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TOUR DE FRANCIA | ETAPA 10

Pogacar ya conoce al enemigo

El coronavirus golpea con dureza al equipo del líder, que salvó el amarillo ante Kämna por 11 segundos, en vísperas de dos grandes etapas de los Alpes.

Actualizado a

Tadej Pogacar ya sabe quién es su principal enemigo para el Tour 2022. No se trata de Jonas Vingegaard, como se podría deducir de los 39 segundos que separan a ambos en la general. Ni de Lennard Kämna, que acarició el maillot amarillo este martes en Megève. El gran rival tiene un nombre feo: COVID-19. Y ha golpeado con fuerza a su equipo: el UAE Team. De hecho, Pogacar y todos sus compañeros estarían expulsados de la carrera si se hubiera mantenido el protocolo de las dos ediciones anteriores, que te mandaba a casa con dos positivos acumulados. El reglamento ha cambiado, está más abierto a la interpretación, y eso salva, de momento, al líder, que con dos gregarios menos, y un tercero contagiado, se ve seriamente comprometido en vísperas de las dos etapas más exigentes de los Alpes: este miércoles, el Galibier por el Telegraphe y meta en el Granon; y el jueves, el Galibier por Lautaret, la Croix de Fer y llegada en el mítico Alpe d’Huez.

El Tour sirvió este año dos aperitivos alpinos antes de los dos platos estelares. El domingo, Bob Jungels remató la primera fuga masiva en Châtel con una larga galopada en solitario, que privó a Jonathan Castroviejo y Carlos Verona de romper la interminable sequía de victorias españolas. Y este martes, el guion siguió una línea parecida, con otra gruesa escapada de 25 corredores, interrumpida durante varios minutos por una manifestación ecologista. Entre los fugados volvieron a meterse dos españoles, Ion Izagirre y Luis León Sánchez, ambos con experiencia en alzar los brazos en la Grande Boucle. Luisle estuvo a punto de acabar con el maleficio, que ya asciende a 101 etapas sin triunfo en el Tour y 106 sin mojar en una gran ronda. Se marchó en solitario a 7 kilómetros, fue cazado, y aun así tuvo fuerzas para lanzar el esprint, pero fue rebasado por Magnus Cort Nielsen, otro killer habitual, y Nicholas Schulz. El murciano terminó tercero, mientras se lamentaba: “Si me pilla esto con cinco años menos…”. Tiene 38. Y en su palmarés figuran cuatro victorias en el Tour, la última en 2012. Eran otros tiempos. La maldición continúa.

Magnus Cort Nielsen supera a Nicholas Schultz en Megève, con Luis León Sánchez al fondo, en la tercera posición.
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Magnus Cort Nielsen supera a Nicholas Schultz en Megève, con Luis León Sánchez al fondo, en la tercera posición.THOMAS SAMSONAFP

Entre los dos aperitivos hubo una jornada de descanso en Morzine, que se aprovechó para someter al pelotón a los preocupantes PCR. Todos los test, un total de 165, dieron negativos. Un liberador resultado que ha causado no poca extrañeza, debido a los positivos de los días anteriores y, sobre todo, a los positivos que han caído el día después. Este martes no pudieron tomar la salida ni Luke Durbridge, ni George Bennett, este último gregario de Pogacar. El maillot amarillo se queda con sólo cinco compañeros, una vez que Vegard Stake Laengen ya se había bajado el domingo. Y pudo ser uno más, porque Rafal Majka sigue en carrera a pesar de su contagio. Igual que le ocurrió al inicio del Tour a Jungels, posteriormente vencedor de una etapa. ¿Por qué unos pueden continuar y otros no? La respuesta la tiene este año un comité formado por tres médicos: el del Tour, el de la UCI y el del equipo. La polémica está servida. Y también el pánico en el seno del UAE Team.

El equipo del líder mantuvo el tipo con gallardía a pesar de la amenaza del coronavirus. Ocupó la cabeza del pelotón durante toda la etapa, con Marc Soler entre los más currantes. Todos menos Marc Hirschi, que para colmo anda penando físicamente. El UAE trabajó, pero sin machacar a los efectivos que va a necesitar más adelante, aunque tampoco quiso ceder el maillot amarillo, que durante gran parte del recorrido lució virtualmente el alemán Lennard Kämna, el hombre más marcado de la fuga, que se quedó sin etapa y sin liderato. Pogacar, que incluso esprintó en la llegada, salvó la túnica por 11 segundos. No le gusta dejar ni las migajas, aunque eso signifique desgastar a su mermado grupo de fieles. El esloveno sabe que el enemigo no es Kämna. Ni Vingegaard. El enemigo es invisible, pero golpea fuerte.