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La relación entre el ajo y su efecto protector contra el cáncer es “incierta”

Una revisión sistémica de la evidencia científica disponible ni confirma ni desmiente las propiedades contra el cáncer de uno de los ingredientes fundamentales en la dieta mediterránea.

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El ajo es uno de los ingredientes indispensables de la dieta mediterránea y no son pocas las evidencias de su consumo con fines terapéuticos en la antigüedad. El problema es que también se le ha atribuido la capacidad de reducir el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer. Una afirmación demasiado categórica con la que la ciencia no termina de comulgar. Más bien, ni confirma ni desmiente.

Y es que, un nuevo trabajo de Nutrimedia, un proyecto del Observatorio de la Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra (OCC-UPF), realizado en colaboración con el Centro Cochrane Iberoamérica y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), pone de manifiesto que no se puede establecer ninguna relación entre la ingesta de ajo y la disminución del riesgo de cáncer.

El prinicpal problema con el que se han encontrado los investigadores es que la abundante evidencia científica disponible hace referencia a estudios observacionales, lo cual no permite establecer una relación directa entre los beneficios del consumo de ajo y la reducción del riesgo de cáncer. Por ello la respuesta oficial es que esa asociación entre el ajo y una posible disminución del riesgo de padecer algún tipo de cáncer (colon y recto, próstata, estómago, boca, faringe y laringe) es “incierta”.

Esta conclusión no implica que en un futuro no se pueda afirmar que el ajo pueda tener algún efecto protector, pero a estas alturas no disponemos de estudios rigurosos que ofrezcan una mayor confianza en los hallazgos sobre las propiedades del ajo.

Y es que el riesgo de padecer cáncer implica varios factores genéticos, medioambientales y relacionados con el estilo de vida, en el que se enmarca la dieta, pero también el ejercicio físico o determinados hábitos como fumar o beber, entre otros. Por ello, es complicado afirmar de manera fehaciente que determinados alimentos tengan por sí mismos la capacidad de prevenir el cáncer.

El ajo es igualmente valioso

Dicho lo cual, el ajo, que pertenece al género de plantas Allium al igual que la cebolla, el chalote, el puerro o las cebolletas, posee un alto contenido en compuestos organosulfurados y antioxidantes, además de vitaminas, aminoácidos, fructooligosacáridos y otros micronutrientes y según cómo se procese el ajo, los organosulfurados se convierten en distintos derivados a los que se les atribuyen diferentes propiedades saludables por lo que no perdemos nada si seguimos disfrutando de su inconfundible sabor.