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El falso mito de Popeye y las espinacas que no desmerece su valor nutricional

Elzie Segar creó a Popeye en 1929, una época en la que el aporte de hierro para combatir la anemia se consideraba clave en la alimentación de los estadounidenses.

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Hay que reconocerlo. Durante años a los padres de muchas generaciones les ha venido como anillo al dedo la estrecha relación de Popeye con las espinacas. Detrás de cada guantazo a su archienemigo Bluto (o Brutus) para ponerlo en su sitio, existía la creencia de que esta verdura le aportaba al personaje creado en 1929 por Elsie Segar una fuerza sobrehumana basada en su contenido en hierro.

Pero resulta que la percepción sobre las espinacas era errónea. Y todo por un fallo de cálculo del químico alemán Erich von Wolf que en 1870 le atribuyó a las espinacas diez veces más contenido en hierro del que en realidad tenían al colocar mal una coma decimal. Un error que otorgó a las espinacas una propiedad que no poseía, le confirió un poder infundado a Popeye y proporcionó a los padres del mundo un potente argumento para fomentar su consumo durante décadas.

Alto valor nutricional

Aunque los poderes de la espinaca fueron exagerados por Popeye en una época en la que el la ingesta de hierro se consideraba vital para evitar la anemia, no es menos cierto que esta verdura posee un alto valor nutricional ya que es rica en vitaminas A, C y K, folato (vitamina B9) y antioxidantes, tienen un alto contenido en fibra y su aporte calórico no es para nada elevado. Y sí, también contiene hierro aunque, como hemos comentado, en una proporción menor a la que se pensaba.

Cocidas al vapor, salteadas y añadidas a curries, sopas, platos de pasta y guisos, o como guarnición e ingrediente de ensalada, las espinacas se posicionan como un alimento que, independientemente del falso mito de Popeye, es recomendable incorporar a nuestros hábitos como parte de un dieta equilibrada y saludable.