio de la Comunicación Científica (OCC) del Departamento de Comunicación de la UPF.