Cuando dejar los antidepresivos se convierte en una odisea
En una sociedad en la que la depresión es la primera causa de discapacidad, muchas personas que intentan dejar los antidepresivos no lo consiguen.
Los medicamentos antidepresivos han ayudado a millones de personas a aliviar la depresión y la ansiedad, y son ampliamente considerados como hitos en el tratamiento psiquiátrico. Muchas personas, tal vez la mayoría, son capaces de hacer un uso puntual de los medicamentos sin problemas importantes. Sin embargo, el aumento en el uso prolongado también es el resultado de un problema imprevisto y creciente: muchos de aquellos que intentan dejarlos dicen que no pueden hacerlo debido a los síntomas de abstinencia.
Hace mucho tiempo, algunos científicos anticiparon que algunos pacientes podrían experimentar síntomas de abstinencia parecidos a los de dejar de fumar; lo llamaron "síndrome de interrupción". Sin embargo, la abstinencia nunca ha sido un foco de los fabricantes de medicamentos o los reguladores gubernamentales, que sentían que los antidepresivos no podían ser adictivos.
Inicialmente, estos medicamentos fueron aprobados para su uso a corto plazo, tras analizar estudios que generalmente duraron aproximadamente dos meses. Incluso hoy en día, hay pocos datos sobre sus efectos en las personas que los toman durante años, aunque ahora hay millones de esos usuarios: personas que padecen tal síndrome de abstinencia al dejarlos que no son capaces.
En gran parte del mundo desarrollado, las recetas a largo plazo van en aumento. Las tasas de prescripción se han duplicado en la última década en Gran Bretaña, por ejemplo, donde los funcionarios de salud iniciaron en enero una revisión a nivel nacional de la dependencia y el abandono de las recetas médicas.
En Nueva Zelanda, donde las prescripciones también están en máximos históricos, una encuesta de usuarios a largo plazo encontró que la abstinencia era la queja más común, citada por las tres cuartas partes de los usuarios a largo plazo. Este estudio analiza por qué es tan complicado dejarlos para algunas personas.
El gran problema de todo esto es que la profesión médica no tiene una buena respuesta para las personas que luchan por dejar de tomar estos medicamentos: sin pautas respaldadas científicamente, sin medios para determinar quién está en mayor riesgo, no hay forma de adaptar las estrategias apropiadas a las personas.
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