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Cómo nos alimentamos en España: los datos nos dejan en evidencia

Diferentes informes afirman que cada vez comemos menos casa, no cocinamos apenas, no planificamos la compra, llevamos una vida sedentaria y cada vez compramos más comida rápida.

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En el país de la dieta mediterránea los dados de obesidad infantil y sedentarismo en adultos son alarmantes. De la misma manera que aumenta la compra en parafarmacias y disminuye en el supermercado.

El ritmo de vida impuesto, y cómodo, nos lleva a apenas cocinar, no planificar la compra nada más que un día a la semana, no dedicar tiempo a los productos frescos y de temporada, mientras aumenta el número de personas que cada vez más días comen fuera de casa igual que aumentan las ventas de las cadenas de comida.

Cómo nos alimentamos en España

El ideal de la dieta mediterránea ha quedado desterrado. Todos conocemos sus ventajas, beneficios y lo que deberíamos hacer, pero cada vez menos población come legumbres varios días a la semana, ni verduras frescas... Datos que están perjudicando nuestra salud.

Y la de nuestros hijos. Los datos de obesidad infantil son claves, de la misma manera que los datos de análisis de vitamina D, su carencia en España se asemeja a los países nórdicos. ¿Qué está pasando con nuestra alimentación? La doctora Marta López Tomás, E-Health Medical Manager Cigna España, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, nos ayuda a hacer una radiografía del cambio de alimentación.

La dieta mediterránea es un ideal de alimentación, pero en España cada vez se cumple menos, ¿por qué?

El ritmo frenético de nuestro día a día y la falta de tiempo hacen que aspectos básicos de nuestra vida, como la alimentación, se puedan llegar a descuidar. Se ha reducido el tiempo para comprar y cocinar, y en muchas ocasiones el único momento en el que se planifica el menú semanal es el fin de semana.

Además, según el Barómetro de Tendencias en Restauración 2018, la población española reconoce comer fuera de casa entre 2 y 3 veces por semana. Es más, este mismo estudio muestra que 8 de cada 10 españoles han incrementado el gasto en restaurantes de comida informal –bocadillos, hamburguesas, ensaladas y tapas– desde 2012.

De estos datos se desprende que, efectivamente, se busca lo fácil, sencillo, rápido y que tenga un buen sabor, lo que contribuye a que se pueda llegar a abusar de ingredientes como las grasas y azúcares presentes en los productos precocinados y procesados.

Frutos secos, pescados, cereales, fruta fresca... están desapareciendo de nuestra alimentación.

La OMS equipara la dieta nórdica con la dieta mediterránea en cuanto a beneficios, ¿es real?

Ambas dietas contienen nutrientes con una base antioxidante y antiinflamatoria, propiedades que previenen enfermedades crónicas, como la diabetes, el cáncer o los problemas cardiovasculares o neurodegenerativos.

En cuanto a los alimentos que incluyen, sí presentan algunas diferencias por evidentes razones geográficas, climáticas y culturales. La dieta mediterránea es rica en vegetales, frutas, nueces, cereales, aceite de oliva y proteína animal, como pescado o pollo, recomienda una menor cantidad de carne roja e incide en evitar alimentos procesados. La dieta nórdica, por su parte, se concentra más en los frutos rojos, legumbres, granos enteros, pescados grasos y aceite de canola. Por tanto, en lo que coinciden ambas es que son un fiel reflejo de los mejores alimentos de cada zona.

Hace unos meses salió un estudio que decía que compramos más en parafarmacia que en el supermercado, ¿no es indicativo de lo mal que comemos?

Lo que muestra o refleja es que cada vez estamos más preocupados por todos los temas que tienen que ver con la salud y bienestar, y lo que la rodea: nutrientes extra, probióticos, productos de cuidado personal…y, sin embargo, invertimos poco tiempo en elegir y comprar alimentos saludables y buena materia prima de alto valor nutricional para nuestra dieta. Lo ideal sería que este interés también se trasladase al ámbito de la alimentación, impulsando la adopción de un dieta equilibrada y saludable.

Miramos para comprar batidos, pero no se nos ocurre hacer nosotros un puré de verdura, ¿qué está pasando con nuestro concepto de alimentación?

Compramos batidos de proteínas durante semanas y los metemos en la nevera pero no somos capaces de hacer un puré de verduras.

A pesar de los múltiples beneficios de la cocina tradicional, ciertas costumbres de alimentación propias de generaciones inmediatamente anteriores a las nuestras se han ido perdiendo. Como comentaba, cada vez es más frecuente que en los hogares no haya costumbre de cocinar en casa por falta de tiempo, y estos hábitos son los que adoptan, sobre todo, las nuevas generaciones.

Comida rápida, congelada, preparada... cada vez más tiendas y servicios de este estilo nos indican que hemos relegado la alimentación a un lugar más que secundario, ¿qué debemos hacer?

Efectivamente, tal y como confirma en último estudio de Cigna, ‘360º Wellbeing Survey 2019: Well and Beyond’, el número de personas en España que reconoce llevar una dieta sana y equilibrada ha bajado notablemente. Si en 2017 un 39% de la población consideraba que su alimentación era excelente o muy buena y en 2018 este porcentaje era del 37%, este año ha bajado nueve puntos hasta llegar al 28%.

Para mejorar la calidad de la dieta, la clave estará en planificar una alimentación saludable semanal que incluya una amplia variedad de alimentos, procurando eliminar el mayor número de comidas precocinadas y de alimentos procesados, apostando por la comida casera. Según la SENC (Sociedad Española de Nutrición Comunitaria), para conseguir una dieta equilibrada, es importante incidir en el consumo diario de hidratos de carbono (pan, pastas, arroz, harinas, patatas, legumbres tiernas, etc.), fruta (≥ 3 raciones/día), verduras y hortalizas (≥ 2 raciones/día), lácteos (2-4 raciones/día), pescados y mariscos (3-4 raciones/semana), carnes magras (3-4 raciones/semana), huevos (3-4 raciones/semana), legumbres (2-4 raciones/semana) o frutos secos (3-7 raciones/semana).

Los aumentos de diferentes enfermedades, y cada vez en personas más jóvenes reflejan nuestro estilo de vida, nuestra falta de nutrientes, ¿a qué podemos achacarlo?

La primera causa es que tendemos a llevar una vida cada vez más sedentaria y, en muchas ocasiones, una alimentación poco saludable. Esto se debe, como comentaba, al frenético ritmo de vida y a la falta de planificación para elaborar nuestras comidas.

Otra razón es que llevamos una alimentación muy monótona, sin variar nuestra dieta o alimentos a consumir. Hay que tener en cuenta que no existe ningún alimento que contenga todos los nutrientes esenciales. Por tanto, hay que comer un poco de todo para asegurar que ingerimos todos los nutrientes necesarios para el correcto funcionamiento del organismo.

También está influyendo mucho el creciente consumo de productos industriales y alimentos procesados. La comida rápida, los precocinados o ciertos productos elaborados apenas contienen micronutrientes en relación con la cantidad de energía que aportan.

Asimismo, está el desconocimiento de las necesidades nutricionales especiales. Cada etapa o situación en la vida tiene unos requerimientos nutricionales peculiares que la mayoría de las personas desconoce. Por ejemplo, estar sometido a una época de estrés físico o mental, o periodos como la adolescencia, el embarazo o la lactancia, requieren mayor aporte de nutrientes.

Además, es importante tener en cuenta la influencia negativa que pueda derivarse del consumo excesivo de sustancias como alcohol, cafeína o nicotina, ya que pueden tener un efecto sobre la adecuada absorción de nutrientes, y en sus casos más graves, puede llegar a conducir a una deficiencia nutricional.