Alerta en España: años más cálidos y secos, veranos interminables y desertización
Más del 70% de la población ya siente en sus carnes los estragos causados por el cambio climático, que trae consigo un ascenso de las temperaturas de consecuencias imprevisibles.
Noches tropicales y calor. Mucho calor. Mucho más que hace casi tres décadas. Y es que más de 32 millones de españoles, lo que equivale al 70% de la población, ya sufren en sus propias carnes las consecuencias del cambio climático, un fenómeno que está provocando, entre otras consecuencias de imprevisible pronóstico, un alargamiento de los veranos, que en la actualidad duran cinco semanas más que a principios de los años 80 del siglo pasado.
Lo que para muchos era una sensación más o menos evidente según la zona geográfica, ha sido confirmado por los datos del Open Data Climático, una herramienta de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) de acceso libre, que se nutre de información procedente de su Banco Nacional de Datos Climatológicos y de un total de 58 observatorios.
Invierno más cálido y seco
A pesar de que el verano es la estación del año en la que los estragos del cambio climático son más evidentes, en el resto también se acusa el aumento de las temperaturas. De hecho, la media de las temperaturas máximas (14,4ºC) del trimestre que comprenden los meses de diciembre, enero y febrero, es decir, el invierno, nunca había sido tan alta en España. Además, ha sido muy seco, el segundo invierno más seco del siglo XXI y el quinto desde 1965.
Clima semiárido: riesgo de desertización
Por si fuera poco, se ha detectado un claro aumento de la extensión de superficie con climas semiáridos, estimado en más de 30.000 km2 (en torno al 6% de la superficie de España) en 50 años, siendo Castilla-La Mancha, el valle del Ebro y el sureste peninsular las zonas más afectadas son.
Más temperatura en el mediterráneao: noches tropicales
De igual forma, la temperatura superficial del Mediterráneo está aumentando a razón de 0,34ºC por década desde principios de los años 80. Este aporte de calor provoca una expansión termal que contribuye al incremento del nivel del mar Mediterráneo, que ha aumentado en 3,4 mm por año desde 1993, lo que repercute en sus regiones costeras aumentando el número de noches tropicales, definidas como aquellas en las que la temperatura mínima supera o iguala los 20ºC.
Olas de frío y calor: mayor riesgo de muerte
Mientras que los episodios de fríos disminuyen en número de días, las olas de calor tienden a concentrarse en los últimos años, con especial incidencia en su duración. Este hecho es particularmente relevante al existir una elevada correlación entre temperaturas máximas y mortalidad: a partir de un determinado umbral de temperatura máxima las muertes aumentan de forma notable.
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