Anna Gasser relata sus primeros y duros pasos en el snowboard con 400 dólares al mes
La campeona olímpica de Big Air confiesa que empezó 'tarde' (a los 18) con el snowboard pero le enganchó tanto que lo dejó todo para ripar sin parar.
En un capítulo de 'Built on Boards' de Burton Snowboards, uno de sus patrocinadores, Anna Gasser explica cómo empezó su carrera en el mundo de la nieve. Fue duro y 'tarde', pero nada le impidió perseguir su sueño y acabar convirtiéndose en la rider de referencia que es hoy en día.
El caso es que Anna Gasser explica en el vídeo que probó el snowboard por primera vez con unos 18 años y en tan solo un año se enganchó lo suficiente como para realizar la siguiente locura: irse de Austria a Estados Unidos con el único objetivo de ripar. Bien es cierto que le costó alguna discusión con sus padres, a los que convenció de todo ello adornando la decisión con que aprendería un nuevo idioma, sería una experiencia, etc.
El caso es que buscó cuáles eran los mejores sitios para practicar snowboard en Estados Unidos y cabó en Mammoth Lakes (California). Sin entrenador, con solo un año de ripadas en sus piernas, sin saber prácticamente inglés y con una dieta a base de pasta y salsa de tomate. El motivo: tenía 400 dólares para pasar el mes.
De todo esto hace tan solo 9 años. Inspirada en Kimmy Fasani -de Mammoth- su evolución fue tan rápida que en 2013, cuarto año practicando snowboard, ya estaba compitiendo y dando la talla en eventos cada vez más grandes.
En 2017, Anna Gasser se proclamó campeona del mundo de snowboard big air en Sierra Nevada, consiguiendo una puntuación perfecta en su ronda; en 2018 ganaría los Juegos Olímpicos de Pyeongchang en esta modalidad y este año, en 2019, haría lo propio en los X Games de Oslo. Y esto es una pequeñísima parte de su palmarés, en el que se puede incluir que ha sido también la primera mujer en planchar un Triple Cork.
Absolutamente nadie dirá que el snowboard y ella no nacieron para estar juntos, aunque lo descubrieran 'tarde'. Y siempre es gratificante poder escuchar estas magníficas historias -de la boca de los propios protagonistas- en las que no hay ni tradición familiar, ni dinero que salga por las orejas, ni nada por el estilo... simplemente pasión por algo.