El Balcón de Alicante, el final en alto con vistas al Mediterráneo
La cima alicantina será meta de la séptima etapa y AS fue a reconocerla junto a Ángel Casero, quien celebra el 20 aniversario de su título.
No es raro que, con el trazado delante de la 76ª edición de La Vuelta (del 14 de agosto al 5 de septiembre), se repare en que la primera gran jornada de montaña, dura y exigente de principio a fin, esté ubicada en la costa levantina. La ronda española siempre ha visto en esta zona un vivero de trazados diferentes en el que aprovechar su singular orografía para representar la riqueza natural española. En sus carreteras tiene la oportunidad de mezclar etapas de una exigencia máxima en un trazado montañoso a la vez que sirve de escaparate de parajes escondidos muy próximos a una de las costas más turísticas de España.
Y eso es precisamente lo que hará en su séptima jornada (20 de agosto): una etapa dura con salida en una ciudad costera tan popular como Gandía, pero con un trazado que atravesará seis puertos en lo que se espera que sea la primera gran criba de la carrera. Una jornada que, además, gana en atractivo por el descubrimiento, en plena Sierra de Miagmó, de lo que será su colofón, el Balcón de Alicante, un puerto inédito con tramos muy duros desde cuya cima se pueden disfrutar de las vistas más impresionantes de la Costa Blanca alicantina.
Para reconocerlo, AS cuenta con un anfitrión de lujo, un exciclista que conoce la zona, y no sólo por su pasado de estrella del ciclismo nacional, sino por su actual ocupación de director de la Vuelta a la Comunitat Valenciana. Ángel Casero, que además está de celebración por el 20 aniversario de la conquista de su gran logro, La Vuelta de 2001, se sube a la bicicleta para realizar esta subida de 8,4 km al 6,2%, de primera categoría, cuya dificultad no está sólo en una segunda parte de puerto brutal, sino en la tremenda exigencia del resto de la jornada, que tendrá montaña desde la misma salida. Antes de ascender este puerto alicantino, el pelotón habrá hecho cima ya en el kilómetro 16 en el puerto de Llacuna (otro primera de 9,4 km al 6,2%), el tercera de Benilloba, los segundas de Tudons y Collao y otro tercera ya en Tibi poco antes de llegar a las primeras rampas del Balcón de Alicante.
Al menos, “la primera parte del último puerto es la más suave”, apunta Ángel Casero, que inicia la subida a buen ritmo. Pero también advierte: “El problema es que la entrada al puerto es estrecha, por lo que la principal dificultad la lucha por una buena colocación”. Y es cierto que esas primeras rampas, en torno al 6% o 7%, más luego una pequeña bajada, son simplemente el aperitivo. “Es verdad que la etapa es dura, pero viendo el alto nivel que hay en La Vuelta, calculo que pueden llegar a pie de puerto unos 40 ciclistas en el grupo principal. Si es así, los gregarios deben trabajar en el inicio”.
Porque será a mitad de puerto donde la ascensión se ponga seria. Entre pinares que aportarán algo de sombra y respiro al calor que se prevé ese 20 de agosto, la carretera se vuelve a empinar, y mucho. “Es una ascensión que representa muy bien lo que es el interior de Alicante, se ve que Unipublic y las instituciones han visto que era una subida novedosa que iba a mostrar de maravilla la belleza de la zona. Y han querido que sea exigente. Es la etapa siete, aquí no se va a ganar La Vuelta, pero sí vamos a ver quién no está para conquistar la general”, explica Casero.
Y es que los últimos cuatro kilómetros no bajan del 9% o el 10% a la vez que se superan los mil metros de desnivel (la etapa cuenta con más de 3.500 acumulado). Los desniveles máximos alcanzan el 14% y la carretera que asciende se convierte en una auténtica pared. “Si a los favoritos les queda algún gregario, es el momento para que hagan su último esfuerzo”, opina un Ángel Casero que, desde el comienzo de la ascensión, ha avisado de que la mayor exigencia está en el tramo final... pero también las vistas más espectaculares.
Porque una vez que se llega arriba, el paisaje asombra, con la ciudad de Alicante al fondo y el mar Mediterráneo. “Si pueden venir los aficionados, es una zona que merece la pena. Los que la conocen saben que hay muchas formas de acceder a las rampas espectaculares, y los que la vean por la tele van a descubrir una zona preciosa para hacer cicloturismo”.
Y es que nadie mejor que Casero sabe, como organizador que también ha tenido que lidiar con el golpe de la pandemia, lo que supone una llegada como esta: “Es una zona con muchas posibilidades y va a suponer un impulso en muchos sentidos. Incluso para la Volta que organizamos también es importante que La Vuelta venga”. Una fiesta del ciclismo valenciano con una etapa clave para la general en su tierra. Y no una cualquiera, sino una muy exigente... cuyo final en alto tiene vistas al Mediterráneo.