Deporte y Vida

NAVEGACIÓN

Se puede sobrevivir durante 41 días en el mar, y también a un huracán

¿Cómo se sobrevive a un huracán en el mar? ¿Qué haces durante 41 días sin rumbo? Entrevistamos a la actriz Shailene Woodley que da vida a Tami Oldham, la verdadera protagonista de una historia real que llega al cine bajo el título ‘A la deriva’.

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Se puede sobrevivir durante 41 días en el mar, y también a un huracán
Matt Klitscher Courtesy of STXfilms

Siempre se ha dicho que la realidad siempre supera a la ficción. Y en este caso tenemos un caso extraordinario no sólo de superación, sino de sobrevivir en alta mar a un huracán, pasar 41 días sin rumbo, entrenarse para estar fuerte y poder hacer frente a lo que llegue, descubrir cómo alimentarte y no desfallecer.

Es la historia real de Tami Oldham, una estadounidense que, después de un terrible huracán, se encontró varada en un yate dañado en el Océano Pacífico durante 41 días. En Deporte y Vida hemos entrevistado a Shailene Woodley, la actriz que interpreta el papel protagonista de la película ‘A la deriva’ que se estrena el día 29 en España.

La historia de supervivencia de Tami Oldham es extraordinaria. ¿Conociste a Tami antes de que comenzara el rodaje?

Sí, la conocí un par de meses antes de que comenzáramos a filmar. Nos contactábamos vía email o skype, y siempre estuvo extremadamente dispuesta a responder todas las preguntas que le hicimos. Todos los que participaron en la película tenían la intención de proteger su historia y de transmitirla a partir de la narrativa que ella deseaba compartir en lugar de verla desde una perspectiva general o de una tercera persona.

Luego vino a Fiyi a la mitad de la filmación. Ahí nos conocimos por primera vez en persona, y me volvió a conmover, pero de un modo diferente. Estábamos todos almorzando, y Sam (Claflin, que interpreta al novio de Tami, Richard Sharp) estaba contando una broma; ella lo miró y se quedó callada. Luego le dijo: ‘Guau, tú eres él. Por la forma en que te mueves eres él. Por la forma en que suenas eres él. Por la forma en que miras eres él’. Recuerdo que Sam se quedó sin palabras, y con sólo pensarlo me da escalofríos porque tomo consciencia de la intensidad del poder del amor que compartían. En ese momento, me sentí, y todavía me siento, tan honrada de ser el medio que permitió compartir su historia.

Es sorprendente que después de todo lo que Tami vivió aún siga navegando en el océano.

Para mí, esta película es sobre una mujer que trabaja con la naturaleza. Si bien la naturaleza y el océano son los elementos que más la lastiman y la ponen en la situación más difícil de su vida, también es el instrumento que le salva la vida. Para sobrevivir, inmediatamente debió perdonar al océano. Eso es lo que encuentro tan profundo. Nunca vio al océano como su enemigo.

¿Qué enseñanza te dejó esta película?

Hacer esta película solo amplió y profundizó mi amor por la naturaleza. Todo navegante, ya sea que dependa de la tecnología o de la navegación astronómica, siempre está sumamente consciente de los elementos, debe prestar atención al ligero cambio de viento, la forma en que la luna impacta en la marea, todo está conectado.

Uno toma consciencia de lo aislado que está de los mundos de nuestra ciudad y de lo fácil que uno olvida que toda la Tierra forma parte de un ecosistema que trabaja en conjunto y en muchos sentidos nosotros, como seres humanos, rechazamos ese ecosistema porque no nos tomamos el tiempo para conocerlo y aprender del mismo. Esta película me alentó a conocer a la madre Tierra de una manera completamente diferente.

¿Qué crees que pasaría si quedaras varada en el Océano Pacífico como Tami?

Me gustaría pensar que podría sobrevivir. Si estuviera exactamente en la misma situación que Tami, no habría forma. La única razón por la que sobrevivió fue porque sabía cómo usar el sextante para encontrar la longitud y latitud. Sin eso, sin importar cuán hábil era física y psicológicamente no habría podido conocer su ubicación y navegar a Hawai. Soy demasiado dependiente de la tecnología y del uso moderno del GPS... Pero me ha facultado para prestar más atención a las cosas que podemos usar que no necesitan electricidad.

¿Puedes navegar?

Ahora puedo navegar. Es muy difícil. No es tan lujoso o romántico como parece. No sólo estás continuamente moviéndote físicamente, sino que estás mentalmente en guardia. Si el viento cambia o si hay una ola rara, tienes que estar alerta las 24 horas del día. Si en este momento me arrojaran a Marina del Rey y me dijeran que navegue un barco, creo que, al principio, sería complicado, pero lo recordaría. Puedo navegar un barco yo sola, pero no es algo que elegiría (risas).

Uno de los aspectos más sorprendentes de la película es que se filmó mar adentro, a kilómetros de Fiyi. ¿Cómo fue?

Un poco más del 90 % de la película se filmó mar adentro. Algunos días, el viaje era de sólo unos 20 minutos en lancha hasta el velero y otros días nos llevaba unas buenas dos horas llegar hasta el lugar de filmación. Nuestro equipo marino salía alrededor de las 2 ó 3 de la madrugada, y nosotros llegábamos al amanecer. Cuando filmas en un entorno como ese, estás a merced de la madre naturaleza. Obtienes todo, desde la experiencia mágica de estar rodeado de cientos de delfines y ese asombro que viene con esa belleza pura hasta las corrientes fuertes, los vientos fuertes y el mareo. Sinceramente, hemos experimentado todos los aspectos de la naturaleza. Fue muy especial.

Tami estuvo varada en el océano durante 41 días. Ella tenía poca comida y agua fresca. ¿Qué hicieron Sam y tú para perder peso y prepararse físicamente para sus papeles?

No podíamos comer mucho. Los dos estábamos físicamente activos y entrenamos un poco antes de comenzar a filmar. En mi caso, tenía que desarrollar fuerza en la parte superior del cuerpo, porque el navegar requiere mucho de eso. Debido a que ellos estuvieron atrapados en el mar durante tanto tiempo, tuvimos que bajar de peso en forma gradual para que coincidiera con la historia. Yo estuve un mes sin cenar y dos semanas comiendo básicamente una lata de salmón, dos yemas de huevo y un poco de brócoli al vapor.

Eso es lo irónico. La gente generalmente va a Fiyi a comer comida increíble, buffets, pero tú te morías de hambre.

Sí. Uno va a Fiyi a comer comida, y comida con muchas calorías. Los cocos y, ¡ay Dios!, fue increíble.

¿El de la película era tu cabello real o una peluca?

Era mi cabello. Al final de cada día, usaba media botella de acondicionador, y en Fiyi es difícil encontrar acondicionador (risas). No puedes simplemente ir a la tienda y comprar más. Así que me sentaba allí con un peine para desenredarlo todo, porque a la mañana siguiente tenía que estar limpio.

¿Cómo fue la filmación del 10 % de la película que no se llevó a cabo en el océano, sino en un estudio, con todo bajo control?

En el estudio, grabamos las escenas del interior de la cabina y, obviamente, la secuencia de la feroz tormenta. Las olas a las que Tami se enfrentó eran de 30 metros. La ola que se ve en el trailer, es el tamaño real. Al verla, piensas que es una locura, pero ese es el tamaño que tenía.

El tiempo que filmaron en medio del Océano Pacífico, ¿había un trailer al que podías retirarte como en un set de filmación habitual?

No. Durante la primera mitad del rodaje no había a dónde ir. Estábamos estancados. Cada tanto, no sólo Sam y yo, sino también el equipo de maquillaje y el resto de la tripulación, decíamos, ‘tenemos que bajar del barco’ porque los inodoros se rompían y muchas veces, cuando necesitábamos ir al baño, saltábamos al mar, y entonces se nos mojaba la ropa. Fue un tanto complicado. A mitad del rodaje trajeron una especie de “barco salvavidas” que estaba allí por si teníamos que pasar largo rato; tenía baño y un refrigerador con comida (risas).

¿Se descompusieron?

Sí. Yo crecí entre barcos, así que me decía a mí misma, ‘lo llevo en la sangre’, pero el primer día en el mar me mareé, y también todos los demás excepto Balt (Kormákur), nuestro director, y el director de fotografía (Robert Richardson). También Sam, nunca lo olvidaré (risas). Cuando gritaron ‘A filmar’, Sam se inclinó, vomitó, se incorporó y se limpió la boca; inmediatamente gritaron ‘acción’, y él hizo la escena. Cuando dijeron ‘Corten’, volvió a inclinarse y vomitó. El primer día fue terrible, pero nos forzó a adaptarnos. Nos dieron bandas de acupuntura para nuestras muñecas y pastillas de jengibre para el mareo.

¿Piensas que, en cierto modo, el hecho de estar descompuesta e incómoda ayudó a retratar a Tami en la difícil situación de vida o muerte en la que se encontraba?

Sí, ayudó, en especial con la agitación. Siento que cuando me mareaba estaba como enojada. Una vez que llegas a ese punto, es difícil recuperarse. Piensas, ‘esto es tan estúpido’ (risas).

¿Cómo llegaste a conocer la historia de Tami?

Mis amigos de Hawaii, los guionistas Aaron y Jordan Kandell, a quienes conozco de cuando hice The Descendants. Encontraron el libro de Tami hace cinco años y pasaron cinco años trabajando en este guión. Me tuvieron en mente la mayoría del tiempo, así que cuando terminaron el guión me lo enviaron.

¿Por qué pensaron que serías genial para el papel?

Creo que Tami y yo compartimos el espíritu vagabundo. Tami es particularmente optimista y curiosa acerca del mundo que la rodea fuera de los Estados Unidos y desea conocer nuevas culturas y comunidades desde una perspectiva local en lugar de desde la perspectiva de un turista. Me identifico con su espíritu aventurero. Cuando estoy en un lugar por mucho tiempo empiezo a inquietarme, al igual que cuando estoy cerca del mismo grupo de personas por mucho tiempo. Creo que ella es muy parecida a mí. Creo que nos desafiamos a sentirnos incómodas para buscar aventuras.

El 90 % de la película se rodó mar adentro con muchos problemas.